Entre la libertad y el miedo
El libro de Germ¨¢n Arciniegas obr¨® en los dem¨®cratas latinoamericanos que lo leyeron en su tiempo el efecto vivificante de un llamado a filas
Hace ya un tiempo, tra¨ªdos por sus quehaceres literarios, vinieron a Bogot¨¢ desde M¨¦xico la poeta Mar¨ªa Baranda y el ensayista y cr¨ªtico literario Christopher Dom¨ªnguez Michael.
Hicimos tiempo para juntarnos un buen rato en el ¡°Caf¨¦ Pasaje¡±, muy cerquita de la Plazoleta del Rosario, la misma donde unos exaltados, sedicentes indigenistas, derribaron hace poco la estatua del conquistador Jim¨¦nez de Quezada. L¨®pez Obrador no llegaba a¨²n a la presidencia de su p...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Hace ya un tiempo, tra¨ªdos por sus quehaceres literarios, vinieron a Bogot¨¢ desde M¨¦xico la poeta Mar¨ªa Baranda y el ensayista y cr¨ªtico literario Christopher Dom¨ªnguez Michael.
Hicimos tiempo para juntarnos un buen rato en el ¡°Caf¨¦ Pasaje¡±, muy cerquita de la Plazoleta del Rosario, la misma donde unos exaltados, sedicentes indigenistas, derribaron hace poco la estatua del conquistador Jim¨¦nez de Quezada. L¨®pez Obrador no llegaba a¨²n a la presidencia de su pa¨ªs pero nadie discut¨ªa que as¨ª habr¨ªa de ser, inexorablemente.
Recuerdo que la conversaci¨®n deambul¨® por un rato a cuenta de la suerte corrida, en poco m¨¢s de un cuarto de siglo, por las democracias de nuestra Am¨¦rica desde aquellos a?os 90 cuando se pensaba que, aun con enormes dificultades, el debate de ideas y, sobre todo, la alternabilidad democr¨¢tica pod¨ªan llegar a ser el santo y se?a de toda la regi¨®n, en lugar de los pronunciamientos militares de medianoche, los esl¨®ganes molotovianos, la zozobra ciudadana y las balas.
Recuerdo tambi¨¦n que mencion¨¦ en passant el libro del escritor y pol¨ªtico colombiano Germ¨¢n Arciniegas que da t¨ªtulo a esta columna. Durante la pandemia y lo que va de esta quincena peligrosa que se vive en Colombia he pensado a menudo en ese libro, ha vuelto a m¨ª esa frase inquietante que, seg¨²n cuenta Arciniegas en alg¨²n pr¨®logo, se le ocurri¨® a su esposa, Gabriela, mientras ¨¦l investigaba y compon¨ªa el libro durante una estancia en la universidad de Columbia, a fines de los a?os 40.
Su libro es un exhaustivo diagn¨®stico del estado de nuestras rep¨²blicas en la inmediata posguerra. Con cifras muy bien averiguadas y ci?¨¦ndose a sus ideas democr¨¢ticas, y la muy suya manera de ser liberal, el panorama que brindaba Arciniegas era desolador.
Eran los tiempos de Foster Dulles y las conferencias interamericanas de Bogot¨¢ y Caracas, de la ¡°internacional de las espadas¡±: un continente sojuzgado por ignominiosas dictaduras militares y cuyas relaciones con los Estados Unidos estaban dominadas por las razones de la Guerra Fr¨ªa. Las mismas razones con las que, acus¨¢ndolo de comunista, la CIA y la reacci¨®n local derrocaron al guatemalteco Jacobo ?rbenz.
Para avivar una idea clara del per¨ªodo se recomiendan la extraordinaria novela Tiempos Recios, de don Mario Vargas Llosa y las tr¨¢gicas, l¨²cidas memorias de Juan Bosch. La banda sonora de este trecho de mi columna corre a cargo de Luis Alcaraz y su orquesta.
Es sorprendente el destino de los libros. El de Arciniegas, con ser, como he dicho, desolador, obr¨® en los dem¨®cratas latinoamericanos que lo leyeron en su tiempo, el efecto vivificante de un llamado a filas. Sospecho que conmovi¨® m¨¢s a los activistas de disposici¨®n liberal que a los abnegados comunistas de la ¨¦poca. Lo cierto es que la censura militar continental y las cr¨ªticas del conservadurismo lo hicieron correr durante los a?os cincuenta una suerte en mucho similar a la que, a?os despu¨¦s, toc¨® a Las venas abiertas de Am¨¦rica Latina, de Eduardo Galeano.
En mi pa¨ªs el libro se convirti¨® en objeto acompa?ante, casi en amuleto de buena suerte, de los abnegados activistas clandestinos de Acci¨®n Democr¨¢tica, el partido del socialdem¨®crata R¨®mulo Betancourt.
De modo que aquella descripci¨®n sin atenuantes del tama?o y poder del adversario ¡ªel militarismo y sus dictaduras en toda nuestra Am¨¦rica¡ª fue el libro-acicate de muchos luchadores democr¨¢ticos perseguidos por los esbirros de Per¨®n, P¨¦rez Jim¨¦nez, Anastasio Somoza, Rafael Trujillo o Manuel Odr¨ªa.
Aunque escrito en Nueva York, Entre la libertad y el miedo no pudo tener un origen m¨¢s latinoamericano. Arciniegas se sent¨® a escribirlo a instancias de otros intelectuales hispanoamericanos que, como ¨¦l, participaban en el legendario Seminario Latinoamericano fundado por el gran latinoamericanista Frank Tannembaum en la Universidad de Columbia.
Tannembaum, a quien Enrique Krauze dedic¨® uno de sus ensayos m¨¢s iluminadores y emocionantes ¡ªEl gringo que entendi¨® a M¨¦xico¡ª fue hombre que am¨® much¨ªsimo nuestras naciones solo para ser injustamente denostado por la dogm¨¢tica izquierda latinoamericana de hace medio siglo.
Durante las ¨²ltimas noches de esta temporada colombiana, tan llenas de insensata violencia y de ominosos presagios autoritarios, me he hecho acompa?ar de Arciniegas y, por asociaci¨®n de ideas, tambi¨¦n de Tannembaum ¡ªvolv¨ª a uno de sus cl¨¢sicos: ¡°America Latina, revoluci¨®n y evoluci¨®n¡±¡ª, merced el fulgurante recuerdo que de su persona y sus seminarios guard¨® el colombiano.
Saqu¨¦, tambi¨¦n, de la Biblioteca Arango, un libro que Krauze pondera detenidamente en su ensayo y que yo no conoc¨ªa: ¡°M¨¦xico: La lucha por la paz y por el pan¡±. De Arciniegas a Tannebaum y de nuevo a Tannenbaum, comentado por Krauze.
Son lecturas que me atrevo humildemente a recomendar en esta hora grave a todo joven colombiano amante de la justicia social y la libertad.