El milagro de Ibrahim
Un cuento de Navidad para un hombre que se rebel¨® contra su destino y desafi¨® a la muerte para buscar una posada y trabajar aqu¨ª
?Lo que m¨¢s se parezca a un cuento de Navidad? Podr¨ªa ser el relato real de Ibrahim Kanteh. Una historia como tantas de las que apenas sabemos nada, pero que hemos descubierto precisamente ahora porque un milagro se acaba de cruzar con su destino. Naci¨® en Gambia, tiene 32 a?os y vive en Olot. Lleg¨® en 2017. El martes compr¨® un d¨¦cimo. ...
?Lo que m¨¢s se parezca a un cuento de Navidad? Podr¨ªa ser el relato real de Ibrahim Kanteh. Una historia como tantas de las que apenas sabemos nada, pero que hemos descubierto precisamente ahora porque un milagro se acaba de cruzar con su destino. Naci¨® en Gambia, tiene 32 a?os y vive en Olot. Lleg¨® en 2017. El martes compr¨® un d¨¦cimo. El jueves le toc¨® la loter¨ªa.
Una historia de Navidad. Por aquellos d¨ªas sali¨® un decreto para que se empadronara a todo el mundo. Cifras y papeles. Hace dos mil a?os, tambi¨¦n ahora. Gracias a los datos del padr¨®n sabemos que Girona es la provincia espa?ola donde viven m¨¢s ciudadanos gambianos. De los casi 22.000, los censados all¨ª son pr¨¢cticamente 7.500. En Olot, 700. Son una m¨¢s de las nuevas comunidades de la ciudad. El 20% son migrantes extranjeros. Indios, marroqu¨ªes, rumanos, chinos, hondure?os, gambianos. Desde hace a?os se mezclan en sus escuelas, desde hace lustros funcionan las aulas de acogida donde aprenden catal¨¢n y resiste la red asistencial que en su d¨ªa puso en marcha C¨¢ritas. Las distintas comunidades tambi¨¦n conviven en los mataderos. En Olot se sacrifican cada d¨ªa unos 10.000 cerdos. La mano de obra barata de esa bomba porcina es la inmigraci¨®n. En el trabajo se difumina la piel de la frontera.
Los primeros subsaharianos empezaron a llegar a Olot a finales de los ochenta. Lo estudi¨® Anna Fargas en la tesis doctoral que ley¨® a principios de este a?o. La dedic¨® al proceso migratorio gambiano en Girona. Los primeros en llegar trabajaron en el campo o limpiando bosques. Hoy la mayor¨ªa son currantes de la industria de la carne.
Ibrahim es uno de ellos. Uno como tantos. Le podr¨ªa haber pasado lo mismo que a otros de sus compatriotas de generaci¨®n. Vivir con la angustia por no haber podido emigrar mientras que sus amigos de infancia s¨ª lo hab¨ªan conseguido. Un d¨ªa sabes que uno ha llegado a Alemania y otro trabaja en un matadero en Espa?a. Y t¨² arriesgar¨ªas la vida para conseguir lo mismo. Como cont¨® su historia al periodista Aniol Costa-Pau del diario Ara, sabemos que su historia ha sido como la de tantos. Aunque sabemos que en su caso a¨²n hubo un cap¨ªtulo previo de esa lucha por una vida decente. De los 12 a los 20 estuvo postrado en una silla de ruedas a causa de un accidente que le provoc¨® una lesi¨®n en la pierna. Aqu¨ª, con nuestro sistema de salud p¨²blica, todo habr¨ªa sido distinto. A los 20 volvi¨® a andar. Entonces lo tuvo claro. Empezar la dura peregrinaci¨®n para conquistar una m¨ªnima dignidad, la misma que buscaban los fallecidos este a?o en el esc¨¢ndalo ignominioso de la valla de Melilla.
Fueron siete a?os. Viajes a pie y en autob¨²s atravesando el continente en direcci¨®n al norte. Hasta llegar a Libia. En el segundo intento, cruza el Mediterr¨¢neo. El Mediterr¨¢neo que cant¨® Serrat. El cl¨¢sico y el de Play de mar, una de las canciones con las que cerr¨® el concierto del jueves en Barcelona con una referencia a la muerte cotidiana en nuestro mar. ¡°Cuna de vida, caminos de sue?os / puente de culturas, ?ay, qui¨¦n lo dir¨ªa! / ha sido el mar / miradlo hecho una alcantarilla¡±. Si Ibrahim ha visto la muerte de cerca, nunca tan pr¨®xima como en ese viaje en patera. De los 100 que suben, explicaba el jueves, lo m¨¢s probable es que solo sobrevivan dos. Lleg¨® a Italia y, en un viaje en autob¨²s como clandestino, a Olot. Tres a?os de precariedad y trabajo sin papeles. Ahora, con la situaci¨®n regularizada, trabaja en una empresa c¨¢rnica. Vive con Bintu, modista nacida en Olot e hija de padres gambianos. Son pareja. Como celebran su cumplea?os un d¨ªa 4, el martes compraron un d¨¦cimo en la administraci¨®n de la calle Sant Rafel. Escogieron ese porque acababa en 4.
Un cuento de Navidad para un hombre que se rebel¨® contra su destino y desafi¨® a la muerte para buscar una posada y trabajar aqu¨ª. El jueves a media ma?ana, en la televisi¨®n de la casa de Bintu e Ibrahim, el coro de un ej¨¦rcito celestial cant¨® un n¨²mero: 04074. Mir¨® el d¨¦cimo que ten¨ªa en la mano, grit¨® de alegr¨ªa, despert¨® a su mujer y se produjo el milagro.