Deslumbre
?Qu¨¦ maravilla Sevilla! Se disolvieron las masas de turistas y la ciudad parece haber emergido de las aguas como Venus
Hay escasas ciudades que no admitan comparaci¨®n. Algunas porque son singular¨ªsimas y ¨²nicas, como Venecia y Sevilla. Otras, a la manera de Par¨ªs y Nueva York, porque impusieron el modelo que se aplic¨® en m¨²ltiples capitales del mundo y ahora son miles las imitaciones, aunque el original siempre sea superior a las copias.
Hac¨ªa mucho que no pisaba Sevilla, pero un compromiso me oblig¨® a viajar en plena pandemia. ?Bendito compromiso! ?Les suena aquel chiste de Machado: ¡°Sevilla sin sevillanos, ?qu¨¦ maravilla!¡±? Ahora es lo contrario, a saber: s¨®lo con sevillanos, ?qu¨¦ maravilla Sevilla!...
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Hay escasas ciudades que no admitan comparaci¨®n. Algunas porque son singular¨ªsimas y ¨²nicas, como Venecia y Sevilla. Otras, a la manera de Par¨ªs y Nueva York, porque impusieron el modelo que se aplic¨® en m¨²ltiples capitales del mundo y ahora son miles las imitaciones, aunque el original siempre sea superior a las copias.
Hac¨ªa mucho que no pisaba Sevilla, pero un compromiso me oblig¨® a viajar en plena pandemia. ?Bendito compromiso! ?Les suena aquel chiste de Machado: ¡°Sevilla sin sevillanos, ?qu¨¦ maravilla!¡±? Ahora es lo contrario, a saber: s¨®lo con sevillanos, ?qu¨¦ maravilla Sevilla! Se disolvieron las masas de turistas y la ciudad parece haber emergido de las aguas como Venus. Limpia, luminosa, desbordante de ¨¢rboles y jardines que est¨¢n ya floreciendo. El aroma sedante del azahar, las grandes plazas con s¨®lo dos o tres figuras perfilando la soledad con sus sombras alargadas, las avenidas sin muchedumbre ni griter¨ªo. Noches de media luna. S¨ª, el turismo es casi nuestra ¨²nica industria, pero el da?o que causa es desolador. La industria de la edad anterior destru¨ªa los pulmones con humo y holl¨ªn. La industria actual llena de holl¨ªn el entero esp¨ªritu.
Gracias a las amigas de la Men¨¦ndez Pelayo pude entrar en los Reales Alc¨¢zares. Veinte a?os hac¨ªa que no me acercaba porque las colas de turistas son disuasorias y adem¨¢s el interior de este palacio y fortaleza musulmana y cristiana es demasiado sublime como para caminar entre apretujones y selfis. Pasear por el recinto quiz¨¢s m¨¢s noble de la Pen¨ªnsula exige silencio y reflexi¨®n. En los jardines incluso sonaban las fuentes. Como adivin¨® Ferlosio, se pod¨ªa o¨ªr el rumor de los riqu¨ªsimos ropajes que arrastraban los sultanes por los pasadizos. S¨ª, una maravilla.