El otro que hay en ti
Creo que sufro daltonismo de la otredad. Me cuesta percibir como ajenos aquellos que todo el mundo identifica autom¨¢ticamente como extra?os, extranjeros, otros
Creo que sufro daltonismo de la otredad. Me cuesta percibir como ajenos aquellos que todo el mundo identifica autom¨¢ticamente como extra?os, extranjeros, otros. No es que no pueda distinguir las diferencias culturales, ling¨¹¨ªsticas, religiosas, fenot¨ªpicas o de nacionalidad. Es que soy incapaz de clasificar a las personas en base a tales diferencias. Al fin y al cabo, yo misma me convert¨ª en una especie de extranjera para mi propia madre hablando lenguas que ella no comprend¨ªa o adoptando valores que ella no comparte y s¨¦ que algo parecido acabar¨¢ pasando con mis propios hijos. Si la diferenci...
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Creo que sufro daltonismo de la otredad. Me cuesta percibir como ajenos aquellos que todo el mundo identifica autom¨¢ticamente como extra?os, extranjeros, otros. No es que no pueda distinguir las diferencias culturales, ling¨¹¨ªsticas, religiosas, fenot¨ªpicas o de nacionalidad. Es que soy incapaz de clasificar a las personas en base a tales diferencias. Al fin y al cabo, yo misma me convert¨ª en una especie de extranjera para mi propia madre hablando lenguas que ella no comprend¨ªa o adoptando valores que ella no comparte y s¨¦ que algo parecido acabar¨¢ pasando con mis propios hijos. Si la diferencia anida en el m¨¢s fuerte y profundo de los v¨ªnculos, ?c¨®mo podemos hablar del distinto como si fuera un extraterrestre neg¨¢ndole todos los derechos? Pues olvid¨¢ndonos deliberadamente o por inducci¨®n ambiental de que ese extra?o tambi¨¦n ama y sufre y respira y piensa y vive y le duelen m¨¢s o menos las mismas cosas que nos duelen a nosotros. Es decir: el extranjero no existe, lo inventamos en nuestra organizaci¨®n del mundo al despojarlo de su humanidad.
No es f¨¢cil vivir con este tipo de daltonismo cuando la mayor¨ªa de los que te rodean no lo sufren: me miran y son capaces de ver en m¨ª rasgos que no les son propios en estas latitudes con una precisi¨®n que me desarma. A pesar de lo mucho que me he mirado en el espejo, no veo en la imagen reflejada tales distinciones. Pero da igual. Da igual hasta que entran en juego la capacidad de decidir sobre la vida de quienes son tenidos por extranjeros, da igual hasta que se tiene poder para trazar una frontera. En una encuesta reciente el 60 % de los europeos cree que hay demasiados inmigrantes en la UE. Algo que me sorprende porque no creo que llegue al 60 % el n¨²mero de ciudadanos de este continente que no haya vivido de forma cercana la experiencia de la emigraci¨®n. La desmemoria en este caso, sea o no consciente, es cavarse la propia tumba: aceptar que ¡°otros¡± sean sometidos, explotados, traficados, excluidos y abandonados a su suerte en medio de un mar de indiferencia es aceptar que tarde o temprano seamos nosotros los sometidos, traficados, excluidos y abandonado en la indiferencia. Porque el ¡°otro¡± somos nosotros, una sola especie humana formando ¡°un mismo tejido contagioso¡±, en palabras de David Grossman al principio de esta pandemia.