La creaci¨®n del pasado
La gen¨®mica ha convertido buena parte de la biolog¨ªa en una disciplina que se puede practicar sin levantarse del teclado, aunque todav¨ªa se requiere un mont¨®n de trabajo experimental al viejo estilo
Sydney Brenner, uno de los pioneros de la biolog¨ªa molecular, auguraba en los a?os noventa que la biolog¨ªa ser¨ªa pronto una ciencia te¨®rica, y que su objetivo ser¨ªa reconstruir el pasado. Entre que Brenner era adicto a hacer frases brillantes y que aquellos eran los a?os en que el proyecto genoma entraba en su recta final, nadie se tom¨® en serio la predicci¨®n, que por otra parte ha resultado francamente exagerada, pero el caso es que el viejo investigador iba bastante encaminado. La gen¨®mica, ...
Sydney Brenner, uno de los pioneros de la biolog¨ªa molecular, auguraba en los a?os noventa que la biolog¨ªa ser¨ªa pronto una ciencia te¨®rica, y que su objetivo ser¨ªa reconstruir el pasado. Entre que Brenner era adicto a hacer frases brillantes y que aquellos eran los a?os en que el proyecto genoma entraba en su recta final, nadie se tom¨® en serio la predicci¨®n, que por otra parte ha resultado francamente exagerada, pero el caso es que el viejo investigador iba bastante encaminado. La gen¨®mica, en efecto, ha convertido buena parte de la biolog¨ªa en una disciplina que se puede practicar sin levantarse del teclado, aunque todav¨ªa se requiere un mont¨®n de trabajo experimental al viejo estilo. Y por muy mentira que parezca en estos tiempos en que nos arrolla el presente fugaz, reconstruir el pasado es un objetivo fundamental de las ciencias de la vida. En el pasado se encuentran agazapados nuestros or¨ªgenes como seres humanos, como mam¨ªferos, como animales, como entidades multicelulares y todo el camino hacia atr¨¢s hasta las primeras bacterias y las primeras mol¨¦culas capaces de sacar copias de s¨ª mismas. Si no nos remontamos hasta el big bang es solo porque eso pertenece a otro departamento.
Repasemos el calendario remoto tal y como lo conocemos hasta ahora. La Tierra tiene 4.500 millones de a?os (lo de llamar a eso 4,5 millardos de a?os no ha cuajado, as¨ª que tenemos que aguantarnos). Las evidencias f¨®siles de las bacterias m¨¢s antiguas se remontan a casi 4.000 millones de a?os atr¨¢s, solo 500 millones de a?os despu¨¦s del que el planeta se formara. Eso fue bastante r¨¢pido, si tenemos en cuenta la magnitud del problema que supone convertir la materia inerte en nada menos que una bacteria. Pero ah¨ª se acab¨® la rapidez, porque el siguiente paso esencial tuvo que esperar 1.500 millones de a?os m¨¢s. Se trata del origen de nuestras c¨¦lulas (c¨¦lulas eucariotas, en la jerga). Este aut¨®mata biol¨®gico prodigioso, del que estamos hechos por entero todos los animales y las plantas, es una c¨¦lula mucho m¨¢s compleja que una bacteria (genoma confinado en un n¨²cleo, mitocondrias y cloroplastos, andamiajes estructurales). Sabemos que la c¨¦lula eucariota permite la formaci¨®n de organismos multicelulares, puesto que nosotros somos uno de ellos, pero ese salto que parece tan obvio tard¨® en realidad otros 1.000 millones de a?os en ocurrir tras el origen de la c¨¦lula eucariota. Tanta parsimonia no se acaba de entender muy bien.
Maoyan Zhu y Lanyun Miao, dos paleont¨®logos de la Academia China de Ciencias en Nanjing, arrojan ahora un torrente de luz sobre ese oscuro y esencial episodio del pasado remoto. Tras unos a?os fatigosos de recolectar rocas en la formaci¨®n Chuanlinggou, norte de China, e idear una forma de disolverlas en agua sin hacer mucho el bestia, han descubierto 278 f¨®siles microsc¨®picos de un alga (¡®Qingshania magnifica¡¯). Las algas son eucariotas como nosotros, pero esta en concreto tambi¨¦n era multicelular. Formaba filamentos de unas 20 c¨¦lulas cil¨ªndricas con sus adhesiones estables y sus zonas especializadas en generar esporas.
Lo m¨¢s importante es que ¡®Qingshania magnifica¡¯ vivi¨® hace 1.600 millones de a?os, y eso ya se acerca mucho m¨¢s al origen estimado de la c¨¦lula eucariota. El misterio se ha empezado a disipar.