C¨®mo evitar la tentaci¨®n del miedo
Cuando pase el temor que el presente ha sacado a la superficie habr¨¢ que seguir luchando contra la niebla de la ansiedad
Dec¨ªa Borges que la novela rusa parece empe?ada en demostrar que no hay nadie imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, gente que se separa por amor¡ Pues la ¨²ltima entrega de esta literatura insigne parece empe?ada en a?adir que al ser humano le tranquiliza sentir miedo. S¨¦ que suena contradictorio, pero creo, con Chesterton, que las cosas se vuelven m¨¢s parad¨®jicas cuanto m¨¢s nos acercamos a la verdad.
Para comprender en qu¨¦ sentido digo que el miedo nos tranquiliza, necesitamos distinguir entre el miedo y la ansiedad. La persona dominada por la ansiedad no sabe exactamente qu¨¦ teme, ni qu¨¦ debe hacer para evitarlo. La ansiedad es como el tibur¨®n, que te da una dentellada y deja que te desangres solo. De ah¨ª que al angustiado le duela m¨¢s la ansiedad que el miedo, que tiene un estilo cognoscitivo m¨¢s preciso, pues nos informa de hacia d¨®nde correr o contra qui¨¦n luchar.
La narrativa del miedo es consoladoramente sencilla. Es un mal cuento infantil en el que todo est¨¢ bien claro. La ansiedad, en cambio, es una novela muy larga en la que no acabamos de entender qu¨¦ est¨¢ pasando. Por eso, tal y como explica Jean Delumeau, en El miedo en Occidente, los individuos y la sociedades desgastadas por la ansiedad tienden a cuartearla en miedos concretos, simples y manejables que les proporcionen una enga?osa sensaci¨®n de control.
Con una mezcla de miedo y esperanza, desean que un buen diluvio universal limpie el cielo encapotado de la inquietud. De ah¨ª las ganas de que eso suceda de una vez por todas, aunque s¨®lo sea para saber a qu¨¦ atenerse. De ah¨ª la m¨ªstica de la guerra como una actividad higi¨¦nica y vigorizadora, que nos tienta de forma c¨ªclica. La ansiedad se parece a esos beb¨¦s que s¨®lo se duermen si los agitas. Quien lo prob¨® lo sabe.
Pero a la hora de la verdad el miedo nos cura de la ansiedad tanto como el cambiar de cama sin salir del hospital. Porque cuando sentimos miedo, miedo torero, echamos de menos aquella buena ¨¦poca en la que nuestras vidas apenas se hallaban empa?adas por la bruma de la ansiedad, que, olvidadizos de que su car¨¢cter envolvente y duradero la hac¨ªan m¨¢s desgastante que el miedo, se nos aparece como un miedo de purpurina.
Esta Course-Navette de la ansiedad al miedo y del miedo a la ansiedad ser¨ªa desopilante si no tuviese consecuencias espeluznantes. Porque, cuando el diablo que hemos elegido temer viene a salvarnos de las tinieblas de la ansiedad dividi¨¦ndolas en una regi¨®n de luz y otra de oscuridad, no tardan en llegar los zorros del miedo gritando que viene el lobo. Entonces, como en nuestras peores pesadillas, las sirenas hom¨¦ricas se transforman en sirenas antia¨¦reas, y los cuentos de hadas, en recuentos del Hades, con sus muertos y sus fantasmas.
Por eso debemos resistirnos a la tentaci¨®n del miedo. Y debemos hacerlo al menos en dos frentes. En el de los factores objetivos, luchando contra la precariedad, la injusticia y la ignorancia, con el objetivo de reducir la ansiedad. Y en el de los factores subjetivos, esforz¨¢ndonos por conocer mejor el mundo, en tanto que lugar complejo y ambiguo, con el objetivo de esquivar las explicaciones sencillas y las soluciones m¨¢gicas.
