Francia vuelve a arder
Tras cinco d¨ªas de una Francia insomne, los disturbios por la muerte policial de Nael vuelven a evidenciar una fractura profunda
Los disturbios en Francia tras la muerte el martes de un adolescente de origen norteafricano por el disparo de un polic¨ªa env¨ªan a Europa y al mundo la imagen de un pa¨ªs fuera de control. Durante casi una semana, la violencia juvenil en la banlieue, los extrarradios urbanos, se ha ensa?ado cada noche con instituciones de la Rep¨²blica como escuelas, ayuntamientos, comisar¨ªas, autobuses y tranv¨ªas, y los saqueos han da?ado comercios. ...
Los disturbios en Francia tras la muerte el martes de un adolescente de origen norteafricano por el disparo de un polic¨ªa env¨ªan a Europa y al mundo la imagen de un pa¨ªs fuera de control. Durante casi una semana, la violencia juvenil en la banlieue, los extrarradios urbanos, se ha ensa?ado cada noche con instituciones de la Rep¨²blica como escuelas, ayuntamientos, comisar¨ªas, autobuses y tranv¨ªas, y los saqueos han da?ado comercios. El intento de asesinato este domingo contra un alcalde de una ciudad peque?a en el sur de Par¨ªs representa una escalada preocupante en una ola de actos vand¨¢licos que ya tiene poco que ver con la justa c¨®lera por la muerte del joven Nahel, de 17 a?os, durante un control policial al autom¨®vil que conduc¨ªa sin permiso cerca de Par¨ªs. Lo que ahora afrontan los franceses es una mezcla de delincuencia y nihilismo destructor, cuyos primeros perjudicados, como ha se?alado la abuela de Nahel, son los propios habitantes de los barrios empobrecidos y multiculturales del extrarradio.
La prioridad es restablecer la seguridad en los barrios. El despliegue masivo de polic¨ªas y gendarmes puede ser un principio. Pero hay una fractura en este pa¨ªs, una fractura antigua y que ning¨²n Gobierno ha sabido resolver, entre los centros urbanos pr¨®speros y mayoritariamente blancos, y la banlieue, donde viven hijos y nietos de inmigrantes del Magreb y del ?frica subsahariana y en muchos casos sufren problemas end¨¦micos de marginaci¨®n que alimentan la desconfianza y el resentimiento. No todo va mal en las banlieues, y hay pocos pa¨ªses que hayan gastado como Francia en el desarrollo de los barrios m¨¢s necesitados. Pero algo no ha funcionado cuando persisten las deficiencias de infraestructuras y servicios p¨²blicos, la criminalidad y el tr¨¢fico de droga, y un ascensor social atascado desde hace tiempo. A esto se a?ade la ruptura del v¨ªnculo de confianza entre la poblaci¨®n y las fuerzas del orden, fundamental en toda democracia. Los excesos de las fuerzas del orden y las actitudes discriminatorias de algunos agentes est¨¢n ah¨ª.
Francia se juega mucho en la salida de esta crisis, y en un mundo en el que los l¨ªderes autoritarios se frotan las manos ante cualquier signo de inestabilidad en Occidente. Los responsables de los disturbios, muchos de ellos adolescentes, ya han forzado a Macron a aplazar una visita de Estado a Alemania. Quien pol¨ªticamente capitaliza los disturbios, por ahora, es la extrema derecha de Marine Le Pen. La torpeza de la izquierda de Jean-Luc M¨¦lenchon al negarse a llamar a la calma no hace m¨¢s que reforzar esta tendencia. Cuando todo se haya tranquilizado, Macron deber¨¢ hacer buena su promesa de reconciliar a los franceses. No puede mirar hacia otro lado ni ante el problema de cohesi¨®n social, ni ante una polic¨ªa que requiere una reforma de sus m¨¦todos. Mientras no se tomen medidas para atajar ambos problemas, la historia amenaza con repetirse.