Emma Thompson, jefaza
La actriz nos conmina a mirarnos desnudas al espejo sin meter tripa ni sacar culo ni esconder pecho ni escorzar cadera ni buscar la piedad de la luz
De cr¨ªa odiaba la gimnasia del cole. El p¨¢nico al plinto, donde m¨¢s de una vez me qued¨¦ despatarrada en ¨¢ngulo obtuso para estruendosa delicia de los cafres de la clase, no era nada comparado con la verg¨¹enza que pasaba con el uniforme. Antes de la lycra y los sujetadores deportivos, las chicas llev¨¢bamos una camiseta a pelo y unos cucos, especie de bragas altas de espumilla, que a algunas les quedaban mon¨ªsimos, pero a m¨ª, regordeta, ultraplana, cachijunta y con menos cintura que un botijo, me bailaban por arriba y se me met¨ªan hasta el ¨²tero por abajo, revelando todos mis compl...
De cr¨ªa odiaba la gimnasia del cole. El p¨¢nico al plinto, donde m¨¢s de una vez me qued¨¦ despatarrada en ¨¢ngulo obtuso para estruendosa delicia de los cafres de la clase, no era nada comparado con la verg¨¹enza que pasaba con el uniforme. Antes de la lycra y los sujetadores deportivos, las chicas llev¨¢bamos una camiseta a pelo y unos cucos, especie de bragas altas de espumilla, que a algunas les quedaban mon¨ªsimos, pero a m¨ª, regordeta, ultraplana, cachijunta y con menos cintura que un botijo, me bailaban por arriba y se me met¨ªan hasta el ¨²tero por abajo, revelando todos mis complejos. El escarnio p¨²blico debi¨® de qued¨¢rseme clavado en el h¨ªgado, porque luego, de adulta, no fui capaz de ponerme vaqueros hasta que, pasados los 30 y apuntalada la autoestima por los a?os, las dietas, los tacones, los sostenes dos tallas m¨¢s y las fajas dos tallas menos, logr¨¦ caber en una 40 y reunir el aplomo para vestir como quer¨ªa. En esas, lleg¨® la menopausia con la ca¨ªda y el ensanche del chasis y ah¨ª me hallo, tratando de acostumbrarme a la matrona que veo al salir de la ducha el segundo entre quitarme la toalla y ponerme la armadura, porque m¨¢s no me aguanto la mirada.
La actriz Emma Thompson, diosa de su oficio, ha reconocido que su escena m¨¢s dif¨ªcil ha sido quedarse en cueros ante la c¨¢mara a los 62 a?os. A las mujeres nos han lavado el cerebro para odiar nuestro cuerpo, dice, y nos conmina a mirarnos desnudas al espejo sin meter tripa ni sacar culo ni esconder pecho ni escorzar cadera ni buscar la piedad de la luz sobre las arrugas, la flacidez, la celulitis, las estr¨ªas, las huellas de la vida, y aceptarnos como somos. Leo que Thompson respira por la herida. Que su hija Gaia sufri¨® anorexia. Y las entiendo como si las hubiera parido. As¨ª que habr¨¢ que tomar nota de la jefa Thompson. A ver si, tan feministas como somos, lo que vamos a legar a las nuestras es la obsesi¨®n por encajar en un molde tan imposible como saltar airosa el plinto del cole.