Bueno, bien, ?no?
Lejos de criticar el contenido de mi entrevista a Pedro S¨¢nchez, lo que no pod¨ªa imaginar es que el furibundo ataque se centrase en una frase habitual y ret¨®rica tras la despedida para romper el hielo
Aunque soy lector algo tard¨ªo, nunca he olvidado mis lecturas infantiles, esas que repet¨ªamos en el aula para mejorar la comprensi¨®n y vocalizaci¨®n, una y otra vez, casi hasta memorizar. De muchas de ellas conservo su moraleja, que tambi¨¦n tard¨¦ tiempo en darme cuenta qu¨¦ significaba eso. Quiz¨¢s la que m¨¢s retengo y mejor entend¨ª ya de chico fue una que trataba sobre un duelo de imitadores.
Resulta que, a finales del XIX, cuando no era inusual del todo lucir una capa casi a diario, un forastero lleg¨® a un pueblo castellano presumiendo de ser el mejor imitador de animales del mundo. En l...
Aunque soy lector algo tard¨ªo, nunca he olvidado mis lecturas infantiles, esas que repet¨ªamos en el aula para mejorar la comprensi¨®n y vocalizaci¨®n, una y otra vez, casi hasta memorizar. De muchas de ellas conservo su moraleja, que tambi¨¦n tard¨¦ tiempo en darme cuenta qu¨¦ significaba eso. Quiz¨¢s la que m¨¢s retengo y mejor entend¨ª ya de chico fue una que trataba sobre un duelo de imitadores.
Resulta que, a finales del XIX, cuando no era inusual del todo lucir una capa casi a diario, un forastero lleg¨® a un pueblo castellano presumiendo de ser el mejor imitador de animales del mundo. En la taberna le ret¨® alguien que en esa materia deb¨ªa de ser el h¨¦roe del orgullo local. El forastero le dio a elegir el animal a imitar como quien da elegir arma: pistola o florete. El paisano eligi¨® para zanjar la discusi¨®n imitar el sonido de un cerdo.
Cuando ya el calor hab¨ªa bajado de intensidad, frente al pil¨®n de la plaza mayor se congreg¨® todo el pueblo para asistir al duelo. Desenfund¨® primero el lugare?o con una imitaci¨®n impecable de un chancho que provoc¨® una estruendosa ovaci¨®n del respetable. A continuaci¨®n, le toc¨® el turno al forastero, que bord¨® literalmente el gru?ido de un cerdito. Sin embargo, el public¨® lo abuche¨® y trat¨® de correrlo a gorrazos. Fue entonces cuando todos enmudecieron al sacar este de su capa por la oreja a un cerdo peque?o berreando, que hab¨ªa mantenido oculto durante la actuaci¨®n: ¡°Debe ser que el animal est¨¢ af¨®nico¡±, dijo con una iron¨ªa que desarm¨® al enfervorecido p¨²blico.
Sirva esta digresi¨®n para referirme al tambi¨¦n encrespado coro pol¨ªtico, medi¨¢tico y tuitero generado tras la entrevista en directo que hice al presidente del Gobierno el pasado martes, que adem¨¢s era 13. Seguro que algo influy¨®. Nunca estuve tan convencido antes de una entrevista, pasase lo que pasase, de que, al igual que al forastero del cuento, algunos me iban a tratar de correr a gorrazos. Lo que no me pod¨ªa imaginar es que, lejos de criticar el contenido de la misma, las preguntas o las formas, el furibundo ataque se centr¨® en una habitual y ret¨®rica frase hecha tras la despedida para romper el hielo, cuando ya el micr¨®fono deber¨ªa estar cerrado; un ¡°bueno, bien, ?no?¡±, como quien dice ¡°no ha quedado mal¡± o ¡°pues se me ha hecho corta¡±, lo que ustedes quieran.
Tras el inicial ataque de una consejera de RTVE propuesta por un partido pol¨ªtico y que me acosa diariamente en Twitter, le siguieron su partido en cuesti¨®n, toda mi horda de odiadores medi¨¢ticos y hasta el l¨ªder de Vox en la tribuna del Congreso de los Diputados. No pude imaginar m¨¢s alto honor. Si todo lo que ten¨ªan que decir es que, tras despedir, recurr¨ª a una frase de cortes¨ªa para matar el silencio antes de levantarnos de las sillas es que no pod¨ªan criticar nada m¨¢s. Por lo tanto, mil gracias por el elogio.
Los micr¨®fonos abiertos juegan malas pasadas habitualmente y tampoco hay que lacerarse por ello. Es lo que hizo una vez Richard Nixon, a?o y medio despu¨¦s de dimitir por el esc¨¢ndalo Watergate. Estaba de gira en Espa?a dando conferencias y concediendo entrevistas, esas cosas que hacen los expresidentes norteamericanos tras dejar la Casa Blanca. El programa era el m¨ªtico A fondo del tambi¨¦n m¨ªtico Joaqu¨ªn Soler Serrano, uno de los mejores entrevistadores de toda la historia de RTVE. Nixon esper¨® pacientemente a que le microfonasen. Se tard¨® m¨¢s de la cuenta. Primero, porque los expertos de seguridad de la Embajada estadounidense rastrearon todo Prado del Rey con sus perros antes de que entrase el expresidente, y luego porque el encargado de ponerle el micro de corbata lleg¨® un poco tarde y un poco soplado de aguardiente. Nixon aguant¨® como pudo mientras el operario le ajustaba el sonido, al tiempo que exhalaba al respirar un denso vaho aguardentoso que debi¨® dejarlo medio mareado.
Al poco de empezar por fin a grabar la entrevista, desde realizaci¨®n le avisan por el retorno al presentador que no llega correctamente el sonido de Nixon. Mandaron entonces parar la grabaci¨®n ante el creciente cabreo del exmandatario norteamericano para reparar el problema t¨¦cnico. En ese momento, para romper el hielo, al genial Soler Serrano no se le ocurri¨® otra cosa mejor que decirle en ingl¨¦s: ¡°Por lo que se ve, mister Nixon, a usted le persiguen los problemas con los micr¨®fonos¡±. Mejor eso que un ¡°muy bien, ?no?¡±.