Pero ?qu¨¦ podemos hacer una vez que ya hemos cedido a la tentaci¨®n del miedo? Para empezar, conocer bien a nuestro enemigo, que es el propio miedo. Comprender que distorsiona nuestros modos de conocimiento, pues deforma nuestras percepciones, confunde nuestra raz¨®n, altera nuestra memoria y nos encierra en burbujas cognitivas tan autosuficientes como irreales. Y que, frente a ello, lo mejor es sofrenar, mediante la suspensi¨®n de juicio y el uso de la raz¨®n, al caballo asustado de nuestro dogmatismo, con la esperanza de que, como hizo Alejandro con Buc¨¦falo, baste hacerlo mirar hacia el sol del conocimiento para que deje de asustarse de su propia sombra.
Debemos comprender tambi¨¦n que el miedo nos lleva a reducir nuestra zona de contacto con el mundo, hasta encerrarnos en una especie de habitaci¨®n del p¨¢nico en la que la informaci¨®n y el aire escasean. Por eso, para vencer al miedo, es necesario abrirse al mundo y ampliar el contacto, buscando lo semejante en lo diferente y lo diferente en lo semejante. Como dec¨ªa Emerson, cada d¨ªa deber¨ªamos obligarnos a hacer al menos una cosa que nos d¨¦ miedo. Y no hay nada que nos asuste m¨¢s que ver el mundo en su endiablada complejidad.
Tambi¨¦n debemos tener en cuenta que el miedo es la Celestina de las pasiones tristes, que son tan seductoras y enga?osas como ¨¦l. William Hazlitt habl¨® del placer de odiar. Victor Hugo dec¨ªa que la melancol¨ªa era la alegr¨ªa de estar triste. El resentimiento nos consuela haci¨¦ndonos creer que toda la justicia est¨¢ de nuestra parte. Pero, a pesar de sus promesas, este tipo de pasiones disminuyen nuestra lucidez y nuestra potencia, lo cual aumenta, a su vez, nuestro miedo. Por eso es mejor fomentar las pasiones alegres contrarias, la curiosidad, la admiraci¨®n, la confianza o la amistad. Mi cu?ado interior me dice que soy cobarde o ingenuo, pero yo no digo que haya que fomentar esas pasiones por debilidad o candidez, sino porque creo, con Spinoza o D¡¯Holbach, que nos hacen m¨¢s fuertes y resistentes.
Finalmente, debemos tomar conciencia de que el miedo erosiona el tejido social al impregnarlo todo de desconfianza y agresividad, y de que eso es precisamente lo que m¨¢s desean los poderosos. Por eso resulta urgente restablecer los lazos pol¨ªticos, familiares, vecinales, asociativos y pol¨ªticos, y alimentar la democracia entendida en t¨¦rminos de debate p¨²blico razonado, en el que la verdad sea un objetivo com¨²n al que todos sometamos nuestros egos heridos y nuestros intereses desaforados.
Mi cu?ado interior vuelve a protestar. ?No es con ap¨®sitos con lo que se solucionar¨¢ el desprop¨®sito de la guerra! Y es cierto que nos hallamos encerrados en una especie de escape room, o escape boom, y que el tiempo corre. Pero tambi¨¦n lo es que, mientras hacemos el colibr¨ª bombero, conocer los mecanismos de la ansiedad y el miedo puede ayudarnos tanto a no sobreinterpretar y a no sobrerreaccionar como a no ofuscarnos y a no paralizarnos.
Lo que tengo claro es que, cuando todo esto pase ¡ªque pasar¨¢, como todo pasa¡ª, y las tinieblas del miedo vuelvan a dispersarse en la niebla de la ansiedad, tendremos que seguir luchando, con fuerzas renovadas, para reducir en todos los frentes la ansiedad que provocan la ignorancia, la precariedad y la injusticia. Porque, de otro modo, el miedo volver¨¢ a tentarnos, y eso siempre ser¨¢ de temer.
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