Sergio Ram¨ªrez: ¡°Nicaragua es hoy una dictadura atroz que encarcela¡±
El escritor y exdirigente sandinista nicarag¨¹ense se muestra contrario a Daniel Ortega por traicionar a la revoluci¨®n y apresar a los l¨ªderes de la oposici¨®n
Este hombre est¨¢ triste. Suele tener esos ojos ca¨ªdos, como so?olientos, pero ahora nadie podr¨ªa negar que est¨¢ verdaderamente triste. Se ve, a trav¨¦s de la pantalla que nos une, que hay en ¨¦l una decepci¨®n honda que se ha ido instalando en sus p¨¢rpados a lo largo de cerca de medio siglo, los que dura la revoluci¨®n sandinista de Nicaragua, en la que ¨¦l particip¨® y de cuyo Gobierno ser¨ªa vicepresidente a las ¨®rdenes de Daniel Ortega, que es ahora el que, desde hace 13 a?os, persigue a sus compa?eros de aquella lucha que le inspir¨® a Julio Cort¨¢zar el t¨ªtulo de su ¨²ltimo libro, Nicaragua tan violentamente dulce (Muchnik, 1983). Ahora Nicaragua es una dictadura (escrib¨ªa en este diario este s¨¢bado la tambi¨¦n escritora, y militante sandinista de aquellos tiempos, Gioconda Belli) cuyos dirigentes, mandados por Ortega y por la vicepresidenta, su esposa Rosario Murillo, hostigan o encarcelan a quienes otrora fueron los enemigos del dictador precedente, Anastasio Somoza. Este hombre entristecido por lo que sucede es Sergio Ram¨ªrez, premio Cervantes 2017, nacido en Masatepe, en 1942. Ahora habla para EL PA?S desde un lugar, fuera de Nicaragua, que prefiere no revelar.
Pregunta. En 1999 usted se despidi¨® de los que fueron sus compa?eros de batalla contra Somoza desde su libro Adi¨®s muchachos (Aguilar). ?C¨®mo ha evolucionado esa despedida?
Respuesta. Desgraciadamente ha pasado mucha agua bajo el puente, y no todas las aguas son limpias. La dictadura de Ortega ha transformado mucho la idea rom¨¢ntica que ten¨ªamos de la revoluci¨®n. Yo sigo conservando mi patrimonio sentimental, muy ¨ªntimo, de lo que hicimos. Son tiempos dolidos, porque han ocurrido dos cosas: los que defendimos la idea original del sandinismo hemos quedado a la defensiva, porque la gente tiende cada vez m¨¢s a identificar sandinismo con Daniel Ortega, y eso se vuelve una mala palabra, as¨ª que hay una ola de repudio a Ortega e injustamente al sandinismo. Como si Sandino hubiera sido un bandido, que es lo que le dec¨ªa Somoza. Si la figura del sandinismo, por estar ligada a un hombre que traicion¨® la revoluci¨®n, resulta pulverizada, ?qu¨¦ le queda al pa¨ªs para sustentar su identidad? Este es un pa¨ªs peque?o. Sandino se alz¨® contra una potencia mundial que lo invadi¨® militarmente. ?l sali¨®, con pocas armas, con pocos hombres, a defender Nicaragua de la intervenci¨®n extranjera. Una gesta heroica. Esto que tenemos hoy es una dictadura atroz que encarcela, persigue, manda a gente al exilio, mete a antiguos compa?eros en celdas de aislamiento, no pueden hablar con sus abogados, no pueden recibir comida de sus familiares, nadie los ha vuelto a ver, y es una dictadura que mete presos a los candidatos presidenciales¡ Eso va haciendo que la figura de Sandino vaya siendo lo contrario de lo que signific¨® para nosotros. Es una gran tragedia. Yo sigo viviendo la revoluci¨®n con ojos sentimentales, pero cada vez cuesta m¨¢s separar esa idea de sandinismo que nosotros tuvimos en los a?os ochenta con la figura de Daniel Ortega el dictador.
La dictadura de Ortega ha transformado mucho la idea rom¨¢ntica que ten¨ªamos de la revoluci¨®n.
P. Aquel libro fue un acta notarial de un periodo de su vida. Ahora todas las ilusiones est¨¢n perdidas.
R. Cuando me sent¨¦ a escribir Adi¨®s muchachos me dije que no quer¨ªa que aquello fuera una memoria del desencanto ni de la venganza. Siempre he odiado la palabra ¡°disidente¡±. As¨ª que me puse a escribir unas memorias personales, de c¨®mo dej¨¦ Costa Rica, de aquel exilio, y me fui a Nicaragua clandestino. Arriesgu¨¦ mi vida sin la conciencia de que lo estaba haciendo. En el torbellino, dando vueltas clandestinas, sin conciencia de que estuviera haciendo ning¨²n acto heroico, rodeado de la muerte, aunque no supiera mirarla a los ojos. La mente va eliminando riesgos, as¨ª que t¨² no tienes constancia de ese peligro. Con ese esp¨ªritu escrib¨ª esas memorias pol¨ªticas.
P. Y ahora le ha venido a visitar otra vez la pol¨ªtica, con el rostro de algunos de aquellos muchachos. ?Qu¨¦ aspecto tiene esta visita?
