Los que opinan con el palillo en la boca
Garz¨®n, el que ha sido ministro de una cartera sin dinero, trajo al debate p¨²blico asuntos que ya est¨¢n en la agenda de pa¨ªses m¨¢s avanzados que el nuestro en materia medioambiental
Declara Alberto Garz¨®n, ministro de Consumo, su renuncia a estar en las listas de Sumar para las elecciones. Yo a las personas que se van del juego abrasador de la pol¨ªtica les tengo un respeto imponente, como dec¨ªa el viejo verso. En mi opini¨®n, es un s¨ªntoma de inteligencia. Se va porque quiere estar m¨¢s tiempo con sus hijas, bien; se va porque quiere dedicarle m¨¢s atenci¨®n a su compa?era, dos veces bien. Se va porque cree que los pol¨ªticos deben dejar espacio a una nueva generaci¨®n. Encomiable. Imaginemos que hay una cuarta raz¨®n que no expresa porque se trata de un tab¨² en este sistema productivo en el que no solo debemos estar ocupados sin l¨ªmite de horario sino que tenemos que hacer alarde de ello: se va el ministro porque no le compensa trabajar tanto.
Personalmente, cada vez creo m¨¢s en la valent¨ªa de ambicionar menos, si es que se puede. Solo un valiente renuncia al poder. Por eso me parece tan apropiado para estos tiempos Gozo, el ensayo-diario de Azahara Alonso, la joven escritora que un d¨ªa lo dej¨® todo para gozar de una vida breve, aislada en una isla, donde no atend¨ªa a m¨¢s acontecimientos que a los cambios de estaci¨®n. Yo al ministro que se va le deseo tiempo libre, gozo.
Como hay tanta mezquindad en Espa?a existe el lugar com¨²n de que los pol¨ªticos no trabajan. Como si el trabajo extenuante fuera la prueba de que nuestro pa¨ªs est¨¢ m¨¢s amparado. Muy al contrario, encuentro que trabajan demasiado, que renuncian a la vida propia, que andan produciendo declaraciones de la ma?ana a la noche; que en esas horas en las que deber¨ªan de estar atendiendo a los suyos se pasean por las redes colgando tuits perfectamente evitables, movidos por impulsos que solo definen una ansiedad por la presencia continua y no por la reflexi¨®n. Les falta tiempo para leer. Cuando van a un acto cultural provocan tanto revuelo que sospecho que asisten para que acudan periodistas y as¨ª seguir haciendo declaraciones. Esa es la raz¨®n por la que miden donde van y a qu¨¦ artistas arropan. Lo que debiera ser gozo se convierte en acto de campa?a.
Leo comentarios de la Espa?a mezquina en los que dicen que Garz¨®n era un vago. Maldita sea, si no navegara por las redes tendr¨ªa una idea m¨¢s elevada del ser humano. Ese juicio solo puede hacerlo un t¨ªo con un palillo real o imaginario en la boca. El caso es que Alberto Garz¨®n, el que ha sido ministro de una cartera sin dinero, trajo al debate p¨²blico asuntos que ya est¨¢n en la agenda de pa¨ªses m¨¢s avanzados que el nuestro en materia medioambiental. El control de la publicidad de las casas de juego, que tanta desgracia provocan en los barrios m¨¢s humildes, el aviso de las consecuencias perniciosas de las bebidas azucaradas o de las chucher¨ªas para los ni?os o los alimentos ultraprocesados, el cuestionamiento de la ganader¨ªa intensiva, la prudencia en el consumo de carne. Se le ha quedado en el tintero la protecci¨®n de los consumidores, de los clientes, frente a las grandes empresas ante las que a menudo necesitamos protecci¨®n. Los que ignoran que estos debates, tan emparentados con el medio ambiente y la justicia social, son los que moldear¨¢n nuestra vida futura se han limitado a re¨ªrse del ministro cuqui o a indignarse por entender que una vez m¨¢s la izquierda monacal quer¨ªa poner freno a nuestra sagrada libertad.
Siempre me pregunto a qu¨¦ santo viene la burla desatada a quien quiere reducir el desastre porque el mundo avanza sin pausa por el camino brutal de la irracionalidad. Solo cuando los recursos no den m¨¢s de s¨ª, cuando las enfermedades provocadas por la basura que se ingiere o se respira saturen el sistema de salud, nos daremos cuenta de que no eran las chuminadas de un vago que se afanaba por demostrar que no estaba perdiendo el tiempo en su despacho.
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