Petro para venezolanos
El triunfo de Gustavo Petro es un cambio de mucho calado para el Gobierno interino de Juan Guaid¨®, fruto del desatino que desde hace muchas d¨¦cadas muestra la pol¨ªtica exterior estadounidense
La primera consecuencia que para la oposici¨®n venezolana tiene el triunfo de Gustavo Petro en las presidenciales de Colombia ser¨¢ el cese de las funciones de la ¡°canciller¨ªa¡± de Juan Guaid¨® en territorio colombiano. El llamado gobierno interino se ufan¨®, desde 2019 hasta ah...
La primera consecuencia que para la oposici¨®n venezolana tiene el triunfo de Gustavo Petro en las presidenciales de Colombia ser¨¢ el cese de las funciones de la ¡°canciller¨ªa¡± de Juan Guaid¨® en territorio colombiano. El llamado gobierno interino se ufan¨®, desde 2019 hasta ahora, del reconocimiento otorgado por mucho m¨¢s de una cincuentena de pa¨ªses de todo el mundo, notablemente el de Bogot¨¢, adem¨¢s del declarado apoyo de Washington. Ahora le ser¨¢ forzoso borrar de la lista al Gobierno colombiano: un cambio ¡ªuna p¨¦rdida¡ª de mucho calado, fruto del desatino que desde hace muchas d¨¦cadas muestra la pol¨ªtica exterior estadounidense, y no solamente en lo que ata?e a nuestra Am¨¦rica.
Estados Unidos no ha desbarrado solo; le han hecho compa?¨ªa y la fracci¨®n harvardiana de la ¨¦lite opositora venezolana, es un ejemplo. Siempre m¨¢s atentos a las decisiones del Departamento de Estado que a lo que pueda ocurrir en el Magdalena Medio o en Quibd¨®, ni Guaid¨® y ni sus consejeros pensaron jam¨¢s en la posibilidad de que Gustavo Petro, o alguna apol¨ªnea figura del hasta ahora desafortunado centro liberal, pudiese llegar a la presidencia de Colombia.
¡°El primer deber de un pol¨ªtico venezolano es entender muy bien qu¨¦ pasa en Colombia¡±, o¨ª sentenciar una tarde a Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, un hombre de la frontera que lleg¨® a ser presidente de Venezuela en dos ocasiones. ¡°Porque hacia donde ¨¦sta se incline, o¨ªgame bien, hacia donde al final se incline Colombia lo har¨¢ toda Sudam¨¦rica¡±.
P¨¦rez dej¨® la presidencia para recluirse en su casa luego de que, en 1992, un tribunal de r¨¢bulas lo sentenci¨® a prisi¨®n domiciliaria. Hoy se puede tener en poco a P¨¦rez; yo lo advers¨¦ y a¨²n lo tengo en mucho por haber sido, con todos sus errores, un dem¨®crata cabal y un republicano verdadero. Por eso, al evocar sus palabras pienso en Bol¨ªvar, arquet¨ªpico ¡°hijo de la infeliz Caracas¡± y el primer pol¨ªtico venezolano que se vio obligado a refugiarse en la Nueva Granada, tal como, llegado un momento del siglo pasado, tambi¨¦n lo hizo R¨®mulo Betancourt.
La ret¨®rica protocolar se detiene infaltablemente en la halag¨¹e?a idea de las naciones hermanas. Con ligereza de celebridades de la tele, los pol¨ªticos venezolanos invocan la antropol¨®gica comunidad de la arepa. Aquellos apenas un poco m¨¢s ilustrados se llenan la boca con Pantano de Vargas y Boyac¨¢. ¡°Somos muy parecidos¡±, suele decirse, pero no es verdad. Cada desdichado pa¨ªs latinoamericano lo es a su propia manera, perdonen el ¡°tolstoyazo¡±.
La Gran Colombia no fue sino un arbitrio impuesto por la necesidad de ganar una guerra; una ¡°ilusi¨®n ilustrada¡±, como afirm¨® Luis Castro Leiva, nuestro inolvidable historiador de las ideas. De la diseminaci¨®n del da?ino culto a Bol¨ªvar dan cuenta las variedades colombiana y ecuatoriana que Hugo Ch¨¢vez volvi¨® de rev¨¦s, como un calcet¨ªn, para hacer de una teolog¨ªa conservadora y militarista una supercher¨ªa populista y militar.
La Colombia actual dista mucho del pa¨ªs con el que transamos por mitades las deudas de la Guerra de Independencia y al que dijimos ¡°bueno pues, hermano¡± en 1830. Es, despu¨¦s de M¨¦xico y Brasil, la tercera naci¨®n m¨¢s poblada de nuestra Am¨¦rica: 50 millones de habitantes de los que 22 millones son pobres. Felizmente cuenta con instituciones que ya hubi¨¦semos querido tener los venezolanos en 1992.
Su presidente es un hombre de izquierdas con una biograf¨ªa que solo pod¨ªa ser latinoamericana: insurgente que adopt¨® el de Aureliano como nombre de guerra antes de hacer la cr¨ªtica de las armas. Durante tres d¨¦cadas, como bien se?ala Humberto de la Calle, Petro acat¨® las reglas democr¨¢ticas consagradas en la constituci¨®n que ayud¨® a promover hasta llegar, finalmente, a presidir Colombia ganando una elecci¨®n lib¨¦rrima.
Colombia, se?ores, hablo del pa¨ªs que acoge con generosidad a casi dos de los m¨¢s de seis millones de venezolanos que en ¨²ltimo lustro se desterraron a pie. Me gustar¨ªa que muchos de ustedes, que han corrido con mejor suerte que ellos, lo entendieran antes de tuitear ferocidades y augurar cat¨¢strofes desde Miami o Madrid.