Aqu¨ª yace todo el d¨ªa
Hemos pasado de ver la vida como un valle de l¨¢grimas por el que deb¨ªamos pasar como gato sobre brasas a concebirla como una pista de carreras que debemos sobrevolar
El calor de estos d¨ªas ralentiza el ritmo que solemos infligirnos. Liberados de la temporalidad humana, o inhumana, hacemos por la ma?ana el perro; al mediod¨ªa, el lagarto; y despu¨¦s de comer, la boa. O la lechuza, pues la filosof¨ªa naci¨® en Grecia, donde el sol invitaba a dilapidar el tiempo charlando frente al mar. Si es cierto, como dice Robert Luis Stevenson, en En defensa de los ociosos, que el ajetreo es ¡°s¨ªntoma de...
El calor de estos d¨ªas ralentiza el ritmo que solemos infligirnos. Liberados de la temporalidad humana, o inhumana, hacemos por la ma?ana el perro; al mediod¨ªa, el lagarto; y despu¨¦s de comer, la boa. O la lechuza, pues la filosof¨ªa naci¨® en Grecia, donde el sol invitaba a dilapidar el tiempo charlando frente al mar. Si es cierto, como dice Robert Luis Stevenson, en En defensa de los ociosos, que el ajetreo es ¡°s¨ªntoma de una vitalidad deficiente¡±, deber¨ªamos estar todos en cuidados intensivos. El problema es antiguo, y abundan los mitos, los s¨ªmbolos y las obras que lo tratan. S¨¦neca, Michel de Montaigne y Henry David Thoreau nos avisaron del peligro de pasar resbalando sobre la vida, para solo darnos cuenta, en el lecho de muerte, de que no hemos vivido realmente.
Pero se trata tambi¨¦n de un problema actual, porque en el seno del turbocapitalismo, todos parecemos el piloto de carreras Mario Andretti, para el cual ¡°si todo parece que est¨¢ bajo control, entonces es que no est¨¢s yendo lo bastante deprisa.¡± Una aceleraci¨®n que surge de la reconversi¨®n de todas las experiencias no econ¨®micas en actividades de producci¨®n y de consumo. Acortamos el sue?o, ocultamos la enfermedad, optimizamos el descanso, manufacturamos las amistades en contactos, refinamos el tiempo del cuidado en tiempo ¡°de calidad¡±... De este modo se ha ido generalizando un enfoque teleol¨®gico y utilitario de la existencia, en virtud del cual hemos pasado de ver la vida como un valle de l¨¢grimas por el que deb¨ªamos pasar como gato sobre brasas, para no condenarnos en el m¨¢s all¨¢, a concebirla como una pista de carreras que debemos sobrevolar para llegar a una meta que nunca podremos cruzar.
Porque, aunque hacerse rico o realizarse parezcan fines terrenales, no lo son. Pues el que es hoy nunca disfrutar¨¢ de eso que se promete para ma?ana, porque estar¨¢ solo, enfermo, muerto o lamentar¨¢ no haber vivido. No se trata de caer en un puro presentismo, sino de resistir frente a la degradaci¨®n de la existencia a un mero medio (ayer religioso, hoy economicista), apostando por que cada momento sea un fin en s¨ª mismo, sin que eso impida que los enlacemos todos en una gran narrativa existencial.
El fil¨®sofo renacentista Cesare Cremonini hizo grabar en su l¨¢pida: ¡°Aqu¨ª yace todo Cremonini¡±. De este modo negaba que ni un solo ¨¢tomo de su alma hubiese ido al m¨¢s all¨¢, y daba testimonio de haber gozado plenamente de la ¨²nica vida que le hab¨ªa tocado en suerte vivir. Nosotros deber¨ªamos escribir tras cada puesta de sol: ¡°Aqu¨ª yace todo el d¨ªa¡±. Nunca fue tan urgente tom¨¢rselo con calma.