La novela en carne viva
Utilizar una obra de ficci¨®n como veh¨ªculo de propaganda pol¨ªtica es una tarea pat¨¦tica, porque la obviedad ahoga la complejidad humana
Entre las reglas que m¨¢s he respetado a lo largo de mi carrera de escritor est¨¢ aquella que manda alejarse de los acontecimientos y de los personajes hasta lograr una especie de neutralidad. Nunca tomar partido. Quiz¨¢s los asomos de fracaso que uno encuentra en la novela de denuncia que se escribi¨® en Am¨¦rica Latina en la primera mitad del siglo, est¨¢ precisamente en que esa denuncia, demasiado obvia, llega hasta la imprecaci¨®n discursiva. Novela militante, novela de tesis. Novela de partido....
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Entre las reglas que m¨¢s he respetado a lo largo de mi carrera de escritor est¨¢ aquella que manda alejarse de los acontecimientos y de los personajes hasta lograr una especie de neutralidad. Nunca tomar partido. Quiz¨¢s los asomos de fracaso que uno encuentra en la novela de denuncia que se escribi¨® en Am¨¦rica Latina en la primera mitad del siglo, est¨¢ precisamente en que esa denuncia, demasiado obvia, llega hasta la imprecaci¨®n discursiva. Novela militante, novela de tesis. Novela de partido.
Es por eso mismo que el lector siente que, por ejemplo, en El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegr¨ªa sobran muchas p¨¢ginas dedicadas al discurso de protesta, que se hallar¨ªa mejor fuera de la trama que se intenta llevar adelante, y a la que m¨¢s bien pone plomo en las alas. O cuando un gran poeta como C¨¦sar Vallejo se queda en el panfleto cuando intenta la novela El tungsteno, y se aleja de la riqueza verbal y del misterio de puertas secretas de sus poemas.
La intenci¨®n deliberada de que la obra de ficci¨®n funcione como veh¨ªculo de propaganda pol¨ªtica resulta condenada de antemano, porque la novela es el instrumento menos adecuado para esa tarea que se convierte en pat¨¦tica. La ahoga la obviedad, que es enemiga mortal de la complejidad, y el discurso narrativo arriesga a volverse infantil, por su simpleza did¨¢ctica, como la que pretend¨ªa el realismo socialista.
La neutralidad que el novelista busca para no perder las puertas de acceso a la complejidad de sus personajes, en los que campean las contradicciones que son propias de la condici¨®n humana, nada tiene que ver con su posici¨®n ¨¦tica, que se convierte en una especie de piloto autom¨¢tico que debe estar siempre presente p¨¢gina tras p¨¢gina, haci¨¦ndose invisible en la textura de la narraci¨®n.
Esa presencia invisible de los principios ilumina la escritura en lugar de arruinarla. En Humillados y ofendidos de Dostoyevski no hay una sola palabra de denuncia, y es una novela reveladora como pocas del poder que en la escritura llega a tener la injusticia, tan contraria a la bondad. Pero en una novela de verdad los buenos nunca son de una sola pieza, ni los malos tampoco.
Me planteo esas reflexiones frente a mi ¨²ltima novela, que est¨¢ ahora llegando a las librer¨ªas, Tongolele no sab¨ªa bailar, la tercera de un ciclo al que pertenecen El cielo llora por m¨ª y Ya nadie llora por m¨ª, que tienen como personaje al inspector Dolores Morales. No voy a referirme a ellas como novelas policiacas, o novelas negras, que en un sentido lo son, sino como novelas que exploran la realidad inmediata de Nicaragua; y, en este otro sentido, son tambi¨¦n novelas realistas.
Cuando hablo de tomar distancia incluyo la inmediatez de los escenarios, porque es m¨¢s f¨¢cil mal comprometerse con aquellos que son m¨¢s cercanos en el tiempo, o son contempor¨¢neos. En la medida que los hechos se alejan m¨¢s hacia el pasado pueden juzgarse con menos pasi¨®n, y con menos riesgos de tomar partido.
Pero hay ocasiones en que vale la pena asumir los riesgos y acercarse al fuego sabiendo que se puede resultar quemado. En esta novela las circunstancias ponen al inspector Morales dentro de los acontecimientos que se desarrollan en Nicaragua a partir del mes de abril del 2018, hace apenas tres a?os, cuando se inicia una despiadada represi¨®n que deja como saldo la muerte de m¨¢s de 400 v¨ªctimas, j¨®venes y adolescentes en su inmensa mayor¨ªa.
Pero no se trata de denunciar en la novela estos hechos que est¨¢n suficientemente denunciados, sino de introducir al inspector Morales y dem¨¢s personajes en el entramado de la represi¨®n, como si se movieran en una escenograf¨ªa a¨²n sin terminar; la historia verdadera sobre la cual se monta la novela a¨²n sigue en movimiento y le espera su desenlace.
Y esto es parte del reto del novelista. Introducirse en un escenario inacabado, como est¨¢ obligado a hacerlo un cronista de hechos reales que no puede sentarse a esperar que estos se alejen en el tiempo para tomar distancia de ellos. En ese sentido Tongolele no sab¨ªa bailar es tambi¨¦n una cr¨®nica de los hechos que marcaron ese a?o de 2018, convertidos en episodios narrativos: los francotiradores cazando muchachos con rifles Dragunov desde el techo de un estadio de beisbol; el incendio de una f¨¢brica de colchones que eran tambi¨¦n vivienda de la familia propietaria, y donde todos, adultos y ni?os, murieron entre las llamas; el asalto de los paramilitares a la iglesia de la Divina Misericordia en Managua, con m¨¢s muertos.
Tongolele es el apodo del jefe de sicarios al que se enfrenta el inspector Morales. Le dicen as¨ª porque el mech¨®n blanco de su pelo recuerda al de la bailarina que hizo ¨¦poca en la edad de oro del cine cabaretero mexicano. Igual que el inspector Morales, fue combatiente guerrillero en la lucha para derrocar a la tiran¨ªa de Somoza; pero ahora sus caminos se han separado y deben enfrentarse, subidos a ese escenario donde la historia a¨²n no ha dicho la ¨²ltima palabra, y no se sabe si al fin terminar¨¢n triunfando los buenos, o seguir¨¢n reinando los malos.
Sergio Ram¨ªrez es escritor nicarag¨¹ense.