¡°La pol¨ªtica me repele, est¨¢ enviciada, alejada de las necesidades de la gente¡±
Gay Talese repasa su libro ¡®El puente¡¯, que se publica en Espa?a 50 a?os despu¨¦s de su edici¨®n en ingl¨¦s ¡°Soy un escritor lento, no tomo atajos, doy lo mejor de m¨ª mismo¡±, afirma
Gay Talese es delgado y algo trasl¨²cido. Traje de tres piezas, zapatos de 3.000 d¨®lares (2.400 euros) y, en la mano, un sombrero color crema del que en cualquier momento pueden salir Frank Sinatra y su voz de platino. ¡°Si uno se viste para un funeral, por qu¨¦ no vestirse para la vida¡±, sentencia. La leyenda viva del nuevo periodismo aguarda en el bar The Champagne del decimon¨®nico Hotel Plaza, en Manhattan. Hoy est¨¢ de buen humor. Ha venido a hablar de El puente, el libro que Alfaguara publica ahora por primera vez en espa?ol. La obra describe las historias humanas que rodearon el levantamiento del puente que une Brooklyn con Staten Island. Considerada una de las cumbres del periodismo del siglo XX, han transcurrido m¨¢s de 50 a?os desde que Talese la escribi¨®. Tiempo suficiente para emitir juicio.
Pregunta. ?Qu¨¦ ha sentido al releerla?
Respuesta. Pues me he vuelto a ver a m¨ª mismo, he vuelto a visitar mi juventud.
P. ?Y le ha gustado?
R. S¨ª, claro. Mire, mi vida son los otros. Yo me he conocido conociendo a otros; me he descubierto descubriendo a los dem¨¢s. Y en este libro los he vuelto a reencontrar.
P. ?Y pasado todo este tiempo, no cambiar¨ªa nada?
R. No. Soy un escritor lento, primero recojo mucha informaci¨®n, luego escribo y reescribo hasta que no puedo m¨¢s. Pero no tomo atajos, doy lo mejor de m¨ª mismo. No me arrepiento de lo que hice.
P. ?Y c¨®mo dosifica tanta informaci¨®n?
R. Busco una escena y luego desarrollo la pel¨ªcula. Todo lo que escribo tiene una imagen. Pero lo m¨¢s dif¨ªcil no es eso, lo m¨¢s dif¨ªcil es hacer f¨¢cil la lectura.
P. Pues un puente no parece un tema f¨¢cil.
R. Me gusta escribir sobre gente real, haciendo cosas reales. Eso es El puente.
El motel del Voyeur y la Mafia
Aquello estaba destinado a ser el gran reportaje final de Gay Talese. Era la incre¨ªble historia de Gerald Foos, el due?o de un hotel que hab¨ªa espiado durante d¨¦cadas a sus hu¨¦spedes y al que Talese lleg¨® a visitar a principios de los ochenta. Cuando en 2016 sali¨® a la luz El motel del voyeur, la espectacular historia fue puesta en duda por medios como The Washington Post. La cr¨ªtica se basaba en que Foos hab¨ªa mentido sobre la posesi¨®n del establecimiento y la comisi¨®n de un crimen (no denunciado) en sus habitaciones. Talese, en un primer momento, abomin¨® de su propia obra. Pero meses despu¨¦s, rectific¨®.
"Cuando se me fue la decepci¨®n, me di cuenta de que las mentiras de Foos no afectaban a mi libro, de que lo publicado se manten¨ªa. Y por eso lo defiendo", explica el autor. "Me ha pasado mucho, eso de estar abajo y arriba. Me ocurri¨® cuando en Honrar¨¢s a tu padre escrib¨ª sobre la Mafia, entonces me criticaron por ser demasiado amable. Y no lo era, pero no me gusta matar a la gente, me preocupo sobre quienes escribo, no voy con un hacha en la mano".
P. Y su t¨¦cnica, ?ha cambiado desde entonces?
R. Tengo 86 a?os y soy la misma persona que cuando ten¨ªa 26. Tomo notas en trozos de cart¨®n y nunca delante de la gente. No quiero intimidarla. Converso con ellos y luego, cuando me quedo solo, me apunto aquello que me ha interesado. Si quiero saber m¨¢s, vuelvo al d¨ªa siguiente. Trabajo igual que hace 60 a?os.
P. ?Sin tel¨¦fono m¨®vil?
R. No me hace falta. Si quiero hablar con alguien, prefiero hacerlo personalmente. Cuando empezaba en The New York Times, un viejo redactor jefe nos dio un consejo; para un reportaje, qu¨¦dense lejos del tel¨¦fono, vayan a los sitios y conozcan a la gente. En aquellos a?os, el tel¨¦fono tambi¨¦n era tecnolog¨ªa¡
