La desgracia de que Roald Dahl se convierta en un autor hollywoodiense
La versi¨®n de ¡®Las brujas¡¯ de Zemeckis es una aniquilaci¨®n moral e intelectual de la novela
El otro d¨ªa vi con mis hijas la pel¨ªcula Las brujas, basada en la novela hom¨®nima del escritor brit¨¢nico Roald Dahl. El libro es un fetiche en nuestra casa por cuanto tiene de m¨¢gico y ¨²nico. Lo hemos le¨ªdo juntas varias veces y las dos han sentido miedo al encontrarse en el supermercado con alguna mujer con guantes y sombrero, rasgos que ayudan a distinguir a una se?ora corriente de una bruja de manual, seg¨²n explica e...
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El otro d¨ªa vi con mis hijas la pel¨ªcula Las brujas, basada en la novela hom¨®nima del escritor brit¨¢nico Roald Dahl. El libro es un fetiche en nuestra casa por cuanto tiene de m¨¢gico y ¨²nico. Lo hemos le¨ªdo juntas varias veces y las dos han sentido miedo al encontrarse en el supermercado con alguna mujer con guantes y sombrero, rasgos que ayudan a distinguir a una se?ora corriente de una bruja de manual, seg¨²n explica el libro. No es la primera vez que la industria estadounidense se alimenta de la imaginaci¨®n de este gran escritor. Sin embargo, esta versi¨®n me ha dejado realmente compungida pues viene a borrar el sentido mismo de su obra. Tiene cierta macabra iron¨ªa que el homenaje al trabajo de un autor se convierta en su aniquilaci¨®n moral e intelectual. A cambio, estamos ante el ejemplo perfecto de c¨®mo se construye el pensamiento ¨²nico, emp¨ªrico y dogm¨¢tico de la sociedad neoliberal anglosajona. Es solo una pel¨ªcula para ni?os, pero de eso se trata: de empezar por los peque?os.
Robert Zemeckis, director de ese canto a la identidad norteamericana que fue Forrest Gump, es el encargado de convertir el cl¨¢sico europeo en una manufactura made in USA. La novela parte de una tesis fundamental: las brujas existen, aunque muy poca gente lo sabe. As¨ª, cuando los padres del ni?o protagonista mueren en un accidente, ¨¦l se va a vivir con su abuela a Noruega. Y ella, como los bosques o las hadas, ser¨¢ la puerta que abra su imaginaci¨®n al mundo de lo invisible y subterr¨¢neo. ¡°Los noruegos lo saben todo sobre las brujas, porque Noruega, con sus oscuros bosques y sus heladas monta?as, es el pa¨ªs donde vinieron las primeras brujas¡±, explica Dahl. En cambio, en la reciente pel¨ªcula, la abuela es de Alabama y el origen ya no es espacio simb¨®lico sino mero decorado.
M¨¢s preocupante es la forma en que la pel¨ªcula aborda el tema de la muerte. En el relato de Dahl, el ni?o sobrevive porque ¡°iba bien sujeto en el asiento de atr¨¢s y solo me hice un corte en la frente¡±. Los padres mueren fruto del infortunio. En cambio la pel¨ªcula se ocupa de culpabilizar a los muertos de su destino. ¡°Yo llevaba puesto el cintur¨®n. Mi madre y mi padre no¡±, dice el gui¨®n. As¨ª, en la narraci¨®n literaria la muerte es arbitraria e inevitable, como la vida. Pero, una vez pasada por la trituradora de papel, que dir¨ªa Wislawa Szymborska, la muerte ¡ªcomo la enfermedad¡ª es responsabilidad de cada uno.
¡°Yo acab¨¦ como es natural en casa de mi abuela, con sus brazos rode¨¢ndome y estrech¨¢ndome, y los dos nos pasamos la noche llorando¡±, cuenta el libro. En la pel¨ªcula en cambio la abuela deposita al ni?o en una habitaci¨®n a solas con su duelo y resuelve: ¡°Voy a hacer chocolate caliente ?Te apetece?¡±. Resulta desolador el hecho de que nadie derrame una l¨¢grima por los muertos. Pero aqu¨ª sobreponerse es todo y no hay m¨¢s que hablar. O llorar.
