Econom¨ªa como si la gente importase
La vida y la obra de Emilio Ontiveros se han esforzado en lograr un ansia de seguridad personal y social para todos
Hay una ¡°prehistoria¡± de la que Emilio Ontiveros se sent¨ªa orgulloso y que ilumina lo que luego fue su labor. A finales de los setenta del siglo pasado fue editor de libros; dirigi¨® la colecci¨®n de textos de econom¨ªa de la editorial H. Blume, editorial en la que se public¨® un volumen seminal para la cultura ecosocialista del futuro: Lo peque?o es hermoso. Econom¨ªa como si la gente importara, del economista alem¨¢n E. F. Schumacher. Ah¨ª est¨¢n los andamios de la id...
Hay una ¡°prehistoria¡± de la que Emilio Ontiveros se sent¨ªa orgulloso y que ilumina lo que luego fue su labor. A finales de los setenta del siglo pasado fue editor de libros; dirigi¨® la colecci¨®n de textos de econom¨ªa de la editorial H. Blume, editorial en la que se public¨® un volumen seminal para la cultura ecosocialista del futuro: Lo peque?o es hermoso. Econom¨ªa como si la gente importara, del economista alem¨¢n E. F. Schumacher. Ah¨ª est¨¢n los andamios de la idea fuerza central que Ontiveros ha defendido a lo largo de libros, art¨ªculos, conferencias, editoriales, etc¨¦tera, en el ¨²ltimo medio siglo: el capitalismo solo puede sobrevivir con dosis de equidad, y ello por razones de justicia social, eficacia y relaci¨®n con la democracia.
Todos los temas abordados por Ontiveros (Europa, la revoluci¨®n digital, la pol¨ªtica presupuestaria, las finanzas, etc¨¦tera) son trasuntos instrumentales de tal idea fuerza, que constitu¨ªa su ideolog¨ªa en el sentido fuerte del t¨¦rmino. Por cierto, en aquellos a?os de editor, y en los inmediatamente anteriores, milit¨® en el Partido del Trabajo de Espa?a (de tendencia mao¨ªsta), en la que como tantos otros estuvo por coherencia antifranquista. Lo que le gustaba recordar.
Fue keynesiano en el sentido de andar buscando para todos ¡°un ansia de seguridad personal y social¡±. Era consciente de que la historia se repite una y otra vez con nuevas formas. Por ello andaba tan preocupado por lo de hoy (estando ya en la unidad de cuidados intensivos trat¨®, sin ¨¦xito, de escribirlo en su ¨²ltimo art¨ªculo para el suplemento Negocios de este peri¨®dico). Hay un fuerte desajuste entre una democracia representativa debilitada y un tipo de capitalismo que va mutando constantemente, pero que se est¨¢ haciendo incontenible. Esta descompensaci¨®n es cada vez m¨¢s visible. La democracia, en el caso que avance, lo hace a sorbos, en dosis homeop¨¢ticas, mientras que el capitalismo de nuestros d¨ªas (tecnol¨®gico, financiero,¡) es avasallador. En la falta de competencia con otros sistemas econ¨®micos se ha hecho prepotente, va acompa?ado de una ausencia clamorosa de frenos y regulaciones efectivas, y como consecuencia abunda en esc¨¢ndalos, abusos y complicidades que habr¨ªa que desmontar.
Bastante antes de que casi nadie hubiese o¨ªdo hablar en Espa?a de la italianoamericana Mariana Mazzucato, Emilio Ontiveros llam¨® al editor y le dijo: ¡°Tienes que publicar r¨¢pidamente El Estado emprendedor. Es una economista que marcar¨¢ tendencia¡±. Desde antes de la pandemia estaba d¨¢ndole vueltas a las ideas de Rebecca Henderson. La suya era una obligaci¨®n autoadquirida, la de estudiar continuamente y estar al d¨ªa para cumplir a satisfacci¨®n su forma de ser economista: como profesor universitario, como empresario y como divulgador de los conocimientos que asimilaba comparti¨¦ndolos en libros, peri¨®dicos, radio y televisi¨®n. No hab¨ªa tiempo que perder. Montse Dom¨ªnguez, su compa?era, ha sido testigo perfecta de tanto tiempo de vacaciones y fines de semana utilizado en el estudio.
