Tomarse (demasiado) en serio
Escasea la fant¨¢stica capacidad de re¨ªrse de uno mismo sin que eso sea visto como fr¨ªvolo
Estoy segura de que tiene que existir una ley no escrita seg¨²n la cual si te gusta B¨¦la Tarr es imposible que disfrutes de los Bridgerton. Es as¨ª, son cosas claramente incompatibles. Y otro hecho que tampoco admite discusi¨®n es que si lees a Elias Canetti o a Robert Walser, eso te incapacita para, pongamos, disfrutar de un bestseller de esos en cuyas fajas se lee ¡°trepidante¡± y un n¨²mero de ediciones de dos cifras. Aunque, mejor dicho, no es que no puedas hacerlo, lo que no puede...
Estoy segura de que tiene que existir una ley no escrita seg¨²n la cual si te gusta B¨¦la Tarr es imposible que disfrutes de los Bridgerton. Es as¨ª, son cosas claramente incompatibles. Y otro hecho que tampoco admite discusi¨®n es que si lees a Elias Canetti o a Robert Walser, eso te incapacita para, pongamos, disfrutar de un bestseller de esos en cuyas fajas se lee ¡°trepidante¡± y un n¨²mero de ediciones de dos cifras. Aunque, mejor dicho, no es que no puedas hacerlo, lo que no puedes es decirlo. Quiz¨¢s, a lo m¨¢ximo que aspires es a esconderlo bajo esa etiqueta de placeres culpables, guilty pleasure, que siempre nos suena mejor en ingl¨¦s.
A?os atr¨¢s present¨¦ una tesina en filosof¨ªa y cuando termin¨¦ la defensa mi directora a la saz¨®n me pregunt¨® que, puesto que todo hab¨ªa ido bien, qu¨¦ iba a hacer para celebrarlo. Hay que mencionar aqu¨ª que ya hab¨ªamos tenido nuestros m¨¢s y nuestros menos a lo largo de la escritura de la tesis, en especial por algo que a ella le molestaba especialmente: la tesina se le¨ªa como una novela. Y sospecho que eso, el hablar como el com¨²n de los mortales restaba puntos al conjunto porque era accesible y, por tanto, menos elevado. Si citabas en alem¨¢n, bien. Si todo eran subordinadas sin puntos, a¨²n mejor. ?Pero aquello de hablar de las categor¨ªas del ser heideggeriano como si fuera un cuento? Sea como fuera, le respond¨ª que celebrar¨ªa el aprobado yendo a bailar por ah¨ª, tom¨¢ndome unas copas y leyendo novelas rom¨¢nticas hasta nuevo aviso para hacer depuraci¨®n de tanta filosof¨ªa. Era, claro, una broma tonta. Pero ella, indignada, me respondi¨®, en una frase que sigue conmigo a d¨ªa de hoy, que no me hac¨ªa ning¨²n favor tom¨¢ndome tan poco en serio. Que aquella pose fr¨ªvola, aquel re¨ªrme de m¨ª misma, me iba a cerrar las puertas ya no de la universidad sino de la vida intelectual.
Sea lo que sea la vida intelectual, aquella sentencia apuntaba, supongo, a eso que llamamos elitismo cultural que establece unas l¨ªneas divisorias entre lo ¨®ptimo y lo menos ¨®ptimo, que diferencia tajantemente entre alta y baja cultura, pero hace referencia tambi¨¦n a ese viejo problema que tenemos en este pa¨ªs con las zonas de grises, con aquello que entra?a, ya no contradicci¨®n sino multiplicidad, con aquello que desmonta el prejuicio. Desgraciadamente, no ocurre solo con la cultura. Necesitamos que todo sea simple y claro, blanco y negro, porque la categorizaci¨®n constante es c¨®moda: implica no pensar, facilita el juicio y la etiqueta r¨¢pida. Y en una ¨¦poca en la que la reina es la inmediatez resulta francamente c¨®modo echar mano de lo que ya sabemos: que bajo ning¨²n concepto, Robert Musil podr¨ªa compartir espacio en la mesita de noche con una novela rom¨¢ntica.
Ha pasado mucho tiempo desde la defensa de la tesina y pienso que en aquel momento me traicion¨® una suerte de esprit de l¡¯escalier ¡ªexpresi¨®n francesa que describe el acto de pensar en una respuesta ingeniosa cuando es demasiado tarde para darla¡ª y no supe decirle a mi directora que daba la casualidad de que una de las cualidades que m¨¢s he admirado siempre en cualquier persona, independientemente de su profesi¨®n, es la capacidad de re¨ªrse de uno mismo, la ligereza de no tomarse demasiado en serio. No hablo de autodenigraci¨®n ni del inmovilismo del ¡°me sale todo mal¡±, pero s¨ª de esa capacidad de formular m¨¢s de una vez aquella muletilla que nos salva de tanto: ¡°?y qu¨¦?¡±. Sali¨® mal, ?y qu¨¦? Fue un fracaso, ?y qu¨¦? Pero nos falta m¨²sculo. La que sabe hacerlo, la que siempre lo supo hacer es Nora Ephron. Le¨ªa estos d¨ªas la recopilaci¨®n de ensayos No me acuerdo de nada, que acaba de publicarse, y pensaba que Ephron encarna como nadie toda esta zona de grises, ese cinismo cuando es constructivo, la capacidad infinita de re¨ªrse de ella misma y de ser la abanderada de esas contradicciones que nos convierten en seres humanos con varias capas y registros. Por poner un ejemplo, en el libro hay un ensayo fant¨¢stico sobre sus fracasos m¨¢s clamorosos que dice: ¡°he tenido montones de fracasos. He hecho pel¨ªculas que han sido un rotundo fracaso. Cuando digo un rotundo fracaso quiero decir que han recibido malas criticas y no han dado dinero (¡). Un par de mis fracasos acabaron por convertirse en obras de culto, que es la ¨²ltima esperanza que a uno le queda para un fracaso, per la mayor¨ªa de mis fracasos siguieron siendo fracasos¡±.
Escasea, en general, no solo entre intelectuales y acad¨¦micos, una capacidad fant¨¢stica y que es, en mi opini¨®n, la gran prueba de inteligencia emocional: el humor, la capacidad de re¨ªrse de uno mismo sin que eso sea visto como fr¨ªvolo, como no tomarse en serio. Una capacidad que se ejercita diciendo m¨¢s a menudo: ¡°y qu¨¦¡±, y sobre todo, recordando que todos cultivamos nuestros propios Bridgerton, lo reconozcamos o no.