La casa de Robert Capa
Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n en la fotograf¨ªa del edificio vallecano no es la metralla, es la sonrisa de una ni?a, que es una forma de celebraci¨®n de la vida
Cabe imaginar que las chiquillas que, al menos alguna de ellas, sonr¨ªen a la c¨¢mara de Robert Capa, o al instante, no lo sabemos. Hay varias ni?as que han salido vivas de alguno de los bombardeos que la aviaci¨®n franquista ha realizado sobre Madrid en 1937.
Capa, o los eficientes servicios comerciales de su agencia, Magnum, han logrado vender ni m¨¢s ni menos que a The New York Times un reportaje sobre esos bombardeos. Varias fotos que ilustran la severidad del castigo mostrando las fachadas de algunas casas, com...
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Cabe imaginar que las chiquillas que, al menos alguna de ellas, sonr¨ªen a la c¨¢mara de Robert Capa, o al instante, no lo sabemos. Hay varias ni?as que han salido vivas de alguno de los bombardeos que la aviaci¨®n franquista ha realizado sobre Madrid en 1937.
Capa, o los eficientes servicios comerciales de su agencia, Magnum, han logrado vender ni m¨¢s ni menos que a The New York Times un reportaje sobre esos bombardeos. Varias fotos que ilustran la severidad del castigo mostrando las fachadas de algunas casas, como la de la calle de Peironcely, n¨²mero 10, en Vallecas, llenos sus muros de mataduras provocadas por la metralla.
Pero hay siempre en las fotos de Capa, y eso contribuye a hacer de cada una un icono del conflicto que quiere representar, alguna presencia humana. ?Y qu¨¦ presencia es m¨¢s llamativa que la sonrisa de un ni?o! Las instant¨¢neas de sus socios Gerda y Chin, tienen siempre ese punto. Cuando las fotos de los hombres y mujeres de la agencia Magnum no son las m¨¢s atrevidas y arriesgadas, son las que conmueven a quienes las miran.
El edificio vallecano no llama la atenci¨®n por nada ajeno a la metralla que ha castigado con severidad sus muros. Lo que llama la atenci¨®n es la sonrisa de una ni?a, que es una forma de celebraci¨®n de la vida.
No conocemos el nombre de esa ni?a, ni el de las que se agachan en la acera, ni sabemos nada de ella, como por ejemplo si sobrevivi¨® a alg¨²n bombardeo posterior o al hambre y las enfermedades de la posguerra. Pero sabemos que lo que nos hace quedarnos con la mirada fija en la foto de Capa es ella. Su mirada y su sonrisa, que es lo que les pas¨® a los lectores de la revista francesa Regards y a los del NYT.
Lo que sucede es que esa mirada y esa sonrisa no se quedan convertidas en piedra, sino que permanecen solo en la foto. La casa que fotografi¨® Capa nos da lo mismo. Ni el edificio ni los materiales con los que est¨¢ hecho tienen ning¨²n inter¨¦s para el observador. Creo.
Los esfuerzos por conservar la casa hay que valorarlos, y tambi¨¦n el trabajo para la recuperaci¨®n del Vallecas que Am¨®s Acero intent¨®, de esa sonrisa que el franquismo destruy¨®.
Que es lo que m¨¢s nos importa de la foto de Robert Capa.