El legado de la Barcelona ol¨ªmpica
Los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992 fueron clave para sacar a la capital catalana de un hiriente retraso hist¨®rico material
Los grandes momentos de la humanidad o ¡ªen menos grandilocuente¡ª del quehacer humano dejan dos tipos de legado: material e inmaterial.
Roma es ejemplo de que lo decisivo es lo inmaterial. Entre el qu¨¦ y el c¨®mo, el c¨®mo; entre las cosas y las maneras, estas; entre las obras y las ideas, o bien las reglas, la norma.
El dise?o de las grandes infraestructuras, teatros, v¨ªas, y acueductos, sobresali¨®. Como el de los artilugios y las t¨¦cnicas militares o las agr¨ªcolas. Pero m¨¢s perenne que todo eso fue la visi¨®n (a¨²n limitada) de la ciudadan¨ªa, la ret¨®rica, la historia, y especialment...
Los grandes momentos de la humanidad o ¡ªen menos grandilocuente¡ª del quehacer humano dejan dos tipos de legado: material e inmaterial.
Roma es ejemplo de que lo decisivo es lo inmaterial. Entre el qu¨¦ y el c¨®mo, el c¨®mo; entre las cosas y las maneras, estas; entre las obras y las ideas, o bien las reglas, la norma.
El dise?o de las grandes infraestructuras, teatros, v¨ªas, y acueductos, sobresali¨®. Como el de los artilugios y las t¨¦cnicas militares o las agr¨ªcolas. Pero m¨¢s perenne que todo eso fue la visi¨®n (a¨²n limitada) de la ciudadan¨ªa, la ret¨®rica, la historia, y especialmente el derecho. Si de nuestros actuales c¨®digos civiles europeos extirp¨¢semos los conceptos, principios y equilibrios de los romanos, quedar¨ªan en blanco.
La cita ol¨ªmpica de 1992 fue clave para sacar a Barcelona de un hiriente retraso hist¨®rico material.
Logr¨® la conectividad (rondas de circunvalaci¨®n), la porosidad entre barrios (monumentalizaci¨®n de la periferia obrera); las instalaciones deportivas de gran nivel, y uso cotidiano (puerto, anillo ol¨ªmpico y otras en el rerepa¨ªs o hinterland); las torres de telecomunicaciones; la hoteler¨ªa privada (apenas hab¨ªa establecimientos de alta gama)... y la siembra para un posterior aeropuerto digno, un puerto interconectado con ferrov¨ªa europea y la alta velocidad. Mucho de ello se debi¨® al holding entre el Ayuntamiento y el Estado.
En pocos a?os se hizo m¨¢s que en siglos. As¨ª, un solo Maragall procur¨® m¨¢s obra tangible que cualquier presidente de la Generalitat (el mismo Pasqual incluido) desde 1359.
Pero ni siquiera la obra fue lo fundamental. Lo esencial, lo que a¨²n dura hoy, es el legado inmaterial de aquel 1992. Al menos en tres ¨¢mbitos. Uno fue la siembra y atracci¨®n de talento. La meritocracia opac¨® un tiempo al nepotismo. La tradicional absorci¨®n y cualificaci¨®n de trabajadores para la industria dio paso a la incorporaci¨®n de profesionales tecnol¨®gicos, innovadores y al emprendimiento sin paraguas proteccionista (startups): a un marketplace cosmopolita, todav¨ªa resistente.
Dos, la complicidad p¨²blico/privada y consorciada, barcelonesa/espa?ola, con el espacio metropolitano y el catal¨¢n. La capital hanse¨¢tica renov¨® laureles, sedujo y atrajo, ofreci¨® y recibi¨® a raudales.
Y tres, el arrastre y el referente de un liderazgo inclusivo, persiguiendo con pasi¨®n obsesiva un objetivo.
Luego llegaron a Catalu?a ominosos vientos de retracci¨®n endog¨¢mica, que han hecho imposibles muchas cosas y muchos sue?os sensatos. Pero la base inmaterial, el patrimonio moral, un cierto modo de hacer, todo eso sigue ah¨ª.