Continuamente Madrid
Desde hace un tiempo en todas partes hay Madrid y no existen afueras informativas en lo que no sea ella
Hace un tiempo que Madrid rebos¨®, o volc¨® como el agua de un vaso, y se desparram¨® accidentalmente, y ahora en todas partes hay Madrid. Da igual estar lejos que cerca. Madrid engord¨®, o quiz¨¢ se puso c¨®moda y se estir¨® un poco, a lo largo y lo ancho. Ocupa mucho m¨¢s que su espacio geogr¨¢fico, y ahora est¨¢ en otros lugares, Huesca, Sanxenxo, Benidorm, C¨¢diz, Albacete¡ Escenario de todas las luchas de poder, los tacticismos, la propaganda, las vanidades, la exasperaci¨®n de los d¨ªas, Madrid pas¨® de ser una parte importante, bien delimitada, a volverse un todo, una realidad omnipresente, irresisti...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Hace un tiempo que Madrid rebos¨®, o volc¨® como el agua de un vaso, y se desparram¨® accidentalmente, y ahora en todas partes hay Madrid. Da igual estar lejos que cerca. Madrid engord¨®, o quiz¨¢ se puso c¨®moda y se estir¨® un poco, a lo largo y lo ancho. Ocupa mucho m¨¢s que su espacio geogr¨¢fico, y ahora est¨¢ en otros lugares, Huesca, Sanxenxo, Benidorm, C¨¢diz, Albacete¡ Escenario de todas las luchas de poder, los tacticismos, la propaganda, las vanidades, la exasperaci¨®n de los d¨ªas, Madrid pas¨® de ser una parte importante, bien delimitada, a volverse un todo, una realidad omnipresente, irresistible.
No importa lo lejos que te encuentres y lo rodeado que est¨¦s por tu vida personal y tus asuntos: apenas levantas la cabeza para airearte, almorzar o consultar el tel¨¦fono, escuchas o lees ¡°Madrid¡±. Lo digo sin resoplar ni hacer chst con la lengua, hastiado. Ese Madrid latoso no es la ciudad, obviamente, sus maravillas o su ciudadan¨ªa, la cual equivale a una suma de gente procedente de otros muchos lugares. Tranquilidad. Me refiero, m¨¢s bien, a los infinitos asuntos madrile?os, a cuanto se cuece en sus m¨¢rgenes y c¨®mo el tema al instante salta m¨¢s all¨¢, alcanz¨¢ndote, a veces como un balonazo.
Empleamos tanto algunas palabras, y para referirnos a cosas tan distintas, que se banalizan y pierden precisi¨®n, profundidad, brillo. Lo mismo ocurre con esta ciudad, que por momentos se vuelve una suma descascarillada de sonidos, casi una onomatopeya irritante, un piiiii que se clava en el o¨ªdo. Madrid, como tema, fagocit¨® las distancias, las separaciones, de tal manera que cada sitio ¡ª?Dos Hermanas, Ribadesella, Cadaqu¨¦s, Sig¨¹eiro?¡ª tiene lo suyo, sus problemas y, sin pedirlo expresamente, tambi¨¦n lo de Madrid. No es una ciudad, Madrid, no es un territorio, no es un centro, no es una capital. Es todo eso, por supuesto, y nos gusta por ello. Pero el caso es que Madrid es ya, sobre todo, una m¨¢quina de crear su propia realidad y extenderla.
En los ochenta, Gomaespuma ten¨ªa un gag radiof¨®nico vagamente surrealista, que protagonizaba un hombre tendido en el sof¨¢ de su casa, al que de repente empezaba a crecerle una oreja. Primero aumentaba de tama?o hasta alcanzar el suelo, lo que ya permite hablar de una oreja considerable, pero luego ocupaba todo el apartamento, desbordaba el edificio, cubr¨ªa el barrio entero, se sal¨ªa de la ciudad. Al final, se extend¨ªa por el pa¨ªs en todas las direcciones. Una cosa digna de ver, supongo. Esa fuerza arrolladora de la oreja interminable se comportaba con el insaciable hambre que ahora hace funcionar la m¨¢quina desde la que Madrid fabrica para todo el pa¨ªs asuntos madrile?os.
Es el gran tema. Su realidad apenas descansa, Madrid nunca duerme, sin importar cu¨¢l sea el asunto de cada d¨ªa, en todo caso madrile?o. Madrid tiene para s¨ª y para todos. Es el tema, si nos ponemos a escuchar, en Marbella, Menorca, Muros, Murcia, Montijo o Molina de Arag¨®n, por jugar un rato con la letra m. Madrid es alimento y boca. La atenci¨®n sobre ella demanda continuamente m¨¢s Madrid. No puede parar. Se gusta.
Quiz¨¢ es que Madrid empieza a creerse Madrid, en el sentido en el que el due?o del viejo bar Chasen, de Beverly Hills, sol¨ªa comentar que Humphrey Bogart, Boggie, ¡°es un tipo encantador hasta eso de las once y media de la noche; a partir de ah¨ª no lo aguanta ni Dios. Se cree Humphrey Bogart¡±.
Su hegemon¨ªa informativa se extendi¨® hasta juntarse con lo lejos ¡ª?Ribadeo, Pe?¨ªscola, Ayamonte, Ir¨²n?¡ª, donde pugna con los temas regionales y locales, a veces vapule¨¢ndolos. La exuberancia de informaci¨®n, y la fuerza de las redes sociales y los medios de comunicaci¨®n para irradiarla en cualquier direcci¨®n, dejan la sensaci¨®n de que esa ciudad vive en un vertiginoso estado de gerundio: Madrid siempre est¨¢ pasando. A cada instante se gesta algo. Es el personaje principal y tambi¨¦n los secundarios. No es sencillo, en mitad de su piiiii cr¨®nico, que otros territorios se hagan notar. En la vieja dial¨¦ctica entre centro y periferia, Madrid contra el resto, claramente se impuso. Fin de partida.
No existen las afueras en la informaci¨®n que parte de ella. Y as¨ª, lentamente, sin darnos demasiada cuenta, los asuntos madrile?os se inmiscuyeron en nuestras vidas. Estamos ante una realidad que funciona como una lluvia pertinaz. Puedes taparte con un paraguas, pero ?c¨®mo refugiarte del tac tac de las gotas, casi enloquecedor? A veces, para ignorar que su existencia arrecia all¨¢ donde est¨¦s, no hay m¨¢s remedio que hablar o escribir de ella. Quiz¨¢ esto no se entiende muy bien, pero recordemos el caso de Guy de Maupassant, harto de abrir la ventana de su casa y ver en el horizonte la torre Eiffel a cualquier hora. Empez¨® a odiarla con todas sus fuerzas; tanto que muchos d¨ªas iba a comer y a escribir al restaurante de la Torre para no verla.
Juan Tall¨®n es periodista y escritor.