Para absorber ese desequilibrio creciente entre el poder pol¨ªtico y el poder econ¨®mico (que Emilio observaba desde dentro) hab¨ªa que utilizar todas las herramientas disponibles. No bastaba con las tradicionales de las ciencias econ¨®micas y las ciencias pol¨ªticas. No sirven los an¨¢lisis aislados de cada una de las ciencias sociales. Es imposible entender lo que est¨¢ ocurriendo a nuestro alrededor sin tener en cuenta el conjunto de visiones y ensamblarlas. No hacerlo es uno de los errores m¨¢s frecuentes en los que han incurrido muchos economistas, lo que explica que la mayor¨ªa de ellos no fuesen capaces de pronosticar la que se nos ven¨ªa encima en la segunda mitad de la primera d¨¦cada del siglo XXI. No hicieron caso de lo que escribi¨® Keynes: ¡°Una vez que nos permitimos desobedecer la prueba de los beneficios de un contable, hemos empezado a cambiar nuestra civilizaci¨®n¡±. Quiz¨¢ por ello, Ontiveros participaba en la Tertulia Rubio Llorente (en homenaje a su fundador, el inolvidable jurista del Tribunal Constitucional), de fuerte composici¨®n multidisciplinar. Ahora, ense?ar¨¢ a los supervivientes, junto a Santos Juli¨¢ y Javier Pradera, desde otro lugar.
De la actividad de Emilio Ontiveros se ha escrito mucho. Como profesor en las Universidad Aut¨®noma de Madrid (UAM), donde deja un ingente n¨²mero de alumnos y seguidores de todas las tendencias ideol¨®gicas y de muchas disciplinas. Ni en los peores momentos de crisis y dificultades, en los que se le requer¨ªa por todos los lados para apagar fuegos, dej¨® de dar clase, que era una continuaci¨®n de sus continuas conferencias por el pa¨ªs entero. Ontiveros era una de las personas que mejor conocieron Espa?a a fuerza de patearla d¨ªa tras d¨ªa.
En 1987, un grupo de j¨®venes profesores de la UAM ¡ª?ngel Berges, Francisco Jos¨¦ Valero y Ontiveros¡ª crearon la consultora Analistas Financieros Internacionales (AFI), que este ¨²ltimo ha continuado presidiendo hasta el final de sus d¨ªas. Primera parada: la crisis burs¨¢til del mes de octubre de ese a?o (¡°el Jueves Negro¡±), lo m¨¢s parecido hasta entonces al crash de 1929. La letra con sangre entra. De sus lecciones emergi¨® una de las empresas m¨¢s profesionales en su terreno, continuamente convocada.
Apenas unos meses despu¨¦s de la creaci¨®n de AFI, Ontiveros entrar¨ªa con una naturalidad asombrosa ¡ªpues apenas hab¨ªa escrito antes¡ª en el consejo editorial de EL PA?S (y luego en el de Prisa), donde, como ¨¦l mismo coment¨®, aprendi¨® ¡°a divulgar¡±. De su ordenador han salido centenares de borradores de editoriales que han contribuido a crear la opini¨®n de este pa¨ªs durante d¨¦cadas, adem¨¢s de los art¨ªculos con su firma, y los comentarios en radio y televisi¨®n (haciendo dupla en muchas ocasiones con alguien tan distinto a ¨¦l como el economista Juan Jos¨¦ Toribio). Muchos de sus mejores amigos provinieron de este ¨²ltimo ambiente, diferente al de la academia o la empresa. Ignorando lo que el destino le deparaba tan a corto plazo, cuando hace apenas unas semanas muri¨® Patxo Unzueta, insinu¨® la necesidad de hacer un homenaje colectivo a ese grupo de compa?eros desaparecidos que tanto influyeron en hacer de EL PA?S un buen diario y, a trav¨¦s del peri¨®dico, de la espa?ola una sociedad m¨¢s dem¨®crata y m¨¢s formada. Los record¨® y los calific¨® de ¡°legi¨®n invencible¡±, parafraseando a John Ford. Entre otros: Javier Pradera, Jes¨²s Mota, Manuel Azc¨¢rate, Vicente Verd¨², Miguel ?ngel Bastenier, Francisco Gor, Juan Garc¨ªa Hortelano, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, Joaqu¨ªn Prieto, Eduardo Haro Tecglen, el cura Mart¨ªn Patino, Patxo Unzueta, y otros que ahora no me vienen a la memoria pero que ¨¦l, que se acaba de unir a ese grupo, cit¨®.
Disfrut¨®n, gran conversador, muy amigo de sus amigos, de buen comer y de buen dormir hasta el final, tuvo durante un tiempo una pesadilla recurrente: al haberle ofrecido un presidente del Gobierno un alto cargo en la Administraci¨®n del pa¨ªs, se ve¨ªa a s¨ª mismo rodeado de micr¨®fonos y tel¨¦fonos m¨®viles intentado explicar el ¨ªndice de precios al consumo y los efectos de una inflaci¨®n descontrolada. Entonces despertaba sobresaltado.
Ahora camina con un bast¨®n por las monta?as de la sierra de Madrid, cerca de Rascafr¨ªa, esperando a Montse, al resto de su familia, y a sus amigos del alma que no pueden seguir su ritmo, para explicarles por en¨¦sima vez c¨®mo se pueden hacer m¨¢s productivos esos campos y dirigiendo la operaci¨®n. Y recordando aquellas palabras de Mitterrand sobre las vanidosas ¨¦lites de la Administraci¨®n: ¡°Lo saben todo; l¨¢stima que s¨®lo sepan de eso¡±.