Pedir la cola
No espero nada de las negociaciones entre el chavismo y la oposici¨®n venezolana, como no sea la definitiva instauraci¨®n de un prolongado ¡®modus vivendi¡¯ entra una satrap¨ªa clept¨®crata posmoderna y el corp¨²sculo motriz de un inconducente gobierno de harvardianos en el exilio
En el espa?ol de Venezuela, ¡°pedir la cola¡± equivale a pedir un avent¨®n.
El modismo se presta a un chiste de sal¨®n ya viejo y cada d¨ªa m¨¢s bobo, siempre disfrazado de advertencia: ¡°si vas a Colombia no le pidas la cola a nadie; menos si se trata de una dama¡±, etc.
En el plano social, y entre venezolanos, no se ve mal que al momento de las despedidas, al tiempo que se deshace una reuni¨®n festiva o de trabajo, preguntes alzando la voz qui¨¦n tiene carro, qui¨¦n va para Petare, qui¨¦n a La Pastora. Los m¨¢s serviciales vocean invariablemente su destino, sin que se les pregunte, seguido ...
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En el espa?ol de Venezuela, ¡°pedir la cola¡± equivale a pedir un avent¨®n.
El modismo se presta a un chiste de sal¨®n ya viejo y cada d¨ªa m¨¢s bobo, siempre disfrazado de advertencia: ¡°si vas a Colombia no le pidas la cola a nadie; menos si se trata de una dama¡±, etc.
En el plano social, y entre venezolanos, no se ve mal que al momento de las despedidas, al tiempo que se deshace una reuni¨®n festiva o de trabajo, preguntes alzando la voz qui¨¦n tiene carro, qui¨¦n va para Petare, qui¨¦n a La Pastora. Los m¨¢s serviciales vocean invariablemente su destino, sin que se les pregunte, seguido el anuncio de un ¡°?qui¨¦n quiere la cola?¡±
Pedir cola, o una ¡°colita¡±, si el trayecto es m¨¢s bien corto, denota familiaridad, camarader¨ªa. ¡°Dame la cola¡±, o su rec¨ªproco, ¡°?quieres la cola?¡±, han sido,tambi¨¦n y en m¨¢s de una ocasi¨®n, el comienzo de algo memorable. Una conversaci¨®n iluminadora, por ejemplo, o un romance.
Dos, quiz¨¢ tres generaciones de venezolanos, tuvimos la dicha de que un gran fil¨®logo e hispanista de origen polaco, ?ngel Rosenblat, nacido en W?gr¨®w en el seno de una familila jud¨ªa que emigr¨® a la Argentina, viniera a vivir entre nosotros y que fuese nuestro compatriota.
Rosenblat era de la estirpe de Henr¨ªquez Ure?a, uno de sus maestros, y tal como don Alfonso Reyes dijo de Henr¨ªquez Ure?a, ense?aba tambi¨¦n ¡°por emanaci¨®n¡±. Su legado se reparti¨® en m¨¢s de treinta libros sobre el castellano de Am¨¦rica y en el recuerdo regocijante que su conversaci¨®n dej¨® en quienes lo conocieron.
Durante a?os, Rosenblat mantuvo una columna titulada Buenas y malas palabras en el espa?ol de Venezuela, cuya recopilaci¨®n ha sido un libro consistentemente muy vendido, y no solo en mi pa¨ªs, desde los a?os 40. Entre los libros suyos que m¨¢s aprecio est¨¢ su muy recomendable versi¨®n al castellano moderno del Amad¨ªs de Gaula.
Algo que singulariza sus trabajos sobre el l¨¦xico es el provecho que supo sacarle, justamente, a la conversaci¨®n criolla. Le interesaron siempre las expresiones m¨¢s socorridas, risue?as y enigm¨¢ticas de nuestra habla coloquial. Me refiero a giros de origen inextricable como ¡°juega garrote¡±, ¡°p¡¯a la cara del muerto¡± o ¡°dejar el guarapo pago¡±. F¨®rmulas absolutamente indescifrables, aunque no para Rosenblat que se las apa?¨® para poner en claro esos misterios de la lengua. En esa categor¨ªa abracadabrante est¨¢ ¡°pedir la cola¡±.
Esto hall¨® Rosenblat: la expresi¨®n se origin¨® en La Guaira, el puerto de la costa de Caracas, en tiempos coloniales. El camino que ¡°en tiempo Espa?a¡± llevaba a la capital de la Capitan¨ªa debe elevarse m¨¢s de 1500 metros para salvar la cordillera, y tiene largos trechos muy empinados. Los temporales y el tr¨¢fico de pezu?a destrozaban el empedrado y, en la estaci¨®n de lluvias, el fango hac¨ªa la marcha a pie poco menos que imposible. Los caminantes sol¨ªan pedir a los arrieros que les dejaran aferrar la cola de sus recuas ¡°hasta m¨¢s arribita¡±, hasta salir del barrizal ¡°por la orillita¡±. ¡°Deme la cola, amigo, tenga la bondad¡¡±
El tiempo y el uso amasaron esta y otras cortes¨ªas camineras al punto de que un caballero principal, uno cualquiera de nuestros mantuanos, no tuviese empacho, pese a las jerarqu¨ªas que impon¨ªa el sistema de castas, en ofrecer la cola de su cabalgadura a una humilde ¡°embojotada¡± cargada de hijos. ¡°P¨¦guese de la cola, misia¡±, le dir¨ªa.
El zaperoco de las redes sociales mostr¨® en estos d¨ªas esc¨¢ndalo porque tres miembros de la comitiva opositora que, en M¨¦xico, acaba entablar ¨ªmprobas negociaciones con el r¨¦gimen de Maduro, ¡°pidieron la cola¡± nada menos que a Jorge Rodr¨ªguez, inapiadable jerarca del r¨¦gimen, gran mandar¨ªn de Maduro, para regresar en su avi¨®n a Caracas.
Yo, como el que m¨¢s, y s¨¦ que no estoy en minor¨ªa, no espero absolutamente nada de esas rondas mexicanas, como no sea la definitiva instauraci¨®n de un prolongado modus vivendi entra una satrap¨ªa clept¨®crata posmoderna, consentida por la izquierda mundial, y el corp¨²sculo motriz de un cr¨®nico e inconducente gobierno de harvardianos en el exilio, subsidiado por Washington.
Me gustar¨ªa mucho, desde luego, pensar que hayan tenido reda?os los viajeros lambucios ¨Cbuena palabra esta, seg¨²n Rosenblat¡ª para reclamar, durante los 3.500 kil¨®metros del viaje, la libertad de los m¨¢s de 300 presos pol¨ªticos venezolanos, secuestrados hasta hoy sin juicio.
Pero nadie que aspire a ser comparsa en las fementidas elecciones convocadas para noviembre por Nicol¨¢s Maduro pide la cola al borde del barranco para incordiar al due?o del caballo.
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