No est¨¢s loca
Los primeros tiempos fueron de pel¨ªcula entre cursi y t¨®rrida, aunque visto desde ahora no puedes negar que el lobo empez¨® muy pronto a ense?ar la patita
Lo conociste en un cumplea?os al que fuiste de chiripa y ¨¦l de paquete. Era el primo de un amigo, que se col¨® en aquella fiesta y, de paso, en tu vida. Te mir¨®, lo miraste, sentiste ese flechazo del que hablaban las revistas, y supiste que nada, nunca, volver¨ªa a ser lo mismo. Los primeros tiempos fueron de pel¨ªcula de sobremesa, entre cursi y t¨®rrida, aunque visto desde ahora no puedes negar que el lobo empez¨® muy pronto a ense?ar la patita. Ya te advirti¨® tu amigo de que era un chulo de mierda, y tus amigas, de que no entend¨ªan qu¨¦ hac¨ªas con ese fantasma que no te llegaba a las suelas. Que ...
Lo conociste en un cumplea?os al que fuiste de chiripa y ¨¦l de paquete. Era el primo de un amigo, que se col¨® en aquella fiesta y, de paso, en tu vida. Te mir¨®, lo miraste, sentiste ese flechazo del que hablaban las revistas, y supiste que nada, nunca, volver¨ªa a ser lo mismo. Los primeros tiempos fueron de pel¨ªcula de sobremesa, entre cursi y t¨®rrida, aunque visto desde ahora no puedes negar que el lobo empez¨® muy pronto a ense?ar la patita. Ya te advirti¨® tu amigo de que era un chulo de mierda, y tus amigas, de que no entend¨ªan qu¨¦ hac¨ªas con ese fantasma que no te llegaba a las suelas. Que te quitaba la palabra de la boca en cuanto cre¨ªa que le hac¨ªas sombra. Que te asesinaba con la mirada si mirabas a otro mientras ¨¦l coqueteaba con las piedras. Qu¨¦ sabr¨¢ nadie de lo vuestro, pensabas. De c¨®mo es contigo. De la hondura del amor. De la borrachera del sexo, unas veces salvaje; otras, tierno. Demasiadas, y esto te lo niegas hasta a ti misma, tan s¨®rdido como para borrar la frontera entre lo consentido y lo forzado. Est¨¢s loca, te dec¨ªa ¨¦l cuando protestabas, y volv¨ªa a ser el ni?o grande y vulnerable que te enamor¨® aquel d¨ªa. Y se te olvidan las humillaciones. Y llegas a pensar que, puede ser, que igual eres t¨², que no andas fina. Y siempre le encuentras una disculpa. Est¨¢ nervioso. Est¨¢ estresado. Lo sacas de sus casillas. Y te monta una pelotera por nader¨ªas, o por nada en absoluto. Y escribes los motivos a escondidas para no perder la cordura. Pero lo tapas. Lo cubres. Por verg¨¹enza de ¨¦l, pero, sobre todo, de ti misma.
Hasta que un d¨ªa, derrotada, bajas la guardia y se lo cuentas a alguien. Una amiga, una hermana, una vecina. Y te dicen que salgas de ah¨ª. Que no aguantes. Que t¨² vales m¨¢s que ese maltratador de libro. Y te armas de valor. Y lo dejas. Pero ¨¦l no te suelta. Y te llama, y te ronda, y te suplica. O eres t¨² quien le busca, mareada por el v¨¦rtigo de vivir de repente sin su yugo. C¨®mo va a ser un maltratador, te autoenga?as, si nunca te ha puesto la mano encima, salvo alg¨²n tantarant¨¢n en la cocina. Y vuelves. Y tu amiga, o tu hermana, o tu vecina se desesperan con ese que voy, que vengo, y dudan entre seguir alerta o dejarte por imposible. Y la pr¨®xima gresca ya ni se la cuentas, comidita por la culpa. Y, as¨ª, entre bronca y bronca, va pasando la vida. Una vida sometida, en el mejor de los casos. En el peor, una vida segada por el en¨¦simo asesino machista. Esta historia no es ver¨ªdica, pero s¨ª veros¨ªmil. Miles de mujeres viven ese infierno ahora mismo ah¨ª fuera. No est¨¢is locas. Ni solas. Os estamos fallando. No os fall¨¦is a vosotras mismas.