Historias de mujeres valientes (al apagarse el pebetero)
Los casos de Kristsina Tsimanuskaia y Simone Biles son un efecto colateral positivo de los Juegos Ol¨ªmpicos al poner el acento sobre problemas que deber¨ªan colonizar la conversaci¨®n p¨²blica
Les confieso que nunca he mostrado mucho entusiasmo por los Juegos Ol¨ªmpicos. No me resultan atractivos a pesar del inter¨¦s informativo y el entusiasmo que despiertan en amplias capas de la sociedad. Tengo, eso s¨ª, un respeto profundo por el sacrificio y la renuncia que representa la vida de los deportistas. Tambi¨¦n celebro el ¨¦xito de ...
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Les confieso que nunca he mostrado mucho entusiasmo por los Juegos Ol¨ªmpicos. No me resultan atractivos a pesar del inter¨¦s informativo y el entusiasmo que despiertan en amplias capas de la sociedad. Tengo, eso s¨ª, un respeto profundo por el sacrificio y la renuncia que representa la vida de los deportistas. Tambi¨¦n celebro el ¨¦xito de aquellos que han competido en Jap¨®n representando a Espa?a. No ignoro tampoco el magn¨ªfico espect¨¢culo que normalmente proyectan al mundo las sesiones de inauguraci¨®n y clausura y soy consciente, claro est¨¢, de la oportunidad que representa una cita ol¨ªmpica para tantos deportes habitualmente silenciados.
Con todo, encuentro siempre m¨¢s estimulante esa otra narrativa que escapa de lo estrictamente deportivo para conectar con asuntos ubicados dentro de la agenda pol¨ªtica y social. Los Juegos Ol¨ªmpicos de Tokio no han sido una excepci¨®n a este respecto y permiten inventariar al menos dos historias protagonizadas por mujeres valientes. Me refiero, claro est¨¢, a Kristsina Tsimanuskaia y a Simone Biles.
El caso de Kristsina Tsimanuskaia conecta con una realidad ciertamente conocida en la que una deportista hace frente a las amenazas del pa¨ªs por el que compite (Bielorrusia) y solicita protecci¨®n internacional en otro (Polonia). El testimonio de la atleta en torno al riesgo que representa volver a su pa¨ªs resulta cre¨ªble trat¨¢ndose del r¨¦gimen de Lukashenko. Aunque la repercusi¨®n del caso est¨¢ obviamente condicionada por la curiosidad que suscita todo lo que en unas olimpiadas le pueda ocurrir a sus deportistas, deber¨ªa servir para hacernos part¨ªcipes de la importancia de denunciar la represi¨®n que practica sin complejos un gobierno sobre el que la Uni¨®n Europea ya ha impuesto sanciones y en el que la esperanza que proyectan las protestas sociales solo se fortalecer¨¢ si persiste cierta curiosidad internacional.
Pero me parece todav¨ªa m¨¢s interesante el caso de Simone Biles. Se trata de una audaz reivindicaci¨®n de algo tan inusual como el cuidado de la salud mental. La novedad no est¨¢ en el hecho concreto de c¨®mo la presi¨®n impide a una deportista afrontar su participaci¨®n en unas pruebas para las que, sin embargo, dispone de una adecuada preparaci¨®n f¨ªsica. Lo sobresaliente de Simone est¨¢ precisamente en no ocultar este episodio con justificaciones que apartan la atenci¨®n del problema real. Escuchar de una deportista de ¨¦xito hablar de la necesidad de parar y cuidar la parte m¨¢s emocional es, sin duda, un ejercicio de liderazgo particularmente poderoso que deber¨ªa servir de est¨ªmulo para fortalecer la atenci¨®n sobre un tema de gran relevancia tambi¨¦n para la ciudadan¨ªa.
M¨¢s all¨¢ del balance que la competici¨®n ol¨ªmpica nos exija hacer en t¨¦rminos de cu¨¢ntas medallas ha ganado cada quien, convendr¨ªa no olvidar estas otras historias, ni tampoco a sus protagonistas. Constituyen un efecto colateral positivo de los Juegos Ol¨ªmpicos al poner el acento sobre problemas que deber¨ªan colonizar la conversaci¨®n p¨²blica. No en vano seguir¨¢n interpel¨¢ndonos y exigiendo respuestas ahora que ya se ha apagado el pebetero.