Llorar a los muertos
Para lograr que alguien se acurruque en un sof¨¢ y ponga el broche final de la jornada con un atrac¨®n de cap¨ªtulos o de tuits del ¨²ltimo ¡®true crime¡¯, antes es necesario cierto proceso de deshumanizaci¨®n
La muerte nos persigue a todos, indefectiblemente. Y si la muerte propia asusta, las secuelas de la ausencia de los dem¨¢s son insoportables. No celebrar un logro, un nuevo amor, el nacimiento de un hijo. No volver a organizar una barbacoa de San Juan. Ni comerse las uvas. Ni cocinar la desordenada paella de domingo. Se acabaron los caf¨¦s de media tarde, las peleas pol¨ªticas, el no llamarse durante semanas para llamarse despu¨¦s compulsivamente. Adi¨®s a los whatsapp a deshora y a la ¨²ltima copa. Es el fin para siempre del gozo y la pena de una vida compartida.
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La muerte nos persigue a todos, indefectiblemente. Y si la muerte propia asusta, las secuelas de la ausencia de los dem¨¢s son insoportables. No celebrar un logro, un nuevo amor, el nacimiento de un hijo. No volver a organizar una barbacoa de San Juan. Ni comerse las uvas. Ni cocinar la desordenada paella de domingo. Se acabaron los caf¨¦s de media tarde, las peleas pol¨ªticas, el no llamarse durante semanas para llamarse despu¨¦s compulsivamente. Adi¨®s a los whatsapp a deshora y a la ¨²ltima copa. Es el fin para siempre del gozo y la pena de una vida compartida.
Twitter ¡ªred a la que se podr¨ªa dedicar el peri¨®dico entero, cada d¨ªa, para contar todas sus maldades y quedarnos cortos¡ª se ha convertido tambi¨¦n un lugar ¨ªntimo en el que recordar a quienes ya no est¨¢n. Sin complejos, cada uno llora a sus muertos. Algunos exigen justicia para sus hijos, fallecidos en multitud de situaciones repentinas e incomprensibles: un accidente de tr¨¢fico, una enfermedad, una situaci¨®n de acoso. Muchos han muerto de c¨¢ncer. A otros, no sabemos qu¨¦ les ha pasado, sencillamente no est¨¢n.
Y los suyos, que les echan de menos, recurren a una red social m¨¢s dada al linchamiento que al amor para contar su dolor. Comparten fotograf¨ªas, an¨¦cdotas, recuerdos ¨ªntimos y sue?os no cumplidos¡ Toneladas de sufrimiento que antes se guardaban en un diario cerrado bajo llave, escondido en un caj¨®n, y que ahora se postean en un universo poblado de desconocidos. Lo que nunca se explicar¨ªa al vecino de rellano para no despertar l¨¢stima, se grita a los cuatro vientos. Y lo m¨¢s sorprendente de todo es que la red social, por lo general, devuelve cari?o y humanidad.
Una empat¨ªa repentina y sorprendente, que se trunca ante cualquier suceso medi¨¢tico. Hace unos d¨ªas, escrib¨ªa un guionista en Twitter que si se tiene cualquier vinculaci¨®n al true crime, cada vez que se comete un crimen con alg¨²n elemento extraordinario, el m¨®vil echa humo. Doy fe. En no pocas veladas, la funci¨®n del periodista de sucesos, como es el caso de la que escribe, se limita a amenizar la noche con relatos truculentos ante una audiencia embobada y sedienta.
El asesinato de un cirujano colombiano en Tailandia ¡ª?recuerdan el nombre o solo les viene a la cabeza el de su verdugo?¡ª ha hecho las delicias en Twitter. Ya sea como queja del tratamiento medi¨¢tico, como mofa o por cura curiosidad, el descuartizamiento se ha pasado varios d¨ªas de un agosto caluroso y cuesta arriba acaparando las conversaciones en la red social. Una derivada m¨¢s de las desgracias ajenas convertidas en entretenimiento masivo. ¡°Supongo que dentro de 30 a?os, Netflix har¨¢ un documental como el de Alc¨¢sser, pero hablando de Daniel Sancho, en el que aparecer¨¢n (otra vez) un mont¨®n de periodistas explicando ¡ªcon rostro muy serio¡ª que una cobertura tan delirante jam¨¢s podr¨ªa volver a repetirse¡±, vaticina el cr¨ªtico de casi todo y escritor Toni Garcia Ramon.
Los sucesos gustan y entretienen. Pero para lograr que alguien se acurruque en un sof¨¢, cogido de la mano de su pareja, o de una tarrina gigante de helado, da igual, y se disponga a poner el broche final de la jornada con un atrac¨®n de cap¨ªtulos o de tuits del ¨²ltimo true crime, antes es necesario cierto proceso de deshumanizaci¨®n. Un alejamiento parcial o total de sus protagonistas, para olvidar que en esas muertes enredadas y siniestras, hay alguien que sufre. Que echa de menos. Que quiz¨¢ en unos meses o en unos a?os colgar¨¢ una fotograf¨ªa en Twitter, contando su dolor. Y al leerlo sentiremos un escalofr¨ªo al recordar que esa muerte, un d¨ªa, nos entretuvo hasta quedar dormidos.