El puente
Si uno ¡ªpeque?o burgu¨¦s con necesidades materiales bastante cubiertas¡ª necesita algo tiene dos opciones: dejar de necesitarlo o hacerlo existir
Tengo tres circuitos para correr en Buenos Aires. Uno, el tradicional, pasa por una zona de talleres mec¨¢nicos. Otro rodea el cementerio cercano a mi casa. El ¨²ltimo es extenso, solar, ambicioso, y s¨®lo lo emprendo cuando estoy veloz. Todos son llanos, porque la ciudad es llana. Aunque no me gusta correr en subida, desde hace d¨ªas extra?o las cuestas de la Costa Brava por las que corr¨ª en abril y mayo, cuando estuve all¨ª en una residencia literaria. Necesito ese esfuerzo tirano. El cuerpo pide cosas que no sabe c¨®mo conseguir y quiero d¨¢rselas, pero no s¨¦ c¨®mo. Hoy, mientras corr¨ªa, record¨¦ qu...
Tengo tres circuitos para correr en Buenos Aires. Uno, el tradicional, pasa por una zona de talleres mec¨¢nicos. Otro rodea el cementerio cercano a mi casa. El ¨²ltimo es extenso, solar, ambicioso, y s¨®lo lo emprendo cuando estoy veloz. Todos son llanos, porque la ciudad es llana. Aunque no me gusta correr en subida, desde hace d¨ªas extra?o las cuestas de la Costa Brava por las que corr¨ª en abril y mayo, cuando estuve all¨ª en una residencia literaria. Necesito ese esfuerzo tirano. El cuerpo pide cosas que no sabe c¨®mo conseguir y quiero d¨¢rselas, pero no s¨¦ c¨®mo. Hoy, mientras corr¨ªa, record¨¦ que cuando era ni?a quise tener un bigotito fino y retorcido en los extremos. Le ped¨ª a mis madre uno postizo y me dijo que no, entonces me lo dibuj¨¦ con marcador. Tuvieron que quitarme la marca con un l¨ªquido fuerte y, a¨²n as¨ª, no sali¨® del todo. Por la misma ¨¦poca se me antoj¨® un parche de pirata. Mi madre dijo que no: usarlo pod¨ªa afectarme la visi¨®n. Mi abuela paterna me ayud¨® a confeccionar uno con un trozo de tela y un el¨¢stico. Lo us¨¦ apenas un rato porque choqu¨¦ contra un ¨¢rbol, contra una puerta y me ca¨ª por la escalera que llevaba a la terraza. Pero tuve mi bigote, tuve mi parche: invent¨¦ lo que no hab¨ªa. Hoy, con el cuerpo clamando por cuestas que no existen, pens¨¦: ¡°El puente¡±. A cuatro kil¨®metros de mi casa hay un puente sobre la avenida San Mart¨ªn. Tiene un sendero peatonal ¨ªnfimo, desaconsejable, que trepa hasta la cima. Aceler¨¦ el paso para llegar r¨¢pido. Verlo fue como ver el Parten¨®n. Algo se me alz¨® dentro del pecho. Trep¨¦, baj¨¦, volv¨ª a trepar, trep¨¦ de nuevo. S¨®lo me detuve cuando las piernas me temblaban. Emprend¨ª el regreso pensando que si uno ¡ªpeque?o burgu¨¦s con necesidades materiales bastante cubiertas¡ª necesita algo tiene dos opciones: dejar de necesitarlo o hacerlo existir. La primera es la mejor. Tambi¨¦n la m¨¢s dif¨ªcil. Por eso me invent¨¦ un puente. Me los invento a cada rato.