Por rutas imperiales
Por alguna raz¨®n que no acabo de entender la derecha espa?ola siente desde hace a?os la necesidad de revivir la ¨¦pica del imperio y para adornarla reivindica t¨¦rminos como ¡°evangelizaci¨®n¡±
Le¨ª este verano un libro que me impresion¨® enormemente: Cuaderno de memorias coloniales, de la portuguesa Isabela Figueiredo. Aunque sea con m¨¢s de una d¨¦cada de retraso es todo un acierto que este peque?o tomo que conmocion¨® a los lectores portugueses llegue a nuestras manos. Figueiredo escribe sobre su infancia en Mozambique, ento...
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Le¨ª este verano un libro que me impresion¨® enormemente: Cuaderno de memorias coloniales, de la portuguesa Isabela Figueiredo. Aunque sea con m¨¢s de una d¨¦cada de retraso es todo un acierto que este peque?o tomo que conmocion¨® a los lectores portugueses llegue a nuestras manos. Figueiredo escribe sobre su infancia en Mozambique, entonces colonia portuguesa, o provincia del imperio, como le gustaba referirse a ella el dictador Salazar, que se imaginaba al paisi?o agrandado por los territorios conquistados. El libro de Figueiredo, publicado en 2009, cay¨® como una bomba para aquellos compatriotas que quer¨ªan creer que el colonialismo a la portuguesa era sensible y necesario; tambi¨¦n recibi¨® el aplauso de un p¨²blico sin miedo a enfrentarse a la verdad. La autora sent¨ªa la necesidad, as¨ª lo expres¨®, de contar c¨®mo sus ojos infantiles hab¨ªan presenciado el brutal racismo, el aplastamiento de los blancos sobre los negros, el sistem¨¢tico abuso que practicaban los hombres blancos con las mujeres negras. Y lo hizo a trav¨¦s de la figura de su padre, al que retrata con amor y dureza, por la simple raz¨®n de que ese padre era como cualquier hombre blanco. La adoraci¨®n que siente la ni?a hacia ese Dios hecho hombre, se torna en la adolescencia en sentido cr¨ªtico, en dolor, m¨¢s a¨²n cuando se convierte en joven retornada y, por tanto, se?alada en el pa¨ªs de la revoluci¨®n de abril. Todo esto narrado con una belleza dif¨ªcil de describir, salvo para constatar que la poes¨ªa aflora, en cada una de sus p¨¢ginas, como una hierba salvaje. Estas memorias coloniales vienen a cuento ahora, en este presente en el que Europa despierta de una prolongada amnesia y se enfrenta al hecho de que la historia que se reduce a una sucesi¨®n de actos heroicos omitiendo a las v¨ªctimas de tales haza?as constituye el relato de una gran mentira, puesto que no hay colonialismo sin brutalidad.
Por alguna raz¨®n que no acabo de entender la derecha espa?ola siente desde hace a?os la necesidad de revivir la ¨¦pica del imperio y para adornarla reivindica t¨¦rminos como ¡°evangelizaci¨®n¡±, palabra que nos retrotrae a la historia que se daba en las escuelas durante el franquismo, la de ¡°voy por rutas imperiales caminando hacia Dios¡±. Detestan la memoria hist¨®rica e incluso el todopoderoso expresidente anima al aprendiz a derogar su ley cuando llegue al poder, pero al tiempo echan mano de una ret¨®rica apolillada que se aleja, una vez m¨¢s, del debate europeo, que va reconociendo lo que fuera un enriquecimiento basado en el expolio y el trabajo esclavo. Solo Boris Johnson, que ya no es Europa, se suma al acto de buscar desesperadamente un imperio que le embellezca un poco el desastre que vive de fronteras para adentro.
De los chistes de Aznar poco se puede a?adir, salvo que sus chascarrillos son la prueba evidente de que el humor no es siempre una barrabasada inocente, que existe el humorista crecido ante un p¨²blico fervoroso que se burla de aquel que trata como a un inferior, en este caso un pa¨ªs con el cual Espa?a siempre mantiene relaciones delicadas, que cualquier pol¨ªtico cuidadoso busca la manera de recomponer en vez de provocar tensi¨®n. M¨¢s osada a¨²n ha sido D¨ªaz Ayuso, que se fue nada menos que a Estados Unidos, un pa¨ªs que a pesar de su pol¨ªtica imperialista ha ido acogiendo en sus instituciones a pol¨ªticos procedentes de Latinoam¨¦rica que alientan otro discurso. Por fortuna, sus declaraciones, aquellas en las que afirm¨® que ¡°el indigenismo es el nuevo comunismo¡±, no tuvieron mucho alcance, solo se hicieron eco de ellas los sospechosos habituales, como as¨ª se denomina a los espa?oles que van, por gusto u obligaci¨®n, a los actos de los presidentes auton¨®micos que quieren liarla en la Gran Manzana. Ayuso, siempre en conexi¨®n con el expresidente, defendi¨® la labor civilizatoria del cristianismo y aclar¨® que de pedir perd¨®n, nada. Luego se volvi¨® a casa diciendo que en Nueva York se habla poco de Madrid. Pues casi que menos mal.