Soria pura
Todav¨ªa hoy la soledad del monasteruelo, a pesar de las restauraciones, muestra las cicatrices de la barbarie
Estas fueron tierras hostiles, p¨¢ramos desolados, sin alma que en ellos pudiera vivir, frontera del Islam y por ello lugar de guerreros y creyentes. Luego, ya en el siglo XI, cuando el primer Fernando asegur¨® la zona, unos eremitas se acomodaron junto a un hilo de agua que por all¨¢ corr¨ªa. As¨ª comienza la historia del monasterio de San Baudelio, min¨²sculo cenobio que levantaron cristianos y moz¨¢rabes. Isl¨¢mica es la palmera central de ocho brazos que cobija un ¨¢mbito apreciado por ...
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Estas fueron tierras hostiles, p¨¢ramos desolados, sin alma que en ellos pudiera vivir, frontera del Islam y por ello lugar de guerreros y creyentes. Luego, ya en el siglo XI, cuando el primer Fernando asegur¨® la zona, unos eremitas se acomodaron junto a un hilo de agua que por all¨¢ corr¨ªa. As¨ª comienza la historia del monasterio de San Baudelio, min¨²sculo cenobio que levantaron cristianos y moz¨¢rabes. Isl¨¢mica es la palmera central de ocho brazos que cobija un ¨¢mbito apreciado por Rafael Moneo como el m¨¢s emocionante de Espa?a. Isl¨¢mica es tambi¨¦n la mezquitilla que convive con el altar cristiano. Todo estaba vestido de preciosas pinturas.
El cenobio cay¨® en el abandono y acab¨® sirviendo de aprisco para ovejas, las tierras se abandonaron, la miseria atac¨® los fabulosos frescos, primeros del rom¨¢nico espa?ol, que unos vecinos vendieron en 1922 a un marchante. Est¨¢n repartidos por Cincinnati, Nueva York, Boston Indian¨¢polis, m¨¢s una peque?a muestra en el Prado. Lo que ha quedado en la ermita son las llagas del hambre y la miseria. Todav¨ªa hoy la soledad del monasteruelo, a pesar de las restauraciones, muestra las cicatrices de la barbarie. Es como ver al famoso elefante que adornaba sus muros, tumbado en tierra por las heridas mortales de cazadores canallas. El azar ha dejado algunos restos en el Prado, entre los cuales, justamente, el elefante que carga en su lomo un castillo de tres torres pintado de o¨ªdo por alguien que nunca hab¨ªa visto un elefante.
Es lo que sobrevive de San Baudelio, poema del olvido y la ferocidad en las tierras yermas, pardas, grises y magn¨ªficas de Berlanga, donde alguna vez hubo moz¨¢rabes y cristianos que conviv¨ªan en paz cuidando el huerto y pintando. Grandeza y hermosura de la Espa?a vac¨ªa.