R. Antes de que pasara esto que ocurre tan grave, yo me negaba a dar entrevistas sobre Nicaragua, porque no quer¨ªa volver a las pantallas como pol¨ªtico. Pero ahora viene esta emergencia a Nicaragua y yo me voy a Estados Unidos a hacerme un chequeo m¨¦dico, y ese mismo s¨¢bado apresan a la candidata Cristiana Chamorro. Y en el avi¨®n en el que salgo observo que est¨¢ llegando Arturo Cruz, otro candidato a suceder a Ortega, al que capturan en el aeropuerto de Managua. De eso s¨¦ cuando estoy llegando para mis an¨¢lisis en Nueva Orleans. De inmediato comienza la caza de otros candidatos, y terminan capturando a Dora Mar¨ªa T¨¦llez, a la que yo dedico precisamente Adi¨®s muchachos, ella es parte de mi vida, y a un h¨¦roe, Hugo Torres, que fue quien liber¨® a Ortega de la c¨¢rcel de Somoza el 27 de diciembre de 1974¡ As¨ª que me encuentro cercado por los hechos, y no me puedo callar. No puedes decir: ¡°Es que soy un escritor¡± ?Un escritor? ?Un escritor para qu¨¦? No quiero tener de nuevo un rostro pol¨ªtico, as¨ª que no estoy apareciendo con una posici¨®n que nadie me haya dado ni que deseo¡ No soy l¨ªder de la lucha contra Ortega, soy un novelista que est¨¢ clamando contra la injusticia que est¨¢ ocurriendo en su pa¨ªs. Mi generaci¨®n est¨¢ presa, son gente muy preparada, aspira a mejorar su pa¨ªs, y los persigue Ortega, que fue nuestro compa?ero contra un dictador y ¨¦l mismo es ahora un dictador.
P. ?Cu¨¢l ha sido para usted la mayor traici¨®n de Ortega?
R. Apoderarse, ¨¦l y su esposa, del poder. Convertir el sandinismo en una dinast¨ªa familiar obscena, porque es gente que vive al margen de la sociedad, disfrutando de una riqueza que nunca se han ganado. Viven en un gueto en el centro de Managua, como una clase social aparte, con privilegios extraordinarios en una sociedad pobre, y es una dinast¨ªa. Es decir, Ortega pretende que sea una dinast¨ªa, repetir el modelo que cost¨® tanta sangre y que cre¨ªamos enterrado, el modelo de Somoza.
P. Cort¨¢zar salud¨® aquella revoluci¨®n y ahora la gente subraya palabras suyas entendiendo que a¨²n hay en Nicaragua una revoluci¨®n¡
R. Los tiempos cambiaron. Cuando Julio [Cort¨¢zar] aterriza en Nicaragua se encuentra con un pueblo pobr¨ªsimo y una capital arrasada por un terremoto. Los rodean unos milicianos casi descalzos, adolescentes que portan fusiles. ?l ve la desolaci¨®n, la pobreza, la lucha de un pueblo que, aun en tiempos de los sue?os revolucionarios, quiere surgir de las cenizas, y ya se est¨¢n produciendo excesos. Pero la mentalidad de Julio se puede decir que era na¨ªf, quiere defender a esa criatura peque?a que ¨¦l ve indefensa, frente a una avalancha que se le viene encima, porque Estados Unidos est¨¢ organizando la Contra. Y del otro lado est¨¢ dispuesta la Uni¨®n Sovi¨¦tica, a la que Nicaragua se abraza para que la proteja¡ Eso era na¨ªf tambi¨¦n, pero es lo que estaba ocurriendo. Yo no veo a Cort¨¢zar hoy d¨ªa diciendo ¡°esp¨¦rense, tengan paciencia con Ortega¡±.
La dictadura de Ortega ha transformado mucho la idea rom¨¢ntica que ten¨ªamos de la revoluci¨®n.
P. Hace cerca de treinta a?os escrib¨ªa usted Adi¨®s muchachos evocando los a?os de exilio y lucha, y ahora ya est¨¢ otra vez fuera de su pa¨ªs¡
R. Estoy fuera, en tratamiento m¨¦dico. Yo estoy resistiendo todav¨ªa mi paso a ser exiliado, quiz¨¢ es algo mental, y yo tengo la esperanza de volver a Nicaragua. Es una ilusi¨®n: estoy en una habitaci¨®n, de paso, delante tengo mi maleta, no la he deshecho¡ Cuando yo fui exiliado y luchaba contra Somoza, yo ten¨ªa la vida por delante. Hoy tengo la vida por detr¨¢s. No puedo hacer planes a largo plazo. Simplemente estoy viviendo, pensando, como hacen los alcoh¨®licos an¨®nimos, en el d¨ªa a d¨ªa, a ver c¨®mo amanece ma?ana.
P. Antes de irse a su tratamiento m¨¦dico, las fuerzas de Ortega lo convocaron a la Fiscal¨ªa. ?C¨®mo se sinti¨®?
R. Sent¨ª que trataban de humillarme, de sentarme en una especie de banquillo ante un fiscal ignorante. No me hicieron ninguna pregunta. Estaban llenando un requisito. El mensaje era que yo no era intocable¡
P. ?Eso aceler¨® su marcha?
R. No. Yo realmente sal¨ª de Nicaragua para mi tratamiento m¨¦dico, y no pensaba no volver. Ya le dije: me fui con una maleta peque?a, met¨ª un par de camisas y pantalones, todas mis medicinas, que siempre van conmigo, y mi mujer hizo lo mismo. Seguimos con la maleta abierta.
Babelia
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