A nuestro mundo atormentado le falta humor
En estos momentos de perturbaciones espirituales y morales es cuando los humanos debemos echar mano de uno de los instrumentos t¨ªpicos de la inteligencia
Puede parecer una provocaci¨®n el t¨ªtulo de esta columna en un momento en el que estamos atrapados de dolor entre dos guerras cuyas im¨¢genes nos turban el sue?o. La medicina nos alerta sobre el aumento en el mundo de las personas v¨ªctimas de depresi¨®n y hasta del crecimiento de las cifras de suicidio.
Las redes sociales nos inundan de im¨¢genes aterradoras de...
Puede parecer una provocaci¨®n el t¨ªtulo de esta columna en un momento en el que estamos atrapados de dolor entre dos guerras cuyas im¨¢genes nos turban el sue?o. La medicina nos alerta sobre el aumento en el mundo de las personas v¨ªctimas de depresi¨®n y hasta del crecimiento de las cifras de suicidio.
Las redes sociales nos inundan de im¨¢genes aterradoras de la guerra de Israel y de Ucrania que perturban nuestros sue?os y nos retraen a los mayores a las dos grandes guerras mundiales de Europa, mientras resucitan las fotos y las consignas de los antiguos dictadores protagonistas de los mayores conflictos sangrientos de la Historia.
S¨ª, todo confluye en este momento al desgarro del alma ante el miedo, el dolor y la desesperaci¨®n de la impotencia. Y nos preguntamos si no estaremos volviendo a los tiempos de los antiguos tiranos reencarnados.
Y es en estos momentos tr¨¢gicos cuando m¨¢s necesitamos buscar c¨®mo desintoxicarnos y defendernos de tanta angustia sin que ello suponga dejar de compartir el dolor de nuestro pr¨®jimo.
Me dicen que en Espa?a, por ejemplo, nunca se hab¨ªan consumado tantos ansiol¨ªticos como en estos momentos en los que el miedo del futuro aprieta.
La ayuda de la medicina en los momentos del miedo y del dolor es crucial. Es una de las conquistas de nuestro tiempo, que se zarandea entre la novedad que abre nuevos caminos de esperanzas y el desenterrarse de los viejos espantajos de la tragedia de las guerras.
Y es en estos momentos de perturbaciones espirituales y morales cuando los humanos debemos echar mano de uno de los instrumentos t¨ªpicos de la inteligencia: el humor. Los animales pueden jugar, pero no saben re¨ªrse de s¨ª mismos.
No s¨¦ si habr¨¢n observado que los grandes dictadores de la Historia, los m¨¢s sangrientos y despiadados, estaban desprovistos de humor. ?Se imaginan a un Hitler, a un Stalin, a un Mao y a Franco contando un chiste? Hasta los aprendices a dictadores de hoy son incapaces del humor. No saben ni sonre¨ªr. Solo saben hacer muecas, fruncir el ce?o y gritar.
Y, sin embargo, ha sido siempre el humor uno de los instrumentos m¨¢s eficaces durante las duras dictaduras militares, el mejor ant¨ªdoto contra la barbarie. Los espa?oles que ya somos mayores recordamos cuando en los tiempos m¨¢s duros del franquismo, el de las torturas y los fusilamientos, el humor fue siempre una v¨¢lvula de escape capaz de hacernos sonre¨ªr.
Era impresionante c¨®mo los chistes sobre Franco recorr¨ªan Espa?a de norte a sur en segundos y eso sin los medios de comunicaci¨®n de hoy. Mientras escribo me viene a la memoria uno de aquellos chistes liberadores. A Franco alg¨²n ministro le hab¨ªa contado que muchas familias numerosas de trabajadores no consegu¨ªan dar a sus hijos m¨¢s de una comida al d¨ªa y se iban a dormir con hambre. El Caudillo indignado dijo que no se lo cre¨ªa y que quer¨ªa visitar a una de esas familias.
Dicho y hecho. Le buscaron a un mec¨¢nico con cinco ni?os peque?os y una noche se fue con su escolta a visitarles. El caudillo le pregunt¨® al jefe de la casa si a sus hijos les faltaba comida en la mesa. ¡°No, mi General¡±, le respondi¨® seguro el trabajador. ¡°A medio d¨ªa todos tienen un plato de comida¡±, agreg¨®. ¡°?Y a la noche?¡±, le pregunt¨® Franco. ¡°Sin problemas, mi general. Mi mujer prepara la mesa, todos se sientan y yo les grito: ¡®?Franco, Franco, Franco!¡¯ y mire c¨®mo responden. Los cinco peque?os que estaban de pie gritaron: ¡®Pap¨¢, basta, ya estamos hartos de ¨¦l¡¯. Su madre entonces les dijo: ¡°Qu¨¦ bien, hijos, entonces todos a dormir¡±.
Hoy, cuando intentan resucitar caricaturas de los viejos dictadores, necesitamos de nuevo, para defendernos de sus desvar¨ªos, de nuevos mecanismos de humor para desacralizar su aparente poder¨ªo, que a veces es m¨¢s debilidad que otra cosa.
Los l¨ªderes de la nueva extrema derecha de hoy te?ida de nost¨¢lgicos nazis no poseen la prosopopeya de los sanguinarios dictadores del pasado, pero cuentan con armas que podr¨ªan hacer estallar el mundo. Son quiz¨¢ m¨¢s peligrosos que sus caciques del pasado.
De ah¨ª que necesitemos quiz¨¢ m¨¢s que nunca pertrecharnos de instrumentos de humor para defendernos de las angustias y miedos que nos crean. Y, sin embargo, por lo que advierto, mientras una porci¨®n de humor se ha trasladado a las redes los grandes medios de comunicaci¨®n escritos y televisivos han disminuido dr¨¢sticamente a sus vi?etistas y c¨®micos, capaces de desintoxicarnos de tanto dolor y miedo ante la inseguridad que azota al mundo.
Doy gracias a este diario que desde su nacimiento a hoy ha acrecentado a sus vi?etistas con su carga no solo de humor sino de reflexi¨®n que cada ma?ana nos ofrecen una bocanada de ox¨ªgeno. Sus creaciones son a veces crueles y a veces tiernas, pero son esperanza en medio al humo del miedo que nos aprieta.
En estos tiempos duros para la migraci¨®n de los que tienen que huir de las guerras con toda la carga de dolor que traen a cuestas, no voy a olvidar una vi?eta de hace a?os entre tierna y feroz de El Roto. Parado en un sem¨¢foro con su coche, se le acerca al conductor una persona ya mayor para limpiarle el cristal de la ventanilla y recibir unas monedas. El conductor le hace un gesto de malhumor para que se vaya. El limpiador insiste y le explica: ¡°No tiene que darme nada. Era solo para que sepa que existo¡±.
Saber que existe tanto dolor en el mundo, que vivimos en una caldera de p¨®lvora que puede explotar en cualquier momento, no es ciertamente un remedio para nuestras angustias existenciales. La medicina y los gu¨ªas espirituales se esfuerzan en estos tiempos en aconsejarnos que nos acojamos al humor, a la alegr¨ªa, al frescor de la naturaleza, a la inteligencia emocional, a la meditaci¨®n y la esperanza para no sucumbir.
Y es en ese recetario que llena las p¨¢ginas de los medios de comunicaci¨®n y se multiplican en las redes en las que justamente faltan cada vez m¨¢s las p¨¢ginas de humor, del verdadero, del que nos obliga a sonre¨ªr hasta en los momentos m¨¢s cruciales. ¡°Vida que sigue¡± es un eslogan que me repite mi m¨¦dico de una vida, el acad¨¦mico, Augusto Mess¨ªas.
Ah, ?se puede hacer humor de la religi¨®n? S¨ª, porque es liberador y hasta las confesiones religiosas pueden ser t¨®xicas y alienantes, con su rosario de pecados y anatemas. En el campo de la s¨¢tira, los jud¨ªos suelen ser maestros del humor, quiz¨¢ porque han sufrido persecuci¨®n y holocaustos.
?Recuerdan el cl¨¢sico chiste del soldado jud¨ªo herido en la guerra? Estaba el joven maltrecho, ensangrentado, cuando se le acerca un sacerdote cat¨®lico con un crucifijo en la mano y poni¨¦ndoselo ante los ojos le pregunta: ¡°Sabes qui¨¦n es este?¡±. El soldado jud¨ªo mira al crucificado y exclama: ¡°?Vaya, uno se est¨¢ aqu¨ª muriendo y me vienen con acertijos!¡±
Las guerras pasan, las tragedias acaban digiri¨¦ndose, el dolor nunca ser¨¢ vencido y tendremos siempre a la mano la mejor medicina, el mejor ant¨ªdoto contra la angustia y el miedo: el humor.
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