Rapto por seducci¨®n
Aunque la justicia no pueda reparar nuestro dolor con una condena, s¨ª puede repararse con la sanci¨®n social que puede generar nuestra denuncia
Se acerc¨® al profesor y el antebrazo se puso duro al contacto de sus dedos con la carne. Acomod¨® su mano sobre la de ella y con el m¨²sculo en tensi¨®n anduvieron por la sala hasta quedarse quietos delante de una pintura. ¡°F¨ªjate en la belleza de las telas blancas, ni?a. Y en la de los tres cupidos juguetones que con sus flechitas y sus risas endulzan el viaje que emprender¨¢ Europa. Observa c¨®mo le tiembla el muslo, c¨®mo se descuelga el pecho, con qu¨¦ facilidad podemos tocar toda esa carne¡±. Europa emprend¨ªa su viaje a lomos de un toro blanco, pero la ni?a solo sent¨ªa el pulso de ¨¦l sujetando el...
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Se acerc¨® al profesor y el antebrazo se puso duro al contacto de sus dedos con la carne. Acomod¨® su mano sobre la de ella y con el m¨²sculo en tensi¨®n anduvieron por la sala hasta quedarse quietos delante de una pintura. ¡°F¨ªjate en la belleza de las telas blancas, ni?a. Y en la de los tres cupidos juguetones que con sus flechitas y sus risas endulzan el viaje que emprender¨¢ Europa. Observa c¨®mo le tiembla el muslo, c¨®mo se descuelga el pecho, con qu¨¦ facilidad podemos tocar toda esa carne¡±. Europa emprend¨ªa su viaje a lomos de un toro blanco, pero la ni?a solo sent¨ªa el pulso de ¨¦l sujetando el suyo: su carne joven, atrapada y dichosa, en manos de aquel hombre.
Rapto por seducci¨®n. Norma social frente a norma jur¨ªdica. Reparaci¨®n. Conversaci¨®n inc¨®moda con un familiar. Denuncias de terceros son las notas que tom¨¦ el s¨¢bado pasado mientras la abogada penalista Carla Vall y yo dialog¨¢bamos con motivo de uno de los actos de este ¨²ltimo 25-N. Compart¨ªamos nuestra experiencia en la integraci¨®n de las violencias para poder llevar a cabo la mutaci¨®n de v¨ªctima en superviviente. Es algo que suelo hacer a trav¨¦s de mi trabajo, por lo que el acto me generaba cierta incomodidad: la palabra y la pintura son para m¨ª lugares seguros en los que me abandono para enfrentar el dolor. Una sala de conferencias es otra cosa.
Carla Vall i Duran mira donde la mayor¨ªa no quiere mirar y con su trabajo rompe el pacto de silencio que el agresor impone. El imaginario machista con el que cargamos atribuye a las v¨ªctimas la participaci¨®n en los cr¨ªmenes, ¡°de hecho, hace poco m¨¢s de 40 a?os, se encontraba cristalizado en el C¨®digo Penal bajo el delito de rapto por seducci¨®n. Es decir, la v¨ªctima hab¨ªa participado en su agresi¨®n a trav¨¦s de la atracci¨®n previa al delito¡±, dec¨ªa mi colega. Yo acababa de presionar una tecla del port¨¢til y proyectaba El rapto de Europa de Tiziano.
Es importante revisar privilegios. Es la inercia del contexto el que permite que las violencias se perpet¨²en. Si recordamos algunos de los actos de estas ¨²ltimas semanas nuestro imaginario se llena de agresores que nada tienen que ver con el monstruo del callej¨®n oscuro del que nos han ense?ado a protegernos desde ni?as: profesores que doblegan a sus alumnas, m¨¦dicos respetados que abusan f¨ªsicamente de sus pacientes, monitores de colonias que agreden sexualmente a las ni?as que est¨¢n bajo su tutela. En el Estado espa?ol, en un 85% de los casos, las agresiones son ejecutadas por un conocido y muchas veces se dan en el seno familiar. Cu¨¢nto nos cuesta creer que un abuelo entra?able que lleva a su nieta al parque cada tarde pueda estar realiz¨¢ndole tocamientos cuando la madre no mira, o que hayan detenido a un monje acusado de abusar sexualmente de una ni?a de cinco a?os.
Despu¨¦s de nuestra intervenci¨®n, varias asistentes se levantaron, abrieron la boca y nos dejaron heladas. Qu¨¦ doloroso y sanador es ese fr¨ªo: parece ser que hemos entendido que nuestro silencio solo puede proteger a los que nos acosan, maltratan, violan, y matan. Ahora sabemos, por ejemplo, que los hechos prescritos tambi¨¦n pueden denunciarse, o que el silencio social genera impunidad, somos capaces de identificar una violaci¨®n dentro del matrimonio, y ya no nos sentimos dichosas cuando el depredador que se ha disfrazado de hombre normal sostiene nuestra mano con su garra. Sabemos tambi¨¦n, que, aunque la justicia no pueda reparar nuestro dolor con una condena, el dolor puede repararse con la sanci¨®n social que puede generar nuestra denuncia.
¡°Las cosas han cambiado, Larry. Estamos aqu¨ª. Tenemos nuestras voces y no nos vamos a ninguna parte¡±, declar¨® en el juzgado la medallista ol¨ªmpica Aly Raisman. Estamos aqu¨ª, tenemos voz, y algunas privilegiadas la acaban usando: abusadores como Nassar son condenados a largas penas despu¨¦s de ser obligados a escuchar los testimonios de sus v¨ªctimas. Otros, sin embargo, se apartan de los focos antes de que les caiga el chaparr¨®n encima. En lugar de disculparse y asumir las consecuencias intentan esquivarlo y se marchan sin hacer apenas ruido.