El sicariato
El audiovisual lleva m¨¢s de un siglo tratando de glamourizar el asesinato y ha logrado dotar a las armas de un valor casi er¨®tico, convertidas en un objeto de caricias que delatan la envidia de pene y al d¨ªa de hoy ya son, directamente, una muestra de la envidia de cerebro
El turbio intento de asesinato del pol¨ªtico Alejo Vidal Quadras en plena calle de Madrid coincidi¨® con el estreno del telefilme de David Fincher sobre un asesino a sueldo. Seg¨²n las investigaciones, los autores del atentado contra el pol¨ªtico espa?ol habr¨ªan huido en una moto que luego apareci¨® c...
El turbio intento de asesinato del pol¨ªtico Alejo Vidal Quadras en plena calle de Madrid coincidi¨® con el estreno del telefilme de David Fincher sobre un asesino a sueldo. Seg¨²n las investigaciones, los autores del atentado contra el pol¨ªtico espa?ol habr¨ªan huido en una moto que luego apareci¨® calcinada y a la que se relaciona con un anterior crimen en Francia, por lo que todo apunta a obra de sicarios.
Es llamativo que cuando se quiere prestigiar ese oficio lo llama asesino a sueldo y cuando se le quiere rebajar de categor¨ªa ha de consolarse con lo de sicario. Sicario y asesino a sueldo vienen a ser lo mismo que prostituta y escort, dos palabras para un mismo destino. Pero en las palabras, como bien sabemos, se esconden las secretas intenciones de quien las usa. El audiovisual lleva m¨¢s de un siglo tratando de glamourizar el asesinato y ha logrado dotar a las armas de un valor casi er¨®tico, convertidas en un objeto de caricias que delatan la envidia de pene y al d¨ªa de hoy ya son, directamente, una muestra de la envidia de cerebro.
Los asesinos a sueldo de la ficci¨®n son siempre tipos de pocas palabras, atractivos, fuertes y con vocaci¨®n de monje cartujo. Ya cuando se representan por mujeres la cosa es de traca, son un cromo. Pues si algo no puede caracterizar al asesino a sueldo de la ficci¨®n es la frigidez o pongamos por caso la eyaculaci¨®n precoz. Los asesinos a sueldo son fr¨ªos, pero de alta ebullici¨®n er¨®tica, son met¨®dicos pero casi siempre viven al l¨ªmite y son precisos, aunque no se libran de una paliza bien fotog¨¦nica en alg¨²n punto del metraje. Los sicarios, no, los sicarios son chavalotes de gimnasio, medio tontos, hiperventilados, que caen siempre en la trampa enemiga y delatan al contratista en el primer coscorr¨®n que reciben. En Ecuador, a los sicarios que mataron a un candidato se los apiolaron en plena c¨¢rcel, por si a los ciudadanos les quedaba alguna duda de quien los mand¨® a faenar.
Entre el asesino a sueldo y el sicario hay una diferencia parecida a la que va de la escuela flamenca de pintura cl¨¢sica a la pareja de pintores de brocha gorda que encalan una fachada sin mucho br¨ªo. Dime c¨®mo empieza la pel¨ªcula y te dir¨¦ c¨®mo acaba. Si es un sicario, cosido a tiros entre el asfalto y la maleza de un camino de cabras. Si es un asesino a sueldo, tom¨¢ndose una margarita con una muchacha en bikini en alguna playa paradisiaca.
Los sicarios de la calle N¨²?ez de Balboa pertenecen a este nuevo Madrid que quiere ser Miami y ya ha empadronado sin inmutarse a la mafia del dinero sucio y a las familias corruptas que compran d¨²plex a tocateja. Si caen en manos de la polic¨ªa, y no de sus empleadores, podremos enterarnos a lo mejor de en qu¨¦ rocambolesco giro de guion se fragu¨® este encargo de venganza tan poco sofisticado. Lo que est¨¢ claro es que nada est¨¢ claro y lo que parece es que nada es lo que parece. El audiovisual, con su ramplona devoci¨®n por el crimen eleva a aut¨¦nticos idiotas a la categor¨ªa de sofisticados. Pero pasa como con los terroristas, que basta una entrevista para desvelar su notable vulgaridad intelectual.