Picozapato
Era dif¨ªcil no simpatizar con la iron¨ªa que desplegaba la verba antipol¨ªtica del bolivarianismo conservador de Jorge Olavarr¨ªa
En la gu¨ªa de aves de la pol¨ªtica en Am¨¦rica Latina figuran modernamente tres variedades del p¨¢jaro de pico de zapato, llamado picozapato por los naturalistas confianzudos.
Ellas son, a saber, el vocero de la agencia de demoscopia, el asesor electoral y el sagaz comentarista pol¨ªtico, a menudo un tertuliano de la tele, que propone, sin desmayo y como soluci¨®n a todos los problemas del pa¨ªs, la convocatoria urgente de una asamblea constituyente.
No siempre estas variedades comparten el mismo h¨¢bitat ni la misma ¨¦poca. Ocasiones ha habido en que uno o dos de ellas se funden en una ...
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En la gu¨ªa de aves de la pol¨ªtica en Am¨¦rica Latina figuran modernamente tres variedades del p¨¢jaro de pico de zapato, llamado picozapato por los naturalistas confianzudos.
Ellas son, a saber, el vocero de la agencia de demoscopia, el asesor electoral y el sagaz comentarista pol¨ªtico, a menudo un tertuliano de la tele, que propone, sin desmayo y como soluci¨®n a todos los problemas del pa¨ªs, la convocatoria urgente de una asamblea constituyente.
No siempre estas variedades comparten el mismo h¨¢bitat ni la misma ¨¦poca. Ocasiones ha habido en que uno o dos de ellas se funden en una misma cruza.
Por razones que no me atrevo siquiera a sospechar, la prensa nacional de cada pa¨ªs les confiere ante el p¨²blico interesado el estatuto de observadores no beligerantes que promueven con ecuanimidad la circulaci¨®n de ideas bienhechoras en tiempos de crisis.
Podr¨ªa pensarse que esto ¨²ltimo ocurre solo en pa¨ªses donde a¨²n puedan escribir, hablar y gesticular libremente pol¨ªticos, periodistas y acad¨¦micos.
Sin embargo, aun en condiciones tan adversas a la vida pol¨ªtica en libertad como las que imperan, por ejemplo, en la sufrida Venezuela, los picozapatos oponen porfiada resistencia a la extinci¨®n.
El picozapato, como el zopilote, gallinazo, zamuro, chulo, jote y todos los dem¨¢s nombres que recibe el g¨¦nero Coragyps en nuestra Am¨¦rica, se ha implantado tenazmente en la regi¨®n desde finales de los a?os ochenta del siglo pasado.
El s¨ªmil ornitol¨®gico, con ser manido y bastante facil¨®n, se justifica a mi modo de ver por la mim¨¦tica afinidad que muestran el caminar del picozapato (Balaeniceps rex) y el modo con que estos perif¨¦ricos actores pol¨ªticos se desplazan por un vecindario en perenne incertidumbre. Hablo, desde luego, tambi¨¦n de su habla y su gesticular en p¨²blico.
Movi¨¦ndose por las ci¨¦nagas y aguas estancadas del ?frica tropical, donde crece el papiro y abundan las verrugosas ranas de su dieta, el andar del picozapato luce sumamente cauto. Sin embargo, su sigilo al caminar contrasta con el estruendoso graznido satisfecho que emite tras deglutir una presa. Hay momentos en que recuerda un tiroteo. Verlo sobrecoge, aunque sea en YouTube.
Precauci¨®n extrema al dar un pron¨®stico ¨C la reputaci¨®n de la agencia encuestadora, nunca olvidarlo, est¨¢ en juego¡ªy sonar muy campanudo al cacarear lo que tanto a la oposici¨®n como al gobierno les conviene hacer¡ªel polit¨®logo, al cabo, aspira a dejar alg¨²n d¨ªa de ser coach entrevistable y convertirse en ministro consejero. Ah¨ª est¨¢ el todo de su oficio, o casi todo.
Una expresi¨®n esperable de todo encuestador en v¨ªsperas de elecciones re?idas suena algo as¨ª como ¡°estas cifras son solo la fotograf¨ªa de un instante. Quince d¨ªas son mucho tiempo en pol¨ªtica; falta mucho para el d¨ªa D y todav¨ªa pueden cambiar: lo que cuenta es la tendencia, su proyecci¨®n en el tiempo¡±.
Las voces ¡°narrativa¡±, ¡°empoderar¡±, ¡°articular¡±, ¡°conectar¡± y ¡°empat¨ªa¡± son la t¨®nica, la dominante, la subdominante y la octava disminuida en la partitura del polit¨®logo solista del panel de expertos.
No se crea, sin embargo, que interpretar mediciones sin espantar al cliente y asumir el coaching del candidato sin necesariamente correr su suerte es como vender cerveza en el parque de b¨¦isbol un domingo de agosto. El trabajo de esta gente es dificil¨ªsimo; mucho m¨¢s, me parece, que el de los mism¨ªsimos candidatos.
El avistamiento m¨¢s dif¨ªcil de registrar es el del picozapato constitucionalista. Con frecuencia de trata de un pol¨ªtico sin partido, sumamente culto y palabrero que, para singularizarse en el pelot¨®n, adopta un discurso que no es ni neoliberal ni estatista. Su pico busca el hueso y la m¨¦dula, afirma: lo suyo es cambiar radicalmente las reglas.
Puede estarse en ello toda una vida sin persuadir a nadie hasta que el d¨ªa en que se cruza con un populista arrebatador necesitado de consignas.
En Venezuela tuvimos a Jorge Olavarr¨ªa, un insumergible picozapato de la aristocracia criolla que lo hab¨ªa sido todo en cuarenta a?os de vida p¨²blica: diplom¨¢tico, autor de ¨¦xito, columnista insoslayable, editor, productor de TV y candidato presidencial.
Era dif¨ªcil no simpatizar con la iron¨ªa que desplegaba la verba antipol¨ªtica de su bolivarianismo conservador y con su erudita facundia de francotirador experto en derecho comparado.
Ch¨¢vez, seductora urraca ladrona, lo capt¨® para su comando de campa?a y le birl¨® el tema de convocar una asamblea constituyente. Por unos meses lo hizo sentirse gran consejero ¨¢ulico de la Quinta Rep¨²blica bolivariana.
Honra su memoria el haberse unido a la bancada opositora desde el primer d¨ªa. No pasaban de cinco en un mar de 131 asamble¨ªstas que nos dieron la mostrenca constituci¨®n que el chavismo no ha dejado de violar durante 22 a?os.
Olavarr¨ªa muri¨® en 2005, opositor mas nunca arrepentido.
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