P. Deduzco que tampoco usar¨¢ las redes sociales.
R. Directamente no las entiendo.
Talese est¨¢ sentado en un silloncito de terciopelo dorado. Se ha puesto cerca del periodista para no forzar la voz. En los altavoces de The Champagne se van alternando Billie Holiday y Duke Ellington. Los camareros, preocupados por la intimidad de su clientela, no permiten hacer fotos. Ni siquiera a mister Talese y su sombrero crema. A ¨¦l no parece importarle. Ha pedido un caf¨¦ con leche que acompa?a con dos galletas de chocolate y una conversaci¨®n amable en la que no deja de asaetear a preguntas al entrevistador. Sobre su familia, su trabajo, sus lecturas, su vivienda... Lo hace cuando ya hay cierta confianza y entregando siempre a cambio peque?as virutas de su vida, an¨¦cdotas de sus hijas y su esposa, de sus a?os de oficio. Hablar es para Talese, como ¨¦l reconoce, una terapia. Una forma de vida. Y le gusta hacerlo con la ¡°gente normal¡±. No se olvida, dice, de sus or¨ªgenes inmigrantes: su padre, un sastre italiano; su madre, una modista. Solo al recordar las dificultades de los trabajadores se le quiebra, a ¨¦l, el hombre de los zapatos de 3.000 d¨®lares, la voz. ¡°Hay demasiados ricos en este pa¨ªs¡±, dice. La pregunta se vuelve inevitable.
P. ?Por qui¨¦n voto?
R. No vot¨¦ por Donald Trump ni Hillary Clinton. Prefiero a Bernie Sanders. Pero la pol¨ªtica me repele, est¨¢ enviciada, alejada de las necesidades de la gente com¨²n.
Con corbata y sin tuteo
Gay Talese tiene sus propias reglas. Le irrita el tuteo y espera que a la entrevista acudan con corbata. ¡°Me gusta la formalidad; le dignifica a uno y a la profesi¨®n. Ante la gente hay que ser respetuoso y no asumir una familiaridad que no se tiene¡±, explica con ojos vivaces.
P. ?Y qu¨¦ opina de la cobertura de Trump?
R. Terrible. No hacen m¨¢s que escribir la misma historia. Todos los d¨ªas, Trump, Trump, Trump. Trama rusa, trama rusa. Pero no leo nada sobre Am¨¦rica y su gente. Todo gira en torno a Washington. Les resulta demasiado f¨¢cil. Lo odian pero est¨¢n seducidos por Trump. Deber¨ªan sacar a esos periodistas de la Casa Blanca y diseminarlos por el pa¨ªs.
P. ?Y Trump qu¨¦ le parece?
R. Le han satanizado; es el diablo, fornica, miente, enga?a. Y es fascinante ver c¨®mo ¨¦l persevera. Uno se pregunta cu¨¢nto puede durar y seguir creyendo en s¨ª mismo. Porque el d¨ªa en que deje de hacerlo, no tendr¨¢ m¨¢s salida que dimitir. Pero hay que tener cuidado con criticarle constantemente. Puede parecer que el ¨²nico malo del mundo sea Trump. Pero nadie es inmaculado.
Talese se ha atragantado. Tose sin perder la compostura y sigue por otros derroteros. Fiel a su mundo, admite que no le interesan las ediciones digitales. ¡°Es todo demasiado f¨¢cil, no se busca la lectura¡±. Su momento sagrado, explica, llega a las siete de la ma?ana, cuando se levanta a por los peri¨®dicos de papel y se sienta a leerlos sin hablar con nadie. Los devora como cuando era un adolescente. Desde la primera p¨¢gina a la ¨²ltima. Econom¨ªa, Deportes, Pol¨ªtica, Cultura¡ Todo, todo.
P. Si volviera a nacer, ?ser¨ªa periodista?
R. No s¨¦ qu¨¦ otra cosa podr¨ªa hacer.
¡°Hay que denunciar el acoso, pero sin dejar de tener cuidado¡±
Gay Talese (Nueva Jersey, 1932) vive d¨ªas agitados. Defendi¨® al actor Kevin Spacey cuando surgieron las primeras acusaciones de acoso sexual, proclam¨® en un foro que solo una mujer ¡ªMary McCarthy, autora de El grupo¡ª hab¨ªa influido en su prosa, y con el #MeToo no ha dejado de alertar de los riesgos de una caza de brujas. Talese es consciente del incendio que ha prendido y trata de defenderse. "Me equivoqu¨¦ con las palabras. Con Spacey no ten¨ªa ni idea de que eran tantos los casos de acoso ni entend¨ª lo que realmente quer¨ªan preguntarme; solo quise se?alar que todos tenemos algo de qu¨¦ avergonzarnos, incluso el Dalai Lama. Y con las mujeres, pues mire, yo de joven quer¨ªa ser periodista de Deportes y no hab¨ªa mujeres dedicadas a ello, si llego a saber que en realidad me estaban preguntando si las odio, habr¨ªa contestado que por supuesto que no. Pero el error vol¨® por Internet y no hubo forma de pararlo".
¡ª?Apoya el #MeToo?
¡ªTengo esposa y dos hijas. Mi propia mujer sufri¨® un caso cuando era joven. No hay que tolerar a los depredadores, desde luego que no. Harvey Weinstein, Charlie Rose y Spacey lo son. Pero tampoco hay que dejar de tener cuidado; muchas denuncias se est¨¢n solventando en televisi¨®n y en Internet; y se ha despedido a gente que no hab¨ªa hecho nada, a gente inocente sin darle posibilidad de defensa. Ahora, en una oficina, es f¨¢cil caer en problemas.
¡ªPero habr¨¢ que denunciar el acoso ah¨ª donde se ve, ?no?
¡ªPor supuesto.
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