Peironcely 10, pol¨ªtica de fondo
En los a?os que llevo dedicada a la pol¨ªtica la recuperaci¨®n del edificio que Capa fotografi¨® ha sido quiz¨¢ el mejor ejemplo para explicar la necesidad de quienes desempe?amos labores p¨²blicas elegidos democr¨¢ticamente
Peironcely -la casa que Robert Capa fotografi¨® durante la Guerra Civil y public¨® en 1936- ha sido un peque?o gran triunfo de la pol¨ªtica, una lucha concreta, un compromiso colectivo que ha logrado convertir la defensa de un s¨ªmbolo en la defensa de la dignidad de un grupo de personas, de personas con nombre y apellido, de personas que pasaban fr¨ªo, sufr¨ªan los estragos de la humedad y conviv¨ªan con ratas. Si le quitas el rostro al sufrimiento de la gente, es muy f¨¢cil acudir al olvido.
En los a?os que llevo dedicada al vertiginoso mundo de la pol¨ªtica, Peironcely 10 ¨Dedificio en el que malviv¨ªan una treintena de personas y llevaban a?os esperando ser realojadas¨D ha sido quiz¨¢ el mejor ejemplo que he encontrado para explicar la necesidad, a veces despreciada, y la importancia, a veces ignorada, de quienes desempe?amos labores p¨²blicas gracias a la credencial democr¨¢tica de haber sido elegidos por las urnas. Vivimos tiempos dif¨ªciles en los que la intrascendencia a la hora de proponer soluciones ha convertido la pol¨ªtica en un infantil juego de 280 caracteres, en los que un like vale lo que una raz¨®n, en los que un autorretrato desprecia a mil palabras. A un lado y a otro del maltrecho cauce ideol¨®gico, lo est¨¦tico y lo dogm¨¢tico han arrinconado el debate pol¨ªtico. Como le¨ª hace poco: no puede haber di¨¢logo porque no hay logos. Se trata de transformar la sociedad entendi¨¦ndola; no de frotarla con ortigas hasta conseguir su irritaci¨®n y luego llevarnos las manos a la cabeza.
Esta tendencia destructiva, hija del marketing, avanza determinada, ensuci¨¢ndolo todo. Si no sabemos ponerle remedio pronto, acabaremos padeciendo las consecuencias de decisiones pol¨ªticas nacidas de una estrategia depredadora y no de una vocaci¨®n de servicio colectivo. Sin embargo, siempre hay excepciones, y Peironcely ha significado una victoria de la pol¨ªtica entendida como el arte de vivir en sociedad.
La simbiosis que se ha producido entre el tejido social, absolutamente necesario por su implicaci¨®n solidaria, y la figura del representante p¨²blico, entendida como un gl¨®bulo blanco que ha de saber combatir las injusticias y asimetr¨ªas de una sociedad convulsa, ha logrado encadenar dos ¨¦xitos considerables: el primero, salvaguardar un lugar que representa algo m¨¢s de lo que es; y el segundo, ayudar a un buen n¨²mero de vecinos que estaban viviendo en condiciones infrahumanas.
Como responsable de Cultura de mi partido en el Ayuntamiento de Madrid he hecho lo que ten¨ªa que hacer. Al soldado se le presupone el valor en la batalla. No hay mayor satisfacci¨®n que la del deber cumplido. Bueno, s¨ª, hay otra satisfacci¨®n a¨²n m¨¢s grande: haber conocido a personas como Jos¨¦ Mar¨ªa Ur¨ªa, haber trabajado codo con codo con Alfredo L¨®pez Berini, haber conocido a tanta gente capaz de entregar su tiempo a un sue?o. Escribi¨® Benjamin Franklin que ¡°un hombre envuelto en s¨ª mismo hace un peque?o paquete¡±. Peironcely ha sido el triunfo de muchos trabajando juntos. Ojal¨¢ sirva de ejemplo. M¨¢s all¨¢ del odio y de los ecos de las redes sociales se puede hacer pol¨ªtica, y hacerla bien.
Mar Espinar es concejala socialista en el Ayuntamiento de Madrid y portavoz de su grupo en el ¨¢rea de Cultura.
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