Rumbo a Qatar
Subi¨® a un avi¨®n al que no quer¨ªa subirse. Estar¨¢ all¨¢ trabajando durante semanas. Pero ¨¦l no quer¨ªa irse
Lo extra?an el piso y las bisagras. Lo extra?a el sol que entra a empellones y arroja hilos de luz sobre la mesa de su desayuno. Lo extra?an los zapatos que quedaron al pie de la cama. Lo extra?an las paredes que hay que volver a pintar y el piso del living, negro como mi coraz¨®n. Lo extra?an las puertas y las tazas y la botella de Pedro Xim¨¦nez que dej¨® sin terminar. Lo extra?a el vaso chico que usa para beber lo que sea. Lo extra?a el pan que amas¨¦ y que se pondr¨¢ viejo. Lo extra?an los cactus del balc¨®n, la tierra que los sostiene. Lo extra?a su llavero violento, esa cadena agresiva ...
Lo extra?an el piso y las bisagras. Lo extra?a el sol que entra a empellones y arroja hilos de luz sobre la mesa de su desayuno. Lo extra?an los zapatos que quedaron al pie de la cama. Lo extra?an las paredes que hay que volver a pintar y el piso del living, negro como mi coraz¨®n. Lo extra?an las puertas y las tazas y la botella de Pedro Xim¨¦nez que dej¨® sin terminar. Lo extra?a el vaso chico que usa para beber lo que sea. Lo extra?a el pan que amas¨¦ y que se pondr¨¢ viejo. Lo extra?an los cactus del balc¨®n, la tierra que los sostiene. Lo extra?a su llavero violento, esa cadena agresiva que lleva en la cintura como un guerrero sin rumbo y que dej¨® porque resulta muy pesado. Subi¨® a un avi¨®n al que no quer¨ªa subirse. Viaj¨® a Qatar. Estar¨¢ all¨¢ trabajando durante semanas. Yo hago eso todo el tiempo: irme, trabajar. Siempre regreso. Pero ¨¦l no quer¨ªa irse. Durante los d¨ªas previos a su viaje lo vi dolerse, despedirse de a poco. Hab¨ªa algo tierno y dram¨¢tico en todo eso: la ¨²ltima cena con la familia, el ¨²ltimo paseo con el perro del vecino, la ¨²ltima visita a los gatos callejeros que alimenta desde hace a?os. Antes de que se fuera, tuve que ir unos d¨ªas a Uruguay. Regres¨¦ a Buenos Aires horas antes de que partiera. Segu¨ªa desconcertado, un poco mudo. Sumido en una aprensi¨®n que lo rejuvenec¨ªa. Ayud¨¦ con la maleta, pregunt¨¦: ¡°?Llev¨¢s dent¨ªfrico?¡±; dije: ¡°Ac¨¢ ten¨¦s un libro que te va a gustar¡±. Descargu¨¦ en su tel¨¦fono 14 pel¨ªculas de Netflix. Le di un adaptador universal, un pendrive. Cuando lleg¨® el momento, llev¨¦ su valija hasta el ascensor. Me abraz¨®. Todo ¨¦l parec¨ªa a punto de caerse. Reiter¨® lo que hab¨ªa dicho tantas veces: que le daba pena irse. Por las gatas que viven en casa, por el perro del vecino, por los gatos callejeros. Yo asent¨ª y apret¨¦ el bot¨®n de la planta baja. ¡°Te voy a extra?ar ¡ªme dijo entonces¡ª, pero s¨¦ que vos te arregl¨¢s sola¡±. Yo sonre¨ª. Dije: ¡°Por supuesto¡±. Y eso era, a la vez, verdad y una cat¨¢strofe.