Hablar desde el ¡®yo¡¯, sin decir ¡®nosotros¡¯
Si todos escribieran desde un ¡®yo¡¯ claro, no ser¨ªa tan f¨¢cil cavar trincheras
Aunque los oficios de escribir y de vivir consisten a menudo en saltarse las reglas con las que te ense?aron a ejercerlos, hay una que me esfuerzo en respetar, aunque la habr¨¦ violado un mill¨®n de veces (y seguro que un lector malintencionado con mucho tiempo libre encontrar¨¢ ejemplos a pu?ados en mis textos): el art¨ªculo 2.17 del Libro de estilo de EL PA?S, que proh¨ªbe el uso de la primera persona del plural y referirse a Espa?a como ¡°nuestro pa¨ªs¡±, ¡°puesto que el peri¨®dico se lee tambi¨¦n fuera de Espa?a, o en Espa?a por ...
Aunque los oficios de escribir y de vivir consisten a menudo en saltarse las reglas con las que te ense?aron a ejercerlos, hay una que me esfuerzo en respetar, aunque la habr¨¦ violado un mill¨®n de veces (y seguro que un lector malintencionado con mucho tiempo libre encontrar¨¢ ejemplos a pu?ados en mis textos): el art¨ªculo 2.17 del Libro de estilo de EL PA?S, que proh¨ªbe el uso de la primera persona del plural y referirse a Espa?a como ¡°nuestro pa¨ªs¡±, ¡°puesto que el peri¨®dico se lee tambi¨¦n fuera de Espa?a, o en Espa?a por personas extranjeras ¡ªaclara el manual¡ª. El adjetivo nuestro incluye en este caso al lector y al informador, las dos personas que se comunican, y el lector no tiene por qu¨¦ ser espa?ol (y en algunos casos tampoco el periodista)¡±. Aunque los columnistas no caemos del todo en su jurisdicci¨®n, esta norma es para m¨ª una gu¨ªa moral que intento aplicar en todo lo que escribo. Desde que la asimil¨¦, desconf¨ªo de quienes hablan con un nosotros que pringa todo de forofismo tribalista.
Una aplicaci¨®n rigurosa de la regla 2.17 desactivar¨ªa a quienes presumen de hablar en nombre de otros (o de darles voz, en el colmo de la condescendencia, como si fueran demiurgos que conceden un don sagrado a los pobres muditos). Contra el t¨®pico narcisista, atreverse a usar el yo requiere una humildad intensa: lo grandilocuente y soberbio es el nosotros, que se atreve a expresar la opini¨®n de naciones enteras. Si todos escribieran desde un yo claro, no ser¨ªa tan f¨¢cil cavar trincheras y la sociedad se revelar¨ªa como una red inextricable de voces. Un panorama as¨ª no se podr¨ªa encuadrar en los bloques de izquierda y derecha que viven en la berrea perenne de hoy.
Si reneg¨¢semos del nosotros, no cabr¨ªan Espa?as ni AntiEspa?as. La mitad de las broncas electorales perder¨ªan su sentido y el aire se limpiar¨ªa de melodramas. En vez de bramar contra olas reaccionarias abstractas, invocar barricadas de himnos muertos o derogar sanchismos, cada cual tendr¨ªa que discutir sobre las cuestiones concretas. En lugar de oponerse a gigantes que solo est¨¢n en su imaginaci¨®n exaltada, el orador podr¨ªa ver los molinos y pronunciarse sobre ellos sin presentar credenciales de pureza ideol¨®gica o de lealtad partidista. Quien habla desde el yo no siente que la historia empieza y termina cada vez que hay unas elecciones y puede articular algo m¨¢s sutil que un ¡°con nosotros o contra nosotros¡±. Es dif¨ªcil resistirse a la llamada de la tribu, pero habr¨ªa que intentarlo.