Irazoki, un hombre ¨ªntegro, un poeta extraordinario
El escritor nada reclama para s¨ª, nada espera de nosotros y menos el aplauso que tanto merece
Escribi¨®: ¡°Lo mejor de mi cara es la lechuza.¡± Y tambi¨¦n: ¡°Cada hombre cuida un desierto.¡± Con buen criterio, la editorial Hiperi¨®n ha publicado la poes¨ªa completa de Francisco Javier Irazoki. He aqu¨ª uno de esos hechos relevantes de la cultura espa?ola de los que pocos se enteran, empezando por aquellos que cobran por administrar lo que someramente conocen. La voluntad firme de no repetirse anula la prosecuci¨®n de una obra de alt¨ªsima calidad ...
Escribi¨®: ¡°Lo mejor de mi cara es la lechuza.¡± Y tambi¨¦n: ¡°Cada hombre cuida un desierto.¡± Con buen criterio, la editorial Hiperi¨®n ha publicado la poes¨ªa completa de Francisco Javier Irazoki. He aqu¨ª uno de esos hechos relevantes de la cultura espa?ola de los que pocos se enteran, empezando por aquellos que cobran por administrar lo que someramente conocen. La voluntad firme de no repetirse anula la prosecuci¨®n de una obra de alt¨ªsima calidad humana y literaria. Irazoki nos deja algo menos de 500 p¨¢ginas de ant¨ªdoto contra el ruido incesante que nos circunda. El poeta nada reclama para s¨ª, nada espera de nosotros y menos el aplauso que tanto merece. A sus 69 a?os, considera que ya ha dicho lo que ten¨ªa que decir. Conociendo su lealtad con la palabra dada, veo imposible quebrarle la decisi¨®n.
El poeta ha llamado a su libro Los descalzos en honor de su madre, una campesina humilde que hasta los 15 a?os no estren¨® sus primeros zapatos. Criado en un paisaje de bondad, Irazoki es un maestro del abrazo. Yo no he conocido un ser humano capaz de generar con un solo movimiento corporal una descarga semejante de afecto. De igual modo, se percibe en su literatura, ya sea en prosa o en verso, esa particular vibraci¨®n humana sin la cual el arte es un estuche acaso bien confeccionado, pero vac¨ªo. ?l se resiste a entender la poes¨ªa como una sustancia privativa de expertos, encerrada en una c¨¢rcel de palabras. La concibe como una manera de consumar el hombre moral cuya m¨¢xima primera, en su caso al menos, consiste en procurar felicidad a los dem¨¢s; a lo que cabe a?adir el gusto por las cosas bien hechas, el juicio cr¨ªtico de cualquier forma de crueldad, la aceptaci¨®n tranquila de nuestra condici¨®n pasajera, el ejercicio diario del altruismo, el amor a la naturaleza y, en fin, la gratitud porque la vida exista, aunque no sea para siempre, aunque a veces duela.