La excepcionalidad de Brasil en Am¨¦rica Latina
A pesar del entusiasmo de la regi¨®n por Lula, la mera agregaci¨®n de victorias electorales de la izquierda no significa un cambio de ciclo pol¨ªtico; el l¨ªder brasile?o tiene que empezar por admitir que Bolsonaro, como Trump, no es solo un mal sue?o
Lula da Silva ha sido candidato a presidente de Brasil seis veces y este domingo gan¨® por tercera vez. Como ya sucedi¨® en 1989, 2002 y 2006, tendr¨¢ que medirse en una segunda vuelta. Gan¨® con un 48,4%, pero se qued¨® a las puertas de finiquitar la contienda....
Lula da Silva ha sido candidato a presidente de Brasil seis veces y este domingo gan¨® por tercera vez. Como ya sucedi¨® en 1989, 2002 y 2006, tendr¨¢ que medirse en una segunda vuelta. Gan¨® con un 48,4%, pero se qued¨® a las puertas de finiquitar la contienda. El presidente Jair Bolsonaro obtuvo unos resultados claramente superiores a los que le auguraban todas las empresas demosc¨®picas. Esto fue as¨ª tambi¨¦n en los resultados finales para el Congreso y el Senado donde el partido de Bolsonaro se convierte en la primera fuerza en ambas c¨¢maras. Los afines al actual presidente tambi¨¦n dejaron mal paradas a las encuestas en las elecciones a gobernadores, algunos tan importantes como los de R¨ªo o S?o Paulo.
Cuando Brasil en el siglo XIX se independiz¨®, a diferencia de sus vecinos no se constituy¨® en una rep¨²blica, y mantuvo su condici¨®n de imperio durante mucho tiempo. Las dimensiones del pa¨ªs lo vuelven casi un continente. La denominaci¨®n de vecinos para los pa¨ªses de la regi¨®n que comparten frontera con ¨¦l suele ser la apropiada desde su significado m¨¢s territorial, porque si hablamos desde lo cultural, pol¨ªtico y social, en realidad se trata de una vecindad m¨¢s d¨¦bil, en muchas ocasiones inexistente. Y esto sucede no solo por la diferencia evidente entre las lenguas oficiales y de mayor uso, sino porque las ¨¦lites y buena parte de la sociedad brasile?as no suelen mirar hacia el oeste, m¨¢s all¨¢ de algunos intereses y relaciones econ¨®micas. Bolsonaro es en esto un ejemplo paradigm¨¢tico de esta manera de (no) mirar al vecindario, pero no es, ni de lejos, una excepci¨®n.
Existe un debate sobre si la regi¨®n atraviesa o no un segundo ciclo progresista. La posibilidad de una victoria definitiva de Lula en primera vuelta era para muchos la evidencia de este segundo ciclo, de su fuerza, y habr¨ªa sido la prueba que ya no hac¨ªa falta. Hace pocas semanas, sin embargo, la derrota del proyecto de nueva Constituci¨®n en Chile golpe¨® duramente el entusiasmo de estos sectores: no hab¨ªa ciclo, los enemigos pol¨ªticos y medi¨¢ticos son demasiado poderosos, o Boric no era en realidad tan de izquierda, asomaron algunos. No parece lo mejor para el ¨¢nimo, ni para los an¨¢lisis que vayan m¨¢s all¨¢ del d¨ªa, hacer depender tanto del resultado de las urnas. Su veredicto importa, por supuesto, pero como punto de partida, no de llegada. La mera agregaci¨®n de victorias electorales no significa un ciclo pol¨ªtico. Se puede, y de hecho sucede cada vez m¨¢s a menudo, lograr el Gobierno y no construir hegemon¨ªa. Cabe apuntar tambi¨¦n que los ciclos no solo se construyen ni consolidan ¨²nicamente desde los gobiernos. Hay que poner la mirada en los sectores movilizados de las sociedades y tambi¨¦n en una serie de instituciones que no se ajustan a calendarios electorales pero que gravitan mucho. Por supuesto que una victoria de Lula en segunda vuelta ser¨ªa, adem¨¢s de una buena noticia para la democracia, una oportunidad relevante para procurar darle entidad al mentado ciclo, pero no es mucho menos importante para este cometido lo que suceda con el reemplazo del defenestrado Mauricio Claver Carone en el BID o lo que pasa en instituciones como la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA).
Si Brasil no suele mirar demasiado al oeste, la izquierda que gobierna en la regi¨®n mira mucho ¨²ltimamente a Brasil. De hecho, hizo activa campa?a en distintos formatos por Lula. Lo hizo por convicci¨®n militante y tambi¨¦n, claro, porque una victoria de la izquierda en Brasil es ¨²til pol¨ªticamente en cada uno de estos pa¨ªses; Brasil s¨ª es para todos ellos el vecino con el que desean tener una buena relaci¨®n, a ser posible m¨¢s estrecha. Lula es una excepci¨®n en la clase pol¨ªtica brasile?a en su relaci¨®n con la regi¨®n. Lo fue cuando, contra la presi¨®n del poder empresarial de su pa¨ªs, respald¨® la decisi¨®n de Evo Morales de nacionalizar el gas. Lo fue al apostar tiempo, recursos y liderazgo en la construcci¨®n de Unasur. Su propia correligionaria Dilma Rousseff fue mucho m¨¢s convencional en su manera de relacionarse con la regi¨®n. Sin embargo, para lograr la victoria en segunda vuelta y para encarar su posible Gobierno, Lula tendr¨¢ que partir de la evidencia de que Bolsonaro y lo que representa no es una excepci¨®n. No es, como tampoco Trump, solo un mal sue?o.