Emilio Ontiveros y el c¨ªrculo virtuoso
El economista fallecido siempre fue ese catedr¨¢tico afable, animoso, emprendedor, y sobre todo, dispuesto a admirar los aciertos del trabajo ajeno antes que a censurar los errores
La muerte de Emilio Ontiveros suma un nuevo indicio a la sensaci¨®n de que una ¨¦poca del periodismo en Espa?a est¨¢ acabando: la ¨¦poca en la que, coincidiendo con los inicios de la Transici¨®n, no s¨®lo los peri¨®dicos supieron contar con profesionales de todos los ¨¢mbitos, sino que tambi¨¦n esos profesionales se sintieron obligados a acudir a la llamada de los peri¨®dicos como expresi¨®n de un deber c¨ªvico. No era el ruido ni la consigna lo que deb¨ªa imponerse, seg¨²n ha llega...
La muerte de Emilio Ontiveros suma un nuevo indicio a la sensaci¨®n de que una ¨¦poca del periodismo en Espa?a est¨¢ acabando: la ¨¦poca en la que, coincidiendo con los inicios de la Transici¨®n, no s¨®lo los peri¨®dicos supieron contar con profesionales de todos los ¨¢mbitos, sino que tambi¨¦n esos profesionales se sintieron obligados a acudir a la llamada de los peri¨®dicos como expresi¨®n de un deber c¨ªvico. No era el ruido ni la consigna lo que deb¨ªa imponerse, seg¨²n ha llegado a ser la norma en estos d¨ªas, sino el rigor en los datos, la congruencia de los argumentos y una capacidad de s¨ªntesis que hiciera comprensibles para los lectores y para los oyentes ¡ªpara los ciudadanos, en definitiva¡ª el an¨¢lisis de los problemas a los que se enfrentaba el pa¨ªs en un momento crucial, y las posibles soluciones. Este fue el caso de Emilio Ontiveros, quien encontr¨® en el diario EL PA?S y en la Cadena SER una prolongaci¨®n natural de las aulas de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, donde ejerci¨® como catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Empresa y donde adem¨¢s, hace cuatro d¨¦cadas, fue vicerrector de una de las ¨¢reas con mayor contacto con los alumnos.
De Emilio Ontiveros se conocen, sobre todo, sus an¨¢lisis econ¨®micos en los medios de comunicaci¨®n. En los ¨¢mbitos especializados, por su parte, se sabe de sus publicaciones acad¨¦micas y de su influencia en los c¨ªrculos de decisi¨®n empresariales y pol¨ªticos. Una posici¨®n, esta ¨²ltima, que se gan¨® tanto por su generosa disponibilidad personal para atender cualquier petici¨®n de consejo a lo largo de los a?os como por haber formado en la Universidad y en su propia consultora a muchos de los economistas que han ocupado cargos de responsabilidad. Lo que tal vez no se conoce tanto es la labor que Emilio Ontiveros desempe?¨® como vicerrector, tal vez porque ha pasado mucho tiempo o porque, simplemente, no estuvo tan vinculada a la econom¨ªa como su actividad posterior.
Al poco de ser elegido para el cargo, Emilio Ontiveros convoc¨® a un grupo de alumnos para convencerlos de que participaran en un proyecto del que habl¨® con entusiasmo. Se trataba de un peri¨®dico universitario, a trav¨¦s del cual propon¨ªa canalizar las cr¨ªticas a un sistema entonces todav¨ªa pendiente de reforma tras la salida del franquismo y, por supuesto, a la gesti¨®n del equipo rectoral del que ¨¦l mismo formaba parte. Entre los alumnos que asistieron a la reuni¨®n, recuerdo sobre todo a Bel¨¦n Gopegui, tal vez porque, aparte de coincidir en las aulas de la Facultad de Derecho, el art¨ªculo que public¨® en el primer n¨²mero del peri¨®dico revelaba una sensibilidad literaria fuera de lo com¨²n, luego confirmada en sus novelas de mayor ¨¦xito. En aquellos tiempos convulsos de la Universidad y del pa¨ªs, Bel¨¦n Gopegui supo convertir una original descripci¨®n de los cristales de las ventanas de la universidad en una reflexi¨®n comprometida sobre las preocupaciones de la sociedad en que viv¨ªamos.
Una de las primeras personas en advertir aquel talento, como tambi¨¦n el de otros futuros escritores, entonces simples universitarios con una poderosa vocaci¨®n literaria, fue Emilio Ontiveros, que hizo cuanto estuvo en su mano para abrirles camino. Al volverlo a encontrar a?os despu¨¦s en el consejo editorial del diario EL PA?S y del Grupo Prisa, resultaba dif¨ªcil no evocar aquella remota escena en su despacho de vicerrector, e imaginar que se cerraba un c¨ªrculo virtuoso, como suelen decir los economistas. Entre otras razones porque en ¨¦l nada hab¨ªa cambiado: segu¨ªa siendo aquel catedr¨¢tico afable, animoso, emprendedor, y sobre todo, siempre dispuesto a admirar los aciertos del trabajo ajeno antes que a censurar los errores. Por bonhom¨ªa, sin duda, pero tambi¨¦n por una singular manera de entender el deber c¨ªvico.