Esta s¨ª que es la nueva pol¨ªtica
En vez de ofrecerse propuestas sobre c¨®mo salir de este laberinto para poder discutirlas entre todos retornamos una y otra vez a nuestras guerras familiares
El proceso de vacunaci¨®n y sus contingencias nos ha puesto ante una situaci¨®n nueva. Hasta ahora, y a medida que se fueron sucediendo las diferentes olas de la pandemia, se nos ha ido desvaneciendo la instancia a la que responsabilizar por los muchos errores cometidos en su gesti¨®n. Sobre todo, porque el ¨¦xito de las medidas no depend¨ªa solo de los poderes p¨²blicos, los ciudadanos tambi¨¦n ¨¦ramos, somos, corresponsables. Con la vacunaci¨®n, sin embargo, la cosa cambia. ...
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El proceso de vacunaci¨®n y sus contingencias nos ha puesto ante una situaci¨®n nueva. Hasta ahora, y a medida que se fueron sucediendo las diferentes olas de la pandemia, se nos ha ido desvaneciendo la instancia a la que responsabilizar por los muchos errores cometidos en su gesti¨®n. Sobre todo, porque el ¨¦xito de las medidas no depend¨ªa solo de los poderes p¨²blicos, los ciudadanos tambi¨¦n ¨¦ramos, somos, corresponsables. Con la vacunaci¨®n, sin embargo, la cosa cambia. Ah¨ª la responsabilidad es enterita de las autoridades, los ciudadanos nos plegamos gustosos a sus designios; es m¨¢s, acudimos como corderitos felices al pinchazo salvador. Ahora es cuando, por tanto, estamos plenamente legitimados a elevar nuestras protestas.
El problema es que no sabemos ante qui¨¦n hacerlo. Si ya era dif¨ªcil por la cuesti¨®n de la cogobernanza, ahora s¨ª que es endiablado. Si miramos a la Comunidad Aut¨®noma, esta dir¨¢ que la culpa es de quien debe de mandarle las vacunas, o sea, el Gobierno. Si dirigimos a ¨¦l nuestra ira, se encoger¨¢ de hombros y se?alar¨¢ a la Comisi¨®n Europea, y esta ¨²ltima apuntar¨¢ a las grandes farmac¨¦uticas. Seguro que a todos puede imput¨¢rseles una parte de culpa, solo que ignoramos c¨®mo repartirla. Del mismo modo que tampoco podemos estar seguros de que se siguen las directrices de los cient¨ªficos. En parte, porque la ciencia no es omnisciente y se sujeta a sus propios mecanismos de ensayo/error; en parte, porque su traslaci¨®n a la l¨®gica de la pol¨ªtica democr¨¢tica significa operar con juicios y medios alejados de cualquier criterio de verdad.
Si saco este tema a colaci¨®n es porque a partir de ahora ya es inevitable afrontar esta nueva complejidad marcada por la incertidumbre, la contingencia, la superposici¨®n de instancias decisi¨®n, la interferencia del poder de las grandes corporaciones. O por c¨®mo se enlazan los discursos expertos con la voluntad ciudadana. La agenda del futuro inmediato, la pospandemia, ya tiene marcado en rojo el cambio clim¨¢tico, as¨ª que tendremos cient¨ªficos para rato. Pero est¨¢ tambi¨¦n la cuesti¨®n de la supervivencia de la democracia. No solo por los populismos, sino porque su mismo fundamento normativo se est¨¢ tambaleando. Recordemos que la democracia se sustenta sobre la idea de que un demos siempre debe ser capaz de decidir c¨®mo quiere vivir, algo ya casi imposible en Estados postsoberanos tan sujetos a esa intrincada red de interdependencias, como ahora nos ha recordado el coronavirus. Y encima hu¨¦rfanos de eficaces mecanismos de gobernanza global.
Estas cuestiones deber¨ªan centrar la conversaci¨®n p¨²blica, porque no es la pol¨ªtica que viene, es en la que ya estamos. Pero reina el silencio. Siempre parecen tener prioridad los h¨¢bitos de la vieja pol¨ªtica que tan bien conocemos. En vez de ofrecerse propuestas sobre c¨®mo salir de este laberinto para poder discutirlas entre todos retornamos una y otra vez a nuestras guerras familiares. Nos fogueamos con la munici¨®n conceptual de siempre, los temas que importan se acallan bajo el estruendo de la campa?a electoral permanente, invariablemente centrada en desvirtuar al contrario. Nuestro espacio p¨²blico es un p¨¢ramo discursivo. M¨¢s que intercambiar ideas preferimos solazarnos con, s¨ª, ?Rociito!