Noches de c¨®lera en la ¡®banlieue¡¯: ¡°No son disturbios, es una revuelta¡±
El rechazo a la polic¨ªa y las instituciones alimenta los incidentes en los extrarradios de Francia tras la muerte de un adolescente por el disparo de un agente
Las sirenas ululan obsesivamente, relucen a lo lejos las luces de la polic¨ªa, hay restos de una hoguera en medio de la calle, uno de los vecinos que se ha acercado para curiosear pregunta a dos chicas que se alejan del lugar de los altercados:
¡ª?Es Bagdad ah¨ª, chicas?
Y ellas ¡ªla cabeza y la boca cubiertas por un pa?uelo oscuro, no se sabe si para protegerse de los gases o por tradici¨®n¡ª responden:
¡ª?S¨ª!
Esto no es Bagdad: es la banlieue, el extrarradio multicultural y empobrecido de Par¨ªs, en la cuarta noche de disturbios, despu¨¦s de la muerte, el martes, de Nahel (o Na?l), un muchacho de 17 a?os de origen magreb¨ª, por el disparo de un polic¨ªa. Esto es Bondy, conocida por ser la ciudad de Kyilian Mbapp¨¦, futbolista franc¨¦s de origen camerun¨¦s y argelino, la superestrella que unas horas despu¨¦s de que empezase a circular un v¨ªdeo de la muerte de Nahel declar¨®: ¡°Me duele Francia¡±.
Esto es Francia en 2023, un pa¨ªs que vive en la anomal¨ªa: un millar de detenidos algunas noches, decenas de polic¨ªas y gendarmes heridos y un presidente, Emmanuel Macron, que busca la manera de controlar la situaci¨®n y se ha visto obligado a suspender una visita de Estado a Alemania. En menos de una semana los franceses han sufrido un doble espanto. Primero, por la muerte filmada de un adolescente indefenso y los excesos policiales. Despu¨¦s, por la violencia desatada contra edificios oficiales ¡ªcomisar¨ªas, ayuntamientos, bibliotecas, escuelas...¡ª y la destrucci¨®n y el saqueo de comercios. Despu¨¦s del funeral de Nahel el s¨¢bado, las autoridades se preparaban para una quinta noche de fuego e insomnio, y concentraban sus esfuerzos en ciudades como Marsella, Lyon y Grenoble.
Este es relato de una noche en la banlieue. De Nanterre, la ciudad de Nahel al noroeste de Par¨ªs, hasta Montreuil, en el noreste. Un recorrido de 40 kil¨®metros por dos departamentos (Hauts-de-Seine y Seine-Saint-Denis). Un viaje en busca de los or¨ªgenes de la c¨®lera desatada estos d¨ªas y en el que, m¨¢s de una vez, se percibe tambi¨¦n el hartazgo de algunos contra los que expresan su ira destrozando y saqueando. Un 57% de los franceses conf¨ªa o siente simpat¨ªa por la polic¨ªa, seg¨²n un sondeo del instituto Ifop publicado por el diario Le Figaro, frente a un 32% que siente hostilidad o inquietud. El l¨ªder pol¨ªtico m¨¢s valorado por su reacci¨®n a la crisis, seg¨²n el mismo sondeo: Marine Le Pen, l¨ªder de la extrema derecha.
¡ªPor ahora, todo tranquilo.
Quien habla es un agente de los CRS, las Compa?¨ªas Republicanas de Seguridad, cuerpo de la polic¨ªa nacional francesa encargado del mantenimiento del orden. Durante la revuelta de 1968, que se inici¨® precisamente en la Universidad de Nanterre, se populariz¨® un eslogan que los vilipendiaba diciendo: ¡°CRS, SS¡±. Es viernes, las once de la noche, y en Nanterre, donde empez¨® todo, no hay un alma en la calle excepto decenas de furgonetas de los CRS y alg¨²n periodista perdido. Los CRS est¨¢n casi igual de perdidos. Vienen del norte de Francia, han sido movilizados en la operaci¨®n para sofocar el levantamiento de las banlieues. Las dos ¨²ltimas noches se han desplegado 45.000 polic¨ªas y gendarmes por las zonas de riesgo en todo el territorio, adem¨¢s de helic¨®pteros y blindados.
