La infancia invisible
Los casos de abusos de menores tutelados revelan carencias sist¨¦micas en la atenci¨®n a los m¨¢s desvalidos de la sociedad
La situaci¨®n de los menores tutelados solo parece llegar a los titulares cuando se producen sucesos terribles. El desamparo en que algunos de estos adolescentes se han encontrado encoge el coraz¨®n y exige una respuesta plural ante un drama humano. Tres de las 10 v¨ªctimas menores de edad rescatadas por la Polic¨ªa de una red de prostituci¨®n en Madrid estaban tuteladas por servicios p¨²blicos que no han funcionado como deber¨ªan. E...
La situaci¨®n de los menores tutelados solo parece llegar a los titulares cuando se producen sucesos terribles. El desamparo en que algunos de estos adolescentes se han encontrado encoge el coraz¨®n y exige una respuesta plural ante un drama humano. Tres de las 10 v¨ªctimas menores de edad rescatadas por la Polic¨ªa de una red de prostituci¨®n en Madrid estaban tuteladas por servicios p¨²blicos que no han funcionado como deber¨ªan. El caso reciente de Madrid se suma a denuncias parecidas en los ¨²ltimos dos a?os en las Baleares y en la Comunidad Valenciana, y en todos ellos se trasluce la existencia de un problema sist¨¦mico y no meramente epis¨®dico.
Los centros de acogida para menores tutelados dependen de las comunidades aut¨®nomas y la gran mayor¨ªa son de gesti¨®n privada. Seg¨²n datos del Observatorio de la Infancia, en 2020 hab¨ªa 16.991 menores en estos centros y otros 18.892 se encontraban en familias de acogida. Son chicos y chicas sin apoyos familiares ni sociales para quienes un auxilio profesional competente puede salvar o condenar, sin mucho lugar para los matices. La fragilidad de algunas de ellas las expone a un ecosistema delictivo que acaba involucr¨¢ndolas en redes de prostituci¨®n a trav¨¦s de la adicci¨®n a las drogas. Los detalles hechos p¨²blicos estos d¨ªas sobre las menores rescatadas por la Polic¨ªa en Madrid traducen crudamente el desarraigo y la soledad en que viven cuando pueden llegar a creer que su mejor aliado es su proxeneta o su camello.
Los profesionales llevan a?os denunciando situaciones parecidas y coinciden en que una de las claves consiste en establecer un v¨ªnculo emocional con los menores que genere el sentimiento de protecci¨®n y seguridad que no han vivido en sus entornos sociales. Pero eso demanda m¨¢s personal cualificado, formaci¨®n, m¨¢s familias de acogida y pisos tutelados. La atenci¨®n personalizada a cada caso es el instrumento de auxilio crucial y, contra lo que a veces se repite, el porcentaje de menores realmente conflictivos o que requieran vigilancia resulta m¨ªnimo.
Las cifras del problema no deben confundir sobre su gravedad. La tentaci¨®n de minimizarlo se agota en cuanto el problema aparece cerca del pol¨ªtico de turno. La presidenta de la Comunidad de Madrid ha pasado de caricaturizar el caso de Baleares a pedir que el debate ¡°salga de la pol¨ªtica¡±. Ni Madrid ni Baleares ni Valencia tienen la culpa de estos delitos, pero s¨ª tienen la responsabilidad de evitarlos: la conmoci¨®n que las noticias producen habr¨ªa de servir para activar las alarmas, los protocolos y los medios que impidan a la poblaci¨®n m¨¢s desvalida volver a vivir infiernos como los que hemos conocido estos d¨ªas.