Por qu¨¦ lloras, Gay Talese
No es la primera vez que un intelectual consagrado aparece en la portada de un medio de comunicaci¨®n importante quej¨¢ndose de que no tiene sitio
Magn¨ªfica entrevista en Abc a Gay Talese, y admirable la decisi¨®n del peri¨®dico de dedicarle su portada, con el titular Hoy no podr¨ªa escribir una palabra en prensa. No me publicar¨ªan, y tres p¨¢ginas interiores (en donde m¨¢s que a la prensa, parece que se refiere a The New York Times). No es la primera vez que un intelectual consagrado aparece en la primera p¨¢gina de un medio de comunicaci¨®n importante quej¨¢ndose de que no tiene sitio. Acto seguido sue...
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Magn¨ªfica entrevista en Abc a Gay Talese, y admirable la decisi¨®n del peri¨®dico de dedicarle su portada, con el titular Hoy no podr¨ªa escribir una palabra en prensa. No me publicar¨ªan, y tres p¨¢ginas interiores (en donde m¨¢s que a la prensa, parece que se refiere a The New York Times). No es la primera vez que un intelectual consagrado aparece en la primera p¨¢gina de un medio de comunicaci¨®n importante quej¨¢ndose de que no tiene sitio. Acto seguido suelen arremeter contra el victimismo y la piel fina de los j¨®venes, y en cuanto reciben un tuit entran como un elefante en una cacharrer¨ªa en la CNN para contar que un chico de M¨®stoles les acaba de cancelar.
Hay algo com¨²n en quienes se quejan de la correcci¨®n pol¨ªtica y sus consecuencias: 1) tienen voz en los medios m¨¢s importantes y esos medios generalmente los promocionan porque sus opiniones dan muchos clicks, 2) escriben m¨¢s sobre los peligros de ser cancelados que cosas susceptibles de cancelaci¨®n y 3) tienen raz¨®n en que hay un p¨²blico idiotizado y cada vez m¨¢s ruidoso, de una moral horror vacui, que en ocasiones puntuales se ha llevado por delante alguna cabeza gloriosa a la que la ha importado un pito la cancelaci¨®n (Woody Allen) y en otras ha dejado sin trabajo a gente m¨¢s modesta, como al c¨®mico David Su¨¢rez, por un chiste sobre el s¨ªndrome de Down (a Su¨¢rez le piden un a?o y ocho meses de c¨¢rcel). De la justicia y sus cancelaciones tambi¨¦n hay que hablar: Mongolia pagando 40.000 euros a Ortega Cano por una co?a, una mujer condenada por sacar en procesi¨®n una vagina de pl¨¢stico o un hombre condenado a pagar 70.000 euros a Irene Montero por un poema machista, sentencia revocada dos a?os despu¨¦s.
Casos todos ellos no relacionados tanto con la correcci¨®n pol¨ªtica, que tambi¨¦n, como con la empresarial y judicial; es decir, la correcci¨®n hegem¨®nica. Esa por la que, cuando en nuestro oficio se dice ¡°la que me va a caer ma?ana¡±, se hace pensando en las redes sociales, no en la planta de arriba. La misma correcci¨®n por la que, si hay m¨¢s gente preocupada de ser cancelada en Twitter que de serlo en su empresa, es porque ni se plantean enfadar a los segundos. Hace un a?o hablaba de estos asuntos con la periodista Guadalupe B¨¦cares en Ethic: que te caiga encima una turba es una experiencia muy desagradable, un asco de experiencia, algo que puede afectar a tu salud mental. En muchas ocasiones esa turba te ataca por planteamientos que comparte el medio en el que los expresas, y eso no es cobard¨ªa -todo lo contrario- pero tampoco casualidad.
Lo que no se puede hacer es llorar en seg¨²n qu¨¦ sitios. Ni en las televisiones, las radios o los peri¨®dicos en los que trabajas o a los que te invitan. Tampoco se llora si eres Gay Talese, ni se llora desde EL PA?S ni desde su competencia, ni desde cadenas generalistas, ni desde ning¨²n lugar bien pagado y con mucha atenci¨®n porque va a parecer que necesitas un meg¨¢fono para decir que no se te escucha. ¡°Hoy parece que no se puede decir nada¡±, dice Pablo Motos a sus tres millones diarios de espectadores. Se puede y se debe, como se puede y se debe asumir que haya gente contestando desde lugares que antes no exist¨ªan, a veces respondiendo sandeces y otras respondiendo, tambi¨¦n, a sandeces.