Desmemorias de ?frica
Despu¨¦s de d¨¦cadas en las que el continente africano hab¨ªa marcado la vida espa?ola, lo arrinconamos en nuestra memoria colectiva. De paso, dimos tambi¨¦n la espalda a Ceuta y a Melilla
Es f¨¢cil olvidar la Historia cuando no nos gusta. El fin inconcluso de la presencia colonial espa?ola en ?frica tuvo mucho de humillaci¨®n, con un dictador agonizante y un pa¨ªs instalado en la crisis. Luego la Transici¨®n hizo girar todas las miradas hacia Europa. A Europa pertenec¨ªamos y quer¨ªamos volver. Era el futuro y la modernidad.
Despu¨¦s de d¨¦cadas en las que ?frica hab¨ªa marcado la vida espa?ola, la arrinconamos en nuestra memoria colectiva. No hab¨ªa mucho que...
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Es f¨¢cil olvidar la Historia cuando no nos gusta. El fin inconcluso de la presencia colonial espa?ola en ?frica tuvo mucho de humillaci¨®n, con un dictador agonizante y un pa¨ªs instalado en la crisis. Luego la Transici¨®n hizo girar todas las miradas hacia Europa. A Europa pertenec¨ªamos y quer¨ªamos volver. Era el futuro y la modernidad.
Despu¨¦s de d¨¦cadas en las que ?frica hab¨ªa marcado la vida espa?ola, la arrinconamos en nuestra memoria colectiva. No hab¨ªa mucho que celebrar: las migajas del reparto colonial para un imperio desmoronado; el lugar desde el que Franco dio su golpe de Estado; el territorio del que no pudimos ni salir dignamente.
El pasado africano espa?ol no tiene la gran figura de las letras que lo glose, para bien o para mal, como s¨ª lo tiene Portugal, por ejemplo, con Antonio Lobo Antunes. Im¨¢n, de Ram¨®n J. Sender, o La ruta, el volumen II de La forja de un rebelde, de Arturo Barea, cr¨ªticas ambas implacables de un absurdo orgullo nacional en el que la vida de los hombres val¨ªa muy poco, quedan lejos.
De paso, dimos tambi¨¦n la espalda a Ceuta y a Melilla de las que solo nos acordamos en el resto de Espa?a cuando pasa algo. Son el escenario, si acaso, de alguna serie, de alguna pel¨ªcula, normalmente sobre el tr¨¢fico de drogas (El ni?o, El Pr¨ªncipe) o, m¨¢s recientemente, sobre el drama migratorio (Ad¨²). Le pasar¨ªa tambi¨¦n a Canarias, si no fuera por el n¨²mero de turistas que recibe.
Todo esto viene al caso, claro, del reciente conflicto con Marruecos. Extra?a relaci¨®n con nuestro vecino. Para algunos, parte del problema ha estado en no haber atendido ciertas sensibilidades, no haber sabido leer lo que preocupaba (molestaba) en Rabat. Piel demasiado fina; nada justificar¨¢ nunca echar al mar a miles de personas, ni esa sensaci¨®n habitual de sentirnos rehenes de nuestro supuesto aliado.
Tampoco se explicar¨ªa la falta de sensibilidad espa?ola por falta de conocimiento. Pese a la distancia emocional, hay un buen n¨²mero de voces expertas que conocen muy bien el pasado y el presente, y un buen n¨²mero de obras que las respaldan.
Precisamente acaban de publicarse dos de car¨¢cter hist¨®rico que vienen a seguir cubriendo lagunas: El vuelo de los buitres, obra p¨®stuma de Jorge M. Reverte, sobre el desastre de Annual (imposible no recordar el Annual 1921 de Manu Leguineche), y El frente de T¨¢nger, de Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa, sobre la guerra civil en el sector espa?ol de la antigua ciudad internacional. Las dos tienen la vocaci¨®n de contar la historia desde ambos lados (espa?ol-marroqu¨ª; republicano-nacional). Esa mirada amplia, sin sectarismos, con comprensi¨®n, pero con valores firmes, es la necesaria para poder abordar una relaci¨®n fundamental para el presente y el futuro de nuestro pa¨ªs, en particular, y del Mediterr¨¢neo, en general.