Troj Espa?a: el peligro de las met¨¢foras electorales
Debemos revisar el lenguaje que aplicamos a la pol¨ªtica. Con la imagen de feudo, nos hacemos vasallos del l¨ªder; con el s¨ªmil del granero, la naci¨®n se convierte en almac¨¦n
Qu¨¦ pena tener Constituci¨®n desde el a?o 1978 y, desde entonces, Estado de las autonom¨ªas, para que lleguen unas elecciones y los comentaristas pol¨ªticos sigan definiendo este pa¨ªs en t¨¦rminos feudales. Si un partido mantiene en un conjunto de provincias su cuota de votos, es que conserva su feudo. Si la pierde, es que el adversario le arrebata el feudo. Todo eso se acompa?a de adjetivos absolutamente redundantes si conoc...
Qu¨¦ pena tener Constituci¨®n desde el a?o 1978 y, desde entonces, Estado de las autonom¨ªas, para que lleguen unas elecciones y los comentaristas pol¨ªticos sigan definiendo este pa¨ªs en t¨¦rminos feudales. Si un partido mantiene en un conjunto de provincias su cuota de votos, es que conserva su feudo. Si la pierde, es que el adversario le arrebata el feudo. Todo eso se acompa?a de adjetivos absolutamente redundantes si conocemos las circunstancias de desarrollo del feudalismo europeo: feudo hist¨®rico, tradicional feudo... S¨¦ que son met¨¢foras y que hay que rellenar minutos y l¨ªneas, pero revelan c¨®mo entendemos el liderazgo de los partidos, sin que ni en la prensa ni en la clase pol¨ªtica haya despertado particular rechazo esta imaginer¨ªa.
Los feudos nos remiten a una edad oscura de clientelismo e inmovilismo social, a un l¨ªder que cede un territorio para que se explote a cambio de vasallaje, ?esto es lo que reflejamos como electores? Por otro lado, si es una imagen o una mera manera de hablar, ?por qu¨¦ se caracterizan como feudos sobre todo algunas autonom¨ªas? Indago en las hemerotecas y veo que el recurso al feudo es com¨²n al hablar de comicios generales, auton¨®micos y municipales, refiri¨¦ndose a territorios espec¨ªficos pero normalmente perif¨¦ricos: hace unos d¨ªas, Galicia era electoralmente definida como feudo popular, hace unos a?os Andaluc¨ªa era entendida como un feudo perdido para los socialistas.
Con todo, para Andaluc¨ªa la imagen que se repite en los an¨¢lisis electorales y predicciones de voto no es tanto la del feudo sino la del cortijo. Convertir Andaluc¨ªa en una suma de fincas r¨²sticas gestionadas por un mandam¨¢s (un se?orito) es muy del gusto del opinador pol¨ªtico. Desconocen, claro, que Andaluc¨ªa es tierra de latifundios por circunstancias hist¨®ricas que remontan a las repoblaciones medievales; desconocen que los cortijos, volcados sobre todo en cultivos cerealistas y m¨¢s propios del occidente que del oriente andaluz son tambi¨¦n una expresi¨®n cultural y arquitect¨®nica en s¨ª misma, como lo son otras viviendas que encabezan explotaciones agr¨ªcolas en otros puntos de Espa?a (la mas¨ªa, el caser¨ªo) y que no han merecido esas metaforizaciones negativas del cortijo meridional. Y, c¨®mo no, ubican al se?orito (el patr¨®n acomodado y ocioso) como un fenotipo exclusivamente andaluz, porque al parecer en el resto de Espa?a y del mundo no ha habido jam¨¢s propietarios de ese tipo. No es nuevo: lo andaluz es lo m¨¢s expuesto y lo m¨¢s identitario, pero tambi¨¦n lo m¨¢s denigrado.
Junto con estas met¨¢foras territoriales sostenidas sobre la idea de una autoridad que manda en su terreno, hay otra imagen m¨¢s horizontal e igualmente antip¨¢tica: la del granero de votos. De hecho, el sin¨®nimo que cualquier diccionario da para feudo en el valor de ¡°¨¢mbito en el que alguien ejerce un dominio absoluto¡± es granero. Para los romanos, Sicilia era el granero de cereal; actualmente, el ataque ruso nos ha mostrado que Ucrania es granero de Europa. Pero aplicado a las urnas, el s¨ªmil del granero crea la imagen de una masa de votos, o sea, de electores, iguales e igualados, colectables a paladas, sin demasiada conciencia cr¨ªtica: una fuente de esca?os ante la cual el pol¨ªtico no ha de esforzarse demasiado. Basta que acuda a esa asociaci¨®n de incondicionales que somos los electores, saque su pala y proceda a llenar la bolsa de papeletas de voto. La expresi¨®n empez¨® a circular a finales de los a?os ochenta y en el a?o 2001 se incorpor¨® como nueva acepci¨®n de granero al diccionario de la Real Academia Espa?ola.
Por la imagen de feudo, quienes votamos nos hacemos vasallos del l¨ªder; el s¨ªmil del cortijo convierte a cualquier miembro de una lista electoral en un se?orito; con el recurso al granero, la naci¨®n se convierte en almac¨¦n: Espa?a es un silo de grano, lo que antes se llamaba una troj (encantadora palabra). Curiosamente, graneros, feudos y cortijos remiten al campo, a lo agrario, a lo rural; el voto urbano merece siempre mejores im¨¢genes.
Las lenguas est¨¢n llenas de met¨¢foras y, como tales, estas deben entenderse en la clave figurada y no real con que se expresan, pero las met¨¢foras calan en la ciudadan¨ªa y cuando se popularizan consiguen que asimilemos de manera irreflexiva un mensaje de fondo. Por eso, yo propongo que, pasadas estas elecciones gallegas y con las europeas a la vista, saquemos las met¨¢foras electorales al patio y las revisemos a la luz del d¨ªa. Porque la cuesti¨®n con estas im¨¢genes es que un asesor avezado podr¨ªa perfectamente integrarlas en su familia l¨¦xica original y dar una vuelta m¨¢s a las metaforizaciones. Por ejemplo, al hablar de cortijos, podr¨ªa pensar en los establos donde se guarda la caba?a animal; con los feudos podr¨ªan asociarse los villanos y las cruzadas; los graneros hay que protegerlos de las ratas. Y como agreguemos caba?a animal, villanos, cruzados y ratas al conjunto de met¨¢foras que hablan de resultados electorales, nos lo vamos a pasar muy bien.