No gan¨® Milei. Perdi¨® ¡°la casta¡±
Si est¨¢ en crisis la democracia en el mundo y ganan los extremistas es porque existe un cansancio de las familias pol¨ªticas que se perpet¨²an como las monarqu¨ªas
El mundo pol¨ªtico se est¨¢ preguntando c¨®mo es posible que haya ganado, y por goleada, las elecciones en la culta Argentina el candidato apodado en la escuela secundaria como El Loco y calificado como ¡°extravagante¡±, ¡°iconoclasta¡±, ¡°provocador¡±, que ped¨ªa consejos a su perro muerto y que gritaba ¡°!Viva la libertad, carajo!¡±.
Sin duda a partir de ahora se multiplicar¨¢n los an¨¢lisis y las conjeturas. Se hurgar¨¢ de nuevo en la biograf¨ªa y en el itinerario pol¨ªtico del triunfador que ha vencido al Goliat del peronismo que parec¨ªa inmortal.
Aunque no disponemos todav¨ªa de todos los datos, todo hace pensar que por Milei votaron en masa los j¨®venes, esos que por naturaleza aman la ruptura, lo nuevo, sea bueno o malo. Los j¨®venes buscan lo novedoso, lo diferente. Lo es hoy y lo fue siempre. A ellos les fascina la libertad. El joven es iconoclasta y extremista. Lo explic¨® ya Freud con el complejo de Edipo.
El gran equivoco de la pol¨ªtica de hoy, la mundial, es el haber arrinconado a los j¨®venes pobl¨¢ndose de veteranos que se resisten a dejar el sill¨®n a las nuevas generaciones. Son los j¨®venes quienes mejor asimilan, por ejemplo, la novedad de las tecnolog¨ªas, por eso aman las novedades digitales.
Los j¨®venes aman la libertad por esencia. Tambi¨¦n en el trabajo. Ya no quieren, como sus padres en el pasado, transcurrir toda la vida trabajando en lo mismo. Les gusta cambiar. Tener su propia empresa. Ser libres para escoger.
Y hoy, si est¨¢ en crisis la democracia en el mundo y ganan los extremistas es porque existe un cansancio de lo que Milei supo muy bien definir como ¡°la casta¡±. Una casta pol¨ªtica que se perpet¨²a, de padres a hijos, como en las monarqu¨ªas. Los veteranos no les dejan espacio a los j¨®venes y cuando los incluyen en la pol¨ªtica es para contagiarles y perpetuarles con sus viejos defectos. Tienen que aceptar la casta.
En Brasil la clase pol¨ªtica fue muy bien definida como ¡°el mecanismo¡±, en el que si entras ya no sales. O lo aceptas y te corrompes con ¨¦l o te expulsan. De ah¨ª que esos j¨®venes que llamamos rebeldes, que no se conforman con imitar a los mayores, que necesitan inventar ellos su propia vida, corran el peligro de convertir en ¨ªdolos aquellos a quienes los mayores llamamos exc¨¦ntricos o locos.
No que los j¨®venes sean en pol¨ªtica mejores ni peores que los veteranos. Cierto tienen menos experiencia y son m¨¢s inconformistas. Lo llevan en sus venas. Y ello no es una novedad. Los l¨ªderes a quienes los j¨®venes han venerado fueron iconoclastas, rebeldes. Y eso en todo. El adagio popular seg¨²n los cuales el ser humano nace incendiario y muere bombero lo expresa muy bien.
En pol¨ªtica como en religi¨®n a los j¨®venes les han fascinado sobre todo los extremos. Por eso pueden llegar a ser hasta m¨¢s violentos que los adultos. ?Por qu¨¦ les gustan tanto las pel¨ªculas con sangre, los juegos de terror?
Los mayores sabemos hoy qui¨¦n fue realmente el m¨ªtico Che Guevara, con sus idealismos y tambi¨¦n con su carga de violencia y crueldad. Y, sin embargo, para millones de j¨®venes represent¨® un nuevo dios en la tierra. Lo veneraron como a un santo.
