Leonardo DiCaprio no va a enamorarse este verano
Si el siglo XX se pas¨® dando vueltas a la idea de que el amor no es eterno y que hasta el verdadero se llega a terminar, el drama del siglo XXI es sentir que el enamoramiento ni siquiera puede empezar
Leonardo DiCaprio es como una placa de cocina tibia que nunca acaba de hacer hervir el agua. Eso afirma la ensayista gr¨¢fica Liv St?msquist en No siento nada (Reservoir Books), el libro donde analiza por qu¨¦ enamorarse resulta cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil y extraordinario. Como al pobre Leo, que lo intenta de manera infatigable, mientras la llama del amor nunca prende en su coraz¨®n. Por eso en los ¨²ltimos a?os ha roto con Bar Rafaeli, con la actriz Blake Liv...
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Leonardo DiCaprio es como una placa de cocina tibia que nunca acaba de hacer hervir el agua. Eso afirma la ensayista gr¨¢fica Liv St?msquist en No siento nada (Reservoir Books), el libro donde analiza por qu¨¦ enamorarse resulta cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil y extraordinario. Como al pobre Leo, que lo intenta de manera infatigable, mientras la llama del amor nunca prende en su coraz¨®n. Por eso en los ¨²ltimos a?os ha roto con Bar Rafaeli, con la actriz Blake Lively; con las modelos de Victoria?s Secret Erin Heatherton y Toni Garrn y con las modelos de trajes de ba?o Kelly Rohrbach, Elsa Kawalec y Nina Agdal. Pobre Leo. Nunca conocer¨¢ el amor. Y seg¨²n parece no es el ¨²nico.
Recientemente dos escritoras han publicado libro bajo el mismo t¨ªtulo y tesis: El fin del amor. La primera, la soci¨®loga Eva Illouz, de 59 nueve a?os, presenta un an¨¢lisis sociol¨®gico de las relaciones negativas. La segunda, Tamara Tenembaum, de 32, a?ade el siguiente subt¨ªtulo a su ensayo: ¡°Amar y follar en el siglo XXI¡±. Y casi al mismo tiempo, el fil¨®sofo surcoreano Byung-Chul Han, nueva estrella de la filosof¨ªa alemana y colaborador de este peri¨®dico, asegura que Eros est¨¢ agonizando debido al capitalismo tard¨ªo. Yo creo que estos tres autores estar¨ªan de acuerdo en al menos una cosa: que Leo DiCaprio va a seguir ligando con modelos veintea?eras de la revista Sports Illustradted con la misma resignaci¨®n que S¨ªsifo el resto de su vida.
Porque si el siglo XX se pas¨® dando vueltas a la idea de que el amor no es eterno y que hasta el verdadero se llega a terminar, el drama del siglo XXI es sentir que el enamoramiento ni siquiera puede empezar. La guerra de los Rose ya pas¨® y ahora Michael Douglas y Kathleen Turner son una saludable pareja de sexagenarios divorciados en la serie El m¨¦todo Kominsky. La pel¨ªcula de DiCaprio en cambio ser¨¢ otra. Para ¨¦l, como para tantos sujetos del nuevo siglo, el amor ni empieza, ni duele ni termina, porque ya no existe. Pero ?es posible que se nos haya roto el sentimiento sin ni siquiera usarlo?
Seg¨²n parece, las razones de la muerte de Eros son diversas, pero todas las teor¨ªas apuntan al ensimismamiento y a la proliferaci¨®n de individuos cada d¨ªa m¨¢s narcisos y centrados en s¨ª mismos como el principio del fin. No en vano, el retrato amoroso m¨¢s veces reproducido se llama selfie y el reproche que m¨¢s repiten los amantes en las series de Netflix es ¡°que ya no me miras como antes¡±. Pero entonces ?ad¨®nde est¨¢n mirando los enamorados? La respuesta es siempre y en todos los casos hacia s¨ª mismos. ?Es que el amor se ha convertido en otra tecnolog¨ªa para ser mirados? La respuesta es s¨ª. Salvo porque el sentimiento resultante recibe el nombre de melancol¨ªa.
De todas formas, Cupido se abrir¨¢ paso como siempre ha hecho, dir¨¢n algunos. Pues s¨ª y no. Eros lanza sus flechas, pero cuando nos alcanzan, siempre duelen. Porque el amor nos proporciona sentido y eternidad, pero doler, duele. Por eso es un estado irracional y desbordante, lo que no ayuda, dado que estos dos sentimientos est¨¢n prohibidos para nuestras mentes ordenadas y nuestros corazones salvaguardados tras vitrinas antirrobo, no sea que nos lo ocupen como si fuera una segunda residencia. Los corazones ya no se rompen ni se ocupan, pues los llevamos protegidos tras una pantalla¡ de smartphone.
Para colmo, la pandemia ha empeorado las cosas. Porque si algo nos ayuda a enamorarnos a pesar de nosotros mismos o nuestra cultura es el cuerpo. Y no me refiero al cuerpo cl¨®nico y hegem¨®nico de todas las modelos f¨ªsicamente semejantes con las que ha estado saliendo DiCaprio, sino al cuerpo enfrentado a un lugar social, al cuerpo del encuentro con los otros, al cuerpo que llora y suda y nos obliga a tocarnos, a olernos, a reconocernos y a relacionarnos con el amor. Lo que borra el cuerpo, mata el amor. Y el cuerpo, lo sabemos, se nos ha apagado de una u otra forma durante m¨¢s de un a?o. Algunos incluso se han quedado atrapados en la ventana de Zoom despu¨¦s de que apret¨¢ramos el bot¨®n de ¡°cerrar sesi¨®n¡±.
Pero una cosa es cierta: vivimos el primer verano tras el fin del mundo. Hemos llegado hasta aqu¨ª y sabemos de sobra lo que hay que hacer: apagar el m¨®vil y prestar atenci¨®n apasionada a un solo objeto. Puede ser esa mujer que vemos pedalear por la misma acera cada ma?ana, el socorrista de la piscina del hotel, incluso, en los casos m¨¢s intr¨¦pidos, la pareja con la que llevamos a?os compartiendo penas y afectos. Goethe cre¨ªa que uno puede incluso enamorarse de un ¨¢rbol si lo frecuenta el tiempo suficiente. Es hora pues de tomar vacaciones de nosotros mismos porque es la hora del amor. Y Di Caprio que se aguante o se lo gane.