¡°Al d¨ªa siguiente para intentar olvidar nuestra gran tristeza, mi abuela se puso a contarme historias. Era una estupenda narradora, yo estaba fascinado por todo lo que me contaba¡±, escribe Roald Dahl para explicarnos el poder sanador de la palabra dada, la materia prima del consuelo. ?C¨®mo traduce esta escena la trituradora norteamericana? La abuela pone el tocadiscos y se pone a bailar el I¡¯ll be there de los Jackson Five. A continuaci¨®n, ofrece al ni?o alitas de pollo rebozadas. Literal: pan y circo en vez de relato y consuelo. ?Que se mueren tus padres? Pues come y baila.
Evidentemente, el baile no funciona de ese modo, as¨ª que la abuela se ve obligada a explicar c¨®mo se gestiona un duelo. ¡°?Crees que deber¨ªas darme pena? Pues no. Siento tristeza, s¨ª. Pero no pena. A veces los caminos del se?or son inescrutables, eso no significa que no tengamos nada que aprender. El alt¨ªsimo ten¨ªa otros planes para mi hija y el que me parezca justo o no, no importa. ?Me oyes?¡±. Hasta aqu¨ª la sanaci¨®n made in USA. La abuela noruega, la de verdad, era en palabras de Dahl ¡°la ¨²nica abuela, que yo haya conocido, que fumaba puros¡±. ¡°?Quieres dar una calada a mi puro?¡± ofrece al ni?o mientras le consuela con sus historias. ¡°Solo tengo siete a?os, abuela¡±, responde. ¡°Me da igual la edad que tengas, nunca pillar¨¢s un catarro si fumas puros¡±. Y aqu¨ª desvincula la salud de la culpa. Peque?o m¨ªo, si alguna vez caes en un vicio o un error procura que no se te ocurra pegarlo a la culpa. ?Se imagina alguien una abuela as¨ª? Por supuesto que no. Por eso Roahd Dahl tuvo que inventarla.
Hasta aqu¨ª llega la traducci¨®n de los dos primeros cap¨ªtulos en diez minutos de pel¨ªcula. Despu¨¦s, el universo m¨¢gico es aniquilado escrupulosamente en un suplicio que dura dos horas. El destrozo es tan expl¨ªcito que el mundo infantil queda convertido en un mero reflejo del mundo de los adultos asimilados. No hay espacio para la magia o la imaginaci¨®n. Como la escena donde el ni?o ve una bruja por primera vez y a ella le salen serpientes vivas de la chaqueta ?no fuera a parecer una mujer corriente! Si en el libro el lector est¨¢ obligado a entrenar su imaginaci¨®n, aqu¨ª el objetivo parece m¨¢s bien aniquilarla. ?Y por qu¨¦ har¨ªa alguien algo as¨ª? Por la creencia feroz en lo que dictan los sentidos, en lo que podemos ver y tocar como ¨²nica definici¨®n de la realidad. Todo lo dem¨¢s resulta esot¨¦rico o falso.
¡°Las brujas de verdad (¡) viven en casas normales y tienen trabajos NORMALES¡±, escribi¨® Dahl. Y con el pensamiento ¨²nico sucede lo mismo que con la Gran Bruja de la peli. Camina por las calles disfrazado de convencionalidad, como un buen vecino, como el empleado del mes, como una noticia tr¨¢gica dada por un presentador de telediario, como un amor de verano. Simple y convincente como un eslogan de Davos o un contrato de confidencialidad. Y mientras camina a nuestro lado nos susurra al o¨ªdo que la imaginaci¨®n ha muerto, que la academia plat¨®nica es una franquicia de Kentucky Fried Chicken y que el sentido de la vida se rige por renta fija o variable. En cuanto a la muerte y el consuelo, son cosas que pasan. Nunca a nosotros. Porque somos inmortales como una crisis de deuda. As¨ª las cosas, no me queda otra que volver a leer el libro a las ni?as, fumarme un puro en honor a Roald Dahl y ofrecerles una calada antes de terminarlo. Nos han matado a una abuela, pero muchas madres resistimos.