La tediosa misi¨®n de gobernar
La convocatoria electoral en Madrid activa un carrusel de campa?a sin mucho espacio para apreciar el grado de cumplimiento de los compromisos asumidos
Tras la aprobaci¨®n de los presupuestos generales y una vez celebradas las elecciones en Catalu?a todo invitaba a pensar que la pol¨ªtica en Espa?a tendr¨ªa un respiro. La complejidad de un plan de vacunaci¨®n orientado a frenar la pandemia y la responsabilidad de presentar los planes estrat¨¦gicos de recuperaci¨®n y transformaci¨®n que exige Europa para recibir fondos as¨ª lo aconsejaban...
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Tras la aprobaci¨®n de los presupuestos generales y una vez celebradas las elecciones en Catalu?a todo invitaba a pensar que la pol¨ªtica en Espa?a tendr¨ªa un respiro. La complejidad de un plan de vacunaci¨®n orientado a frenar la pandemia y la responsabilidad de presentar los planes estrat¨¦gicos de recuperaci¨®n y transformaci¨®n que exige Europa para recibir fondos as¨ª lo aconsejaban. Sin embargo, no hay tregua que valga. La reciente convocatoria electoral en la Comunidad de Madrid activa de nuevo un carrusel de campa?a sin mucho espacio para apreciar siquiera el grado de cumplimiento de los compromisos asumidos hasta ahora.
En este contexto vale la pena preguntarse por qu¨¦ es tan dif¨ªcil agotar las legislaturas, ?qu¨¦ impulsa a quienes han sido elegidos para gobernar a reiniciar un nuevo proceso electoral de manera casi compulsiva? La fragmentaci¨®n parlamentaria y, en consecuencia, la fragilidad de las mayor¨ªas para conformar gobiernos estables podr¨ªa ofrecernos alguna explicaci¨®n. Pero no creo que sea adecuado elevar a raz¨®n explicativa lo que simplemente es un rasgo que describe nuestro actual sistema de partidos. En este sentido, me inclino por pensar que lo que nos ocurre tiene mucho que ver con la naturaleza de algunos perfiles pol¨ªticos. Se trata, en t¨¦rminos generales, de personas muy capacitadas para la l¨®gica que imponen las campa?as electorales y, sin embargo, muy poco entrenadas en aquellas competencias directamente conectadas con la pura acci¨®n de gobierno. Esta circunstancia hace que la soluci¨®n electoral sea siempre una opci¨®n pol¨ªtica m¨¢s c¨®moda de administrar que la tediosa tarea de transformar programas electorales en iniciativas concretas que mejoren la vida de las personas; m¨¢s a¨²n si ello exige un esfuerzo tit¨¢nico de concertaci¨®n y acuerdo con otros.
?C¨®mo romper esta din¨¢mica tan perversa que detrae atenci¨®n y recursos de la pol¨ªtica como ejercicio de gesti¨®n hacia la pol¨ªtica como espect¨¢culo? No es f¨¢cil. T¨¦ngase en cuenta que la acci¨®n de gobierno siempre es frustrante, pues opera entre l¨ªmites. L¨ªmites jur¨ªdicos, presupuestarios, competenciales¡ l¨ªmites derivados de la ausencia de mayor¨ªas y tambi¨¦n aquellos otros que se adivinan entre procedimientos administrativos de configuraci¨®n muchas veces obsoleta. Frente a lo apuntado, como elemento descriptivo de la realidad que acompa?a toda acci¨®n pol¨ªtica, imaginen ahora la adrenalina que desatan los golpes de efecto, el culto a la vanidad, la magia de la comunicaci¨®n pol¨ªtica o la atenci¨®n medi¨¢tica sobre lo que se dice y no tanto sobre lo que uno es capaz de hacer.
?Qui¨¦n cambiar¨ªa la estimulante tarea de seducir para ser votado, por la m¨¢s tediosa misi¨®n de hacer que el pa¨ªs avance a peque?os pasos? Solo aquellos mejor preparados para entender en qu¨¦ consiste realmente la administraci¨®n del bien com¨²n saben manejar con cierta mesura la dosis de espect¨¢culo que necesita la pol¨ªtica, sin desatender ni dejar de priorizar la misi¨®n de gobernar, a pesar de los condicionantes que incorpora el mandato representativo. En estos momentos, es responsabilidad de los electores superar cierto hartazgo y acertar con su voto en la tarea de diferenciar a los unos de los otros.