Leonor: una prometedora p¨¢gina en blanco
La princesa heredar¨¢ una instituci¨®n saneada tras el socav¨®n del em¨¦rito. Y, ya que algo va bien, vamos a decirlo
Toda vida es una p¨¢gina, un libro entero en blanco, limpio, prometedor, listo para ser rellenado y que vuele hacia una rotativa a toda m¨¢quina donde su contenido quedar¨¢ impreso para siempre. Los a?os se encargan de ir llen¨¢ndolo de errores, de p¨¦rdidas y de dolor. Tambi¨¦n de luces, de hallazgos, de proyectos. Al fin y al cabo, se trata de dejar un buen sabor de boca alrededor. Que la gente recomiende el libro despu¨¦s de leerlo. Los manchones son inevitables, pero el combustible de esta m¨¢quina es que los que nos suceden, nuestros hijos, empiecen con vigor su propia p¨¢gina en blanco. Que tenga...
Toda vida es una p¨¢gina, un libro entero en blanco, limpio, prometedor, listo para ser rellenado y que vuele hacia una rotativa a toda m¨¢quina donde su contenido quedar¨¢ impreso para siempre. Los a?os se encargan de ir llen¨¢ndolo de errores, de p¨¦rdidas y de dolor. Tambi¨¦n de luces, de hallazgos, de proyectos. Al fin y al cabo, se trata de dejar un buen sabor de boca alrededor. Que la gente recomiende el libro despu¨¦s de leerlo. Los manchones son inevitables, pero el combustible de esta m¨¢quina es que los que nos suceden, nuestros hijos, empiecen con vigor su propia p¨¢gina en blanco. Que tengan la oportunidad de hacerlo bien.
La princesa Leonor es una de esas p¨¢ginas en blanco de una generaci¨®n nueva que en Espa?a pide paso. A punto de cumplir los 18 a?os, apenas est¨¢ empezando a poner ese cuaderno sobre la mesa, a desenfundar su l¨¢piz y a estrenar su manuscrito. El momento es bueno. La ilusi¨®n se palpa estos d¨ªas en su movimiento, en sus gestos y sobre todo en los de sus padres, expectantes como cualquiera ante el desempe?o de su hija. Ellos son ¨²nicos por su cargo, por sus posibilidades y su condici¨®n, s¨ª, pero en esto, en su mirada ilusionada a Leonor, son comunes, iguales a todos nosotros, porque ?qu¨¦ hija no es tambi¨¦n una princesa, la nuestra? Todos nuestros hijos lo son, todos buscamos en sus ojos las chispas de sus avances y desde esa premisa podemos empatizar con Felipe y Letizia. En esto somos iguales.
El rey Felipe VI ha sabido enderezar un barco que se iba a pique con los esc¨¢ndalos de su padre, tan intensos que le pusieron una losa para siempre. Aunque el em¨¦rito haya quedado limpio de causas judiciales, la evidencia de su impunidad ha dejado importantes agujeros en su prestigio. Por ello, el actual monarca no tiene margen de error, no puede equivocarse. Su p¨¢gina no vino exactamente en blanco, sino ya manchada por los l¨ªos de Juan Carlos I. Pero, si todo sigue por este camino, ¨¦l y la Reina legar¨¢n a Leonor una instituci¨®n bastante saneada tras el socav¨®n, un milagro en esta Espa?a a ratos ingobernable y de coraz¨®n republicano.
Seguramente esta columna se llenar¨¢ de cr¨ªticas cuando llegue su turno, el de la futura reina y el de los futuros columnistas, claro que s¨ª. Pero, de momento, Leonor es una esperanzadora p¨¢gina en blanco en la que a¨²n tiene la oportunidad de escribir renglones derechos. Y, ya que algo va bien en medio de la polarizaci¨®n que nos atenaza, vamos a decirlo.