El hoy de Plutarco
Releyendo las ¡®Vidas paralelas¡¯ me dio por pensar en una posible ¡®aplicaci¨®n Plutarco¡¯ a nuestra realidad
Releyendo las Vidas paralelas me dio por pensar en una posible aplicaci¨®n Plutarco a nuestra realidad. El prop¨®sito del gran pol¨ªgrafo tardo-imperial no era escribir ¡°historias, sino vidas¡±, en las que ¡°un hecho de un momento, un dicho agudo y una ni?er¨ªa sirve m¨¢s para declarar un car¨¢cter que batallas [¡] y sitios de ciudades¡± (cito por la traducci¨®n cl¨¢sica de Ranz Romanillos). As¨ª que yo, un pol¨ªgrafo de provincias llevado de m¨¢s leve intenci¨®n, establec¨ª un paralelismo local ent...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Releyendo las Vidas paralelas me dio por pensar en una posible aplicaci¨®n Plutarco a nuestra realidad. El prop¨®sito del gran pol¨ªgrafo tardo-imperial no era escribir ¡°historias, sino vidas¡±, en las que ¡°un hecho de un momento, un dicho agudo y una ni?er¨ªa sirve m¨¢s para declarar un car¨¢cter que batallas [¡] y sitios de ciudades¡± (cito por la traducci¨®n cl¨¢sica de Ranz Romanillos). As¨ª que yo, un pol¨ªgrafo de provincias llevado de m¨¢s leve intenci¨®n, establec¨ª un paralelismo local entre dos figuras heroicas llamadas, parec¨ªa, a dejar huella, y hoy acalladas, qui¨¦n sabe si para siempre.
Hace a?o y medio, Albert Rivera tuvo en sus manos la consumaci¨®n de una gesta que podr¨ªa haber cambiado el curso de las aguas, y la desperdici¨®, provocando la primera debacle de un partido en pleno auge. As¨ª naci¨® aventureramente un triunvirato virado a la izquierda cuyos resultados unos juzgamos de un modo y otros de otro. El dios de las urnas (que no para de hablar) dir¨¢. Mientras tanto, Rivera cay¨® estrepitosamente y ha ca¨ªdo, all¨ª donde empez¨® sus haza?as, Pablo Iglesias, con sus tres peinados. El triunvirato aguanta.
En las Vidas paralelas de Plutarco abundan los esp¨ªritus, como es propio de una obra que combina la historia militar con la angustia de las influencias estudiada por Bloom. Julio C¨¦sar tiene en el libro su propia vida, una de las mejores del autor, pero no solo eso: asoma en las de otros, soldados o estadistas, y condiciona unas cuantas. Viendo ahora que en la Asamblea de Madrid no hay esca?os para Ciudadanos y tampoco se sentar¨¢ como jefe de la oposici¨®n Iglesias, el fantasma de S¨¢nchez retorna. Rivera sufri¨® en sus carnes su antisanchismo a ultranza; Iglesias fue m¨¢s listo y le abraz¨®, como si viera en Pedro a un salvador m¨¢s que a un socio. Y el que no se salv¨® ha sido ¨¦l. ?Pedro S¨¢nchez un C¨¦sar? Que el presidente recuerde las cuchilladas que sus aliados le dieron a aquel hombre ambicioso.