Calma ante la Prefectura de Hauts-de-Seine, una torre de 25 pisos a unos metros de la plaza Nelson Mandela, la misma donde se encuentra el poste donde se empotr¨® el Mercedes que conduc¨ªa Nahel despu¨¦s de recibir el disparo del polic¨ªa. Calma ante la escuela Miriam Makeba, que guarda los restos de un ataque el martes: cristales rotos en el vest¨ªbulo y olor a quemado. Al d¨ªa siguiente, Jean-Yves Sioubalak, presidente de la asociaci¨®n de padres, se apost¨® con otros padres ante la escuela y pasaron la noche all¨ª para protegerla. Cuenta que, cuando se acerca un grupo sospechoso, intenta disuadirlos. Y les dice:
¡ªNo hay que quemar la escuela. Es lo que permite a nuestros hijos aprender. La escuela es el futuro.
Camino de la Ciudad Pablo Picasso. Cit¨¦ Pablo, como la llaman en Nanterre, es el barrio donde viv¨ªa Nahel, inconfundible por las torres circulares del arquitecto ?mile Aillaud, y donde cada noche los j¨®venes se enfrentan a la polic¨ªa disparando fuegos artificiales con lanzaderas. Una pintada: ¡°Justicia para Na?l. Ni olvido ni perd¨®n¡±. Cerca, un cartel del Ayuntamiento: ¡°Nanterre, en fiesta todo el verano¡±. M¨¢s all¨¢, una decena de hombres de entre 20 y 30 a?os aconsejan dar media vuelta: ¡°No se aventuren. Si entran, les apedrear¨¢n como a los polic¨ªas¡±.
¡°?No son salvajes!¡±, advertir¨¢ m¨¢s tarde un mujer cerca de la estaci¨®n de Nanterre. ¡°Esto no es el zoo¡±.
Suenan los primeros petardos, un dron sobrevuela el parque central de la ciudad, se eleva una columna de humo en la Cit¨¦ Pablo y, m¨¢s lejos, los rascacielos del barrio de La D¨¦fense, luminosos en la oscuridad, parecen el decorado de la Francia pr¨®spera y monumental que separa Par¨ªs de este suburbio como una frontera infranqueable. Las cosas a veces se ven distintas a un lado y otro del decorado.
¡°Lo que usted llama disturbios, yo lo llamo revuelta¡±, sentencia Sirine Sehil, abogada, 26 a?os, nieta de argelinos, ¡°tres generaciones aqu¨ª¡±, se lamenta, ¡°e incluso a m¨ª y mis hermanos y hermanas nos dicen que no somos franceses¡±. La conversaci¨®n tiene lugar un d¨ªa antes en Nanterre, durante una marcha en memoria de Nahel que termin¨® con gases lacrim¨®genos, escaparates rotos y locales incendiados. La abogada expresa una opini¨®n extendida entre las personas m¨¢s j¨®venes: en Francia la protesta pac¨ªfica no sirve, solo cuando hay altercados ¡ªsolo con la rebeli¨®n, dir¨¢ ella¡ª quienes protestan se hacen visibles y se los escucha.
¡°La gente que llama a manifestarse pac¨ªficamente jam¨¢s ser¨¢ v¨ªctima de la violencia policial¡±, a?ade Sirine Sehil. ¡°Nosotros no llamamos a la calma, llamamos a la justicia y a la verdad. No pediremos justicia sonriendo, porque si esto funcionase, ya lo sabr¨ªamos¡±.
Por la autopista que rodea Par¨ªs por el norte, la radio informa de que la tensi¨®n ha llegado a la convulsa Marsella, y que Mbapp¨¦ y otros futbolistas de la selecci¨®n nacional han firmado un comunicado en el que llaman a la calma y declaran: ¡°La violencia no resuelve nada¡±.
Saqueos y hogueras
Parece, a estas alturas de la noche, que el llamamiento tiene ¨¦xito, o quiz¨¢s es el despliegue de las decenas de miles de polic¨ªas y gendarmes lo que explica que esta noche sea m¨¢s serena en la regi¨®n parisina, la primera desde la muerte de Nahel. Pero al tomar la salida de la autopista a Bondy, queda claro que no. Es la una de la madrugada. Arde un coche de la polic¨ªa, est¨¢n saqueando una tienda de la cadena de muebles y electrodom¨¦sticos Conforama, quien en este momento entra al centro de la ciudad en autom¨®vil se ve obligado a esquivar las hogueras o un contenedor de basura que arde en la calle principal.
¡°Estoy triste¡±, admite un hombre en el umbral de su casita unifamiliar en Bondy. Se llama Patrick, es transportista en el aeropuerto de Roissy, hoy cumple 39 a?os, lo celebra con amigos en el peque?o patio mientras a poco m¨¢s de un kil¨®metro empieza el jaleo. ¡°Que est¨¦n cabreados, lo entiendo, pero hasta cierto punto¡±.
Como otras personas entrevistadas esta noche, Patrick pertenece a lo que llamar¨ªamos una minor¨ªa, en su caso, un franc¨¦s de piel negra, y como muchos, sobre todo entre los mayores de 30 a?os, rechaza la violencia.
¡°Han matado a un ni?o, de acuerdo, pero en Ucrania matan a mil cada d¨ªa¡±, comenta un argelino de 72 a?os que pasa por delante del Ayuntamiento. La fachada, iluminada con el rojo, blanco y azul de la bandera nacional, el lema ¡°Libert¨¦, ¨¦galit¨¦, fraternit¨¦¡± en la fachada, y los bomberos intentando apagar el incendio de varios veh¨ªculos el¨¦ctricos en el aparcamiento municipal. Se pregunta el hombre: ¡°?Por qu¨¦ hacen esto?¡±.
¡°Se ha banalizado la violencia¡±, dice por tel¨¦fono el ensayista Karim Bouhassoun, un hijo de los suburbios que consigui¨® estudiar en la prestigiosa Sciences Po, ensayista y consejero en gobiernos locales, y autor de ?Que veut la banlieue? Manifeste pour en finir avec une injustice fran?aise (?Qu¨¦ quiere la banlieue? Manifiesto para acabar con una injusticia francesa). ¡°La gangrena de la criminalidad organizada, adem¨¢s, alimenta los comportamientos ultraviolentos. Saben organizarse muy r¨¢pidamente para ser violentos¡±.
A?ade Bouhassoun: ¡°Pienso que la violencia de estos j¨®venes viene de un sentimiento de humillaci¨®n: no tienen trabajo, cuando se cruzan con la polic¨ªa, los mira mal o les pide los papeles por su aspecto, viven lejos de los centros urbanos y, finalmente, tienen la sensaci¨®n de que est¨¢n relegados y no forman parte de la comunidad nacional. Habr¨¢ visto que, cuando pasan a la acci¨®n, atacan los s¨ªmbolos de la Rep¨²blica: la bandera, la escuela, los ayuntamientos, las comisar¨ªas. Yo esto lo analizo como una forma de rechazo del padre. No hay una autoridad familiar suficientemente fuerte que les imponga l¨ªmites. Hay en los barrios que est¨¢n ardiendo una enorme concentraci¨®n de madres solas. A menudo los padres no existen o est¨¢n ausentes. El Estado ocupa este lugar, pero desde su punto de vista los ignora. Lo que hacen es decirle al Estado: ¡®No quer¨¦is saber nada de nosotros y por eso os destruiremos, destruyendo vuestros s¨ªmbolos¡±.
Hacia el centro de Bondy caminan tres chicas, el cabello descubierto, vestidas de fiesta. Una de ellas, que se declara musulmana, explica que ella no ve ning¨²n problema en quemar ayuntamientos o comisar¨ªas. ¡°En cambio¡±, a?ade, ¡°no est¨¢ bien atacar apartamentos o coches, porque la gente los ha comprado con el sudor de su frente¡±.
A 500 metros de los saqueos, decenas de chicos corren para escapar de los gases lacrim¨®genos, y un hombre de unos 40 a?os sonr¨ªe: ¡°?No vamos a tener solo Mbapp¨¦s en Bondy!¡±. Se llama Nordine y, como otros de su edad, ha salido a la calle esta noche a observar los disturbios. ?l, como sus amigos, ten¨ªa m¨¢s o menos la misma edad en 2005 que los que ahora corretean. Fue el a?o del gran levantamiento de la banlieue y la referencia que todos tienen en cuenta, desde los mandos del poder en el palacio del El¨ªseo hasta los vecinos del extrarradio. Nordine y sus amigos comentan las diferencias:
¡ªAhora son m¨¢s j¨®venes, tienen las redes sociales.
¡ªCompiten entre barrios a ver cu¨¢l es m¨¢s fuerte.
¡ªNosotros escuch¨¢bamos a nuestros hermanos mayores: estos no escuchan ni a sus padres.
Conducir por las ciudades de la periferia es cruzarse con una hogueras de vez en cuando, con un autom¨®vil calcinado, o un centro comercial saqueado unas horas antes y convertido en v¨ªdeo viral en las redes sociales. ¡°?Volved a casa!¡±, grita una mujer polic¨ªa desde su coche, con un altavoz, a unos j¨®venes que pasean por una zona desierta en Rosny-sous-bois. Son casi las cuatro y en la vecina Montreuil ha ardido un autom¨®vil delante de un edificio. Una mujer mayor sale a la calle con su bat¨ªn rojo y un paraguas. Llueve.
¡°Me levant¨¦ para hacer pip¨ª y ol¨ªa a quemado¡±, dice la mujer. ¡°Mi hermana vive m¨¢s abajo y tuve miedo de que hubiese ocurrido en su casa¡±.
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