La gran corrupci¨®n
Cuando los mecanismos establecidos fallan es necesario buscar nuevos caminos
Para dos tercios de la ciudadan¨ªa europea la corrupci¨®n es un problema grave en su pa¨ªs, ya sean conflictos de inter¨¦s en los contratos p¨²blicos, sobornos o el uso indebido de contactos personales, seg¨²n un reciente informe de Transparencia Internacional; un problema agravado por la pandemia. Esto en la regi¨®n del mundo m¨¢s ¡°limpia¡± y transparente, en la qu...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
Para dos tercios de la ciudadan¨ªa europea la corrupci¨®n es un problema grave en su pa¨ªs, ya sean conflictos de inter¨¦s en los contratos p¨²blicos, sobornos o el uso indebido de contactos personales, seg¨²n un reciente informe de Transparencia Internacional; un problema agravado por la pandemia. Esto en la regi¨®n del mundo m¨¢s ¡°limpia¡± y transparente, en la que existen instrumentos para perseguir la corrupci¨®n y combatirla.
Y luego est¨¢ ¡°la gran corrupci¨®n¡±: el abuso del poder pol¨ªtico y del dinero p¨²blico para el beneficio particular, que mina la confianza, los derechos humanos y la seguridad. Esa que se alimenta de redes y normas bancarias transnacionales que hacen la vista gorda, de agentes inmobiliarios, contables, abogados y todo tipo de servicios financieros capaces de lavar grandes fortunas en una nueva homogeneizaci¨®n del orden global. Esos que alimentan las pel¨ªculas de poder y lujo pero que siguen siendo muy reales. Se calcula que el coste combinado de sobornos, corrupci¨®n y crimen organizado supone entre un 2% y un 5% del PIB mundial.
Es una potente epidemia silenciosa que corroe las entra?as de muchos Estados y perjudica a los de siempre: los que menos tienen. Una epidemia global tradicionalmente amparada en la impunidad: las grandes instituciones financieras internacionales no rastreaban el destino de las ingentes cantidades de dinero que facilitaban por considerarlo injerencia en asuntos internos.
Lo cierto es que las medidas tomadas no acaban de dar fruto. En 2005, la ONU adopt¨® la Convenci¨®n contra la Corrupci¨®n, firmada por 187 pa¨ªses. Pero la ONU, ya se sabe, no tiene forma de hacer que los firmantes cumplan lo comprometido, m¨¢s all¨¢ de las leyes nacionales. Y hecha la ley, hecha la trampa. En ellas se suelen amparar los clept¨®cratas para castigar a quienes se oponen a ellos, gracias a su control de la polic¨ªa y del sistema judicial.
Recientemente, sin embargo, la lucha contra la corrupci¨®n parece ganar un nuevo impulso, al menos ret¨®rico. Los ministros de Exteriores del G-7 la declararon un ¡°desaf¨ªo global acuciante¡± y se comprometieron a seguir batallando.
M¨¢s expl¨ªcito ha sido Joe Biden, cuya Administraci¨®n acaba de publicar un memor¨¢ndum que establece la lucha contra la corrupci¨®n como parte del inter¨¦s de la seguridad nacional del pa¨ªs.
Pero la propuesta m¨¢s novedosa es la de crear un Tribunal Internacional Anti-Corrupci¨®n, al estilo del Tribunal Penal Internacional. A imagen de este, contar¨ªa con investigadores, fiscales internacionales y jueces con capacidad demostrada para perseguir redes financieras transnacionales. La propuesta ha sido presentada por Integrity Initiatives International y m¨¢s de 100 personalidades, entre ellos destacados pol¨ªticos, jueces y representantes de la sociedad civil han firmado una declaraci¨®n de apoyo.
Merece la pena explorar esta idea. Cuando los mecanismos establecidos fallan, es necesario buscar nuevos caminos. Combatir la corrupci¨®n a escala global es claramente uno de los desaf¨ªos de nuestro tiempo.