En el otro campo, el religioso, que tanto ha configurado a la humanidad, basta recordar que, por ejemplo, la figura del jud¨ªo Jes¨²s de Nazaret, fundador del cristianismo nacido de las entra?as del juda¨ªsmo, no fue el dulce cordero que cierta piedad religiosa ha plasmado. Fue un iconoclasta con la casta pol¨ªtica y religiosa de su tiempo. Revolucion¨® y escandaliz¨® con sus cr¨ªticas al poder tirano del rey Herodes, al que desafi¨® y lleg¨® a llamarle ¡°zorra¡±.
En la entra?a del cristianismo anida la rebeld¨ªa. No es una religi¨®n del conformismo. ¡°Sed fr¨ªos o calientes, porque si sois tibios os vomitar¨¦ de mi boca¡±, reza la Biblia. Y tambi¨¦n el jud¨ªo que revolucion¨® su propia religi¨®n animaba a ser ¡°astutos como las serpientes¡±.
Jes¨²s, el manso para los devotos, fue el joven capaz de escandalizar en su tiempo con su revoluci¨®n a favor de la mujer, hasta de las prostitutas. Fue capaz, sabiendo que se jugaba la vida, como as¨ª fue, cuando en un gesto de rebeld¨ªa contra la casta sacerdotal que explotaba a los m¨¢s pobres, ech¨® patas arriba las mesas de los cambistas dentro del Templo sagrado de los jud¨ªos.
Lo crucificaron joven porque desafi¨® a las castas religiosas y pol¨ªticas. M¨¢s tarde, cuando el cristianismo primitivo y revolucionario empez¨® a aburguesarse y a ser m¨¢s la Iglesia de los privilegiados que de los abandonados en las cunetas de la vida, cuando empez¨® a masculinizarse y a arrinconar a la mujer releg¨¢ndola a objeto de pecado, perdi¨® su encanto y perdi¨® a los j¨®venes.
No, por favor, no estoy loco como para comparar a Milei y su triunfo inesperado con los grandes l¨ªderes pol¨ªticos y religiosos mundiales adorados por los j¨®venes. Pero quiz¨¢s descubramos que esta vez en Argentina hayan sido sobre todo esos j¨®venes y las mujeres, siempre las cenicientas en la pol¨ªtica de la casta, quienes hayan preferido al pseudo-revolucionario, Milei, al cl¨¢sico Massa, hijo de la casta, pulcro, tranquilo, sin sorpresas y sin esperanzas de revolucionar la gastada, cansada y corrupta democracia de hoy.
Hay en los evangelios cristianos un pasaje interesante que cobra hoy actualidad en la pol¨ªtica. El intelectual fariseo Nicodemo estaba intrigado con la fascinaci¨®n que le creaba el desarrapado profeta Jes¨²s, siempre rodeado de analfabetos y desheredados del poder, lo que llamamos hoy la ralea.
Al intelectual y culto Nicodemo lleg¨® a intrigarle aquel Jes¨²s iconoclasta que se divert¨ªa con las paradojas y escandalizaba cuando maldijo a una higuera que estaba sin fruto aunque no era tiempo de higos. Tanto le intrigaba aquel joven revolucionario que pidi¨® encontrarse con ¨¦l, pero de noche, a escondidas.
Jes¨²s desbarat¨® al intelectual cuando le dijo que lo que necesitaba era volver al vientre de su madre para poder renacer. Era una provocaci¨®n. Era decirle que necesitaba revisar su vida, olvidarse de pertenecer a una casta que se resist¨ªa a cambiar, a superarse, a abrir los ojos, a entender que de alguna forma la religi¨®n, pol¨ªtica y sus valores democr¨¢ticos y de justicia social necesitan renacer o est¨¢n llamados a morir.
Quiz¨¢s la sorpresa de las elecciones argentinas haya sido un aldabonazo que resonar¨¢ en todo el mundo, que obligar¨¢ a la vieja academia intelectual, a la ya cansada pol¨ªtica burocratizada y corrompida y al descarrilado tren de la democracia a volver a sus or¨ªgenes. Y eso les